Yllana despoja de aires de grandeza y pomposidad a la música culta para acercarla al espectador de una forma divertida y fresca, uniendo otros géneros musicales que poco o nada tienen que ver con este estilo. Los dorados y la grandilocuencia que el público en general suele imaginar, debido a que este género siempre se ha concebido en la memoria colectiva para una élite, lo dejan solo para los vestuarios.
Es importante destacar, antes de continuar con la crítica, que las medidas de seguridad, tan necesarias a día de hoy, en torno al Covid-19 se realizan de una manera exhaustiva, tanto por parte de la sala como de la compañía. Pero lo mejor es la forma tan divertida que tienen de hacerlo parte del espectáculo en los momentos donde hay interacción con el público.
Podría decirse que Yllana consigue democratizar la música gracias a un estilo que mezcla la solemnidad y calidad de la música culta con unos ejercicios gestuales y de clown que no necesitan una dramaturgia escrita. Son capaces de contar una historia solo con los cuerpos y haciendo sonar sus instrumentos de una manera sorprendente. Y es que personalmente poco entiendo de música pero todos hemos intentado tocar una guitarra, o algún instrumento, y la tensión que esto nos genera para que las notas suenen como deben sonar, afinadas y acordes, hace que parezca increíble que ellos estén realizando esos movimientos corporales al tiempo que ejecutan un espectáculo en directo de tanta calidad. Puedes cerrar los ojos y sentir que estás escuchando el clásico concierto de cámara pero abrirlos y ver cómo un cuarteto de cuerda está realizando una velada de boxeo.
La catarsis que provocan las melodías en el espectador es alucinante. Ver como algunos críos se sentían con la necesidad de aplaudir y acompañar a los artistas en el espectáculo, te hace sentir parte de esa magia. Ya que sientes el mismo deseo que esos pequeños de moverte, hacer palmas y cantar pero la gran carga de ser “una persona adulta” nos hace contener nuestros instintos de infancia que gracias a este espectáculo, podemos descubrir que siguen ahí y solo hace falta un poco de buena música y una historia simple y divertida para que salga a florecer.
MAESTRISSIMO (PAGANINI 2)
Dirección artística: Juan Ramos y David Ottone
Intérpretes: Eduardo Ortega, Jorge Fournadjiev, Isaac M. Pulet, Jorge Guillén “Strad”
Diseño de iluminación: Fernando Rodríguez Berzosa
Diseño de sonido: Oelstudios
Escenografía y Diseño de vestuario: Tatiana de Sarabia
Diseño de maquillaje: Sara Álvarez
Atrezzo: Gonzalo Gatica
Coreografía: Carlos Chamorro
Texto: Rafael Boeta
Luthier: Fernando Muñoz
Técnicos en gira: José Luis Taberna, Nacho Arjonilla, Luis López de Segovia, Alberto Fernández
Directora de producción: Mabel Caínzos
Producción: Fran Álvarez
TEATROS DEL CANAL. MADRID.
Visto el 27 de agosto de 2020
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