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Foto del escritorNacho León

'Las cosas que sé que son verdad': Teatro que mueve, teatro que conmueve


Las cosas que sé que son verdad

Dos horas en una sala de teatro pueden convertirse en un suplicio. En estos tiempo en los que la inmediatez, la concisión y el ritmo frenético son las reglas que rigen nuestro día a día, y cada vez más en el arte, realizar un espectáculo no musical de dos horas de duración es todo un reto. Los conciertos de toses, los cuerpos removiéndose en los asientos, y la procesión de pantallas que se iluminan en la platea, son siempre un enemigo temible al que enfrentarse. Pero Las cosas que sé que son verdad, no solo vence a sus adversarios, sino que hace las delicias de un público que ni piensa en mirar el reloj durante todo el espectáculo. El texto de Andrew Bovell consigue un imposible; desde una dramaturgia clásica, podríamos decir aristotélica, nos traslada sesudos debates sobre temas de una gran densidad y profundidad, pero sin renunciar al entretenimiento, a un toque comercial, y a una estructura perfectamente escogida para enganchar al público en todo momento, a los que Julián Fuentes Reta no renuncia. El dramaturgo nos habla de la clase media, de la falta de entendimiento en su diversidad, los roles parentales, el poder, la identidad de género, la violencia,... Todo esto y más, girando en torno al núcleo esencial, la familia. La universalidad de los temas abordados, la inteligencia y humanidad con las que se tratan, y el sentido del humor siempre presente, provoca en el espectador una identificación sin paliativos con la historia y los personajes. Julián Fuentes Reta realiza un magnífico trabajo, como ya hiciera en Cuando deje de llover, en la traslación escénica del universo dramatúrgico Bovelliano. El espectacular equipo de trabajo que conforma esta puesta en escena en cada una de sus facetas, interpretación, escenografía, luces, vestuario, etc., encajan a la perfección en un montaje compacto, cerrado y redondo, efectista y efectivo; teatro puro y duro. El aprovechamiento del espacio escénico, los ritmos medidos, el dinamismo y fluidez imperantes, brillan gracias a una labor de dirección completísima, con pequeñas concesiones al efectismo comercial, pero que funciona como una maquinaria escénica perfectamente engrasada, que cautiva al espectador.

Verónica Forqué y Julio Vélez, forman un tándem solvente, ocurrente, tierno y maravilloso, lleno de matices en su interpretación, cargando el peso de la acción como pareja protagonista sobre la que gira toda la trama, como pilares básicos de la familia a los que acuden el resto de personajes. La presencia escénica de ambos, su ductilidad, aplomo y cercanía, nos trasladan con suma facilidad al hogar que representan. Dentro de un reparto bastante equilibrado y eficaz en los personajes de los hijos, destacan momentos brillantes de Pilar Gómez, dejando para el recuerdo enormes diálogos con su madre, Verónica Forqué, de gran carga ideológica, y un Jorge Muriel que, en la segunda parte de la obra, nos conmueve y nos eriza el vello en un personaje tan complejo como rico, tratado con sumo gusto, tacto, sensibilidad y emoción.

El diseño del espacio escénico consigue ser sugerente y sugestivo con pocos elementos. La belleza plástica está en la sencillez de unos pocos elementos escenográficos colocados estratégicamente para aportar poesía visual al montaje. El árbol colgando del techo, los rosales, el mobiliario del jardín, son el eje central sobre el que pivota toda la acción. El concepto de teatro circular, con el público a cuatro bandas, posible gracias a las maravillosas instalaciones que son los Teatros del Canal, entronca perfectamente con el sentido y el ambiente de la obra, y aporta una atmósfera cálida, y acogedora, con una concurrencia que abraza a los intérpretes, los rodea y los envuelve, conectando con ellos desde el primer minuto. Asimismo, la simultaneidad de espacios, que se crean sobre la marcha en diferentes puntos del escenario a través del escaso mobiliario, o con el simple trabajo de los intérpretes, aporta una fluidez y una riqueza visual al espectáculo encomiables. Destacar especialmente el trabajo de iluminación de Irene Cantero, siempre presente, siempre sumando calidades a la obra, de imagen y de significado, que empastan con el espacio propuesto de tal forma que termina de cerrarlo y conformarlo como un elemento vivo de la representación.

Espectáculos de este calibre nos reconcilian con el teatro de gran formato. Nos hacen creer que merece la pena salir de las salas pequeñas, donde desde hace años se ven las propuestas más arriesgadas e interesantes de nuestro panorama escénico. Que tener caras conocidas y grandes presupuestos, no está reñido con el riesgo, la sencillez, la humildad escénica y la honestidad.


LAS COSAS QUE SÉ QUE SON VERDAD

Autoría: Andrew Bovell Dirección: Julián Fuentes Reta Adaptación y traducción: Jorge Muriel Interpretación: Verónica Forqué, Julio Vélez, Pilar Gómez, Jorge Muriel, Borja Maestre y Candela Salguero Ayudante de dirección: Angelina Mrakic Escenografía: Julián Fuentes Reta y Coro Bonsón Iluminación: Irene Cantero Música: Ana Villa y Juanjo Valmorisco Diseño y fotografías: Javier Naval Vestuario: Carmen 17 Dirección de producción: Nadia Corral Producción ejecutiva: Fabián Ojeda Coproducción: Octubre Producciones y Teatros del Canal Con la colaboración de: Flower Power Producciones

TEATROS DEL CANAL. MADRID


Visto el 5 de diciembre de 2019


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