41 mujeres asesinadas en lo que va de año en España. Suma y sigue. Los números de la violencia machista son incontestables; abrumadores. Y cada día sabemos más sobre nuevas formas de esta lacra social. Como la violencia vicaria, otra forma en la que los agresores castigan a las mujeres haciendo daño a sus hijos. En 2021, siete menores murieron víctimas de esta forma de violencia. El patriarcado se resiste con uñas y dientes a ceder sus privilegios históricos. Pero la sociedad es un clamor. Y Un animal en la almohada es uno de sus gritos. Fuerte, alto y claro. Contundente. Necesario.
El texto de Vanessa Espín es potente y crudo, como la propia realidad. Pero a la vez poético y evocador. La pieza, que supone una auténtica tragedia contemporánea de aromas lorquianos, es un texto rico en imágenes y directo en el mensaje. Como ya vimos en 400 días sin luz, texto de la misma autora programado en esta temporada en el CDN, la denuncia social, la contundencia y la claridad en la exposición de las realidades, no privan a la autora de otorgar a sus piezas una belleza sonora, una riqueza textual, un cierto lirismo, que no solo no restan, sino que suman, completan el paisaje semántico, confiriendo al texto una fuerza espectacular.
La propuesta minimalista funciona, con un buen dinamismo, mucho ritmo y una gran potencia en los pasajes más duros de la obra, moviendo, removiendo y conmoviendo hasta al espectador más impertérrito. Quizás en los fragmentos más poéticos esa fuerza se desdibuja, no terminando de encajar bien con el resto del conjunto. No es problema del texto, que es rico en imágenes y melodía, sino de una puesta en escena desde la dirección que, en mi opinión, se queda a medias en la interpretación de estos momentos de lenguaje evocador, que aunque son de gran belleza y fuerza, resultan algo extemporáneos dentro del montaje propuesto. En cualquier caso, es sutil, y no empañan una gran visión general de la pieza, emocionante y sobrecogedora.
Un animal en la almohada tiene sin duda un lujo de elenco. Elena González, Concha Delgado, Laura Galán, Paula Iwasaki y Rebeca Hernando son todas enormes actrices, conocidas y reconocidas por su buen trabajo, que dotan a cada una escena de potencia, verdad y empatía gracias a su versatilidad y talento. Sin embargo, la sensación, el regusto, es que quizás se podría haber sacado más partido a este reparto de altura que, en cualquier caso, funciona a la perfección, y consigue emocionar al espectador con sus interpretaciones y su implicación total en la propuesta.
El espacio escénico es muy interesante y sugerente. La escenografía, presidida por ese traje colgante, supone una presencia inquietante, perturbadora, trágica, una sombra que se cierne sobre los personajes y que presagia futuros funestos. Desde la sencillez, es visualmente potente y, a pesar de su estatismo, ofrece ritmo y tensión dramática a la obra, siendo un personaje más en diálogo con los demás.
Un animal en la almohada, la tragedia de nuestros tiempos. Porque aún hay multitud de hombres (y de partidos políticos) que, a pesar de la alarma social, niegan la violencia machista. Por cada mujer asesinada. Por cada hijo maltratado. Por cada micromachismo. Por cada brecha de género. Por las mujeres silenciadas, ahora y siempre. Un animal en la almohada sigue siendo necesaria, hoy más que nunca.
UN ANIMAL EN MI ALMOHADA
Texto y dirección: Vanessa Espín
Elenco: Elena González, Concha Delgado, Laura Galán, Paula Iwasaki, Rebeca Hernando
Escenografía: Elisa Yrezabal,
Diseño de iluminación: Elisa Yrezabal y Holga Rodríguez.
Diseño de vestuario: Almudena Bautista.
Ayudantía de dirección: Alex Stanciu y Violeta Rodríguez.
TEATRO FERNÁN GÓMEZ. MADRID
Visto el 13 de diciembre de 2022
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