Tenía, desde que leí el texto en el número de primavera del 19 de la revista “Estreno”, una agobiante necesidad de ver “en vivo” esa apuesta por el sentimiento que para mí es el Federico, en carne viva del granadino José Moreno Arenas. Y en una de esas noches mágicas de julio, con las que la “Vega de Graná” te sorprende haciéndote el verano más soportable, en el patio de la Casa Grande que la familia García Lorca tenía en Valderrubio (hoy Casa Museo de Federico) pude satisfacer mi deseo al fin. Y la emoción y la congoja, pero también el sentimiento y la fortaleza del aire que allí se respira, me convencieron de que con esta “obra inconclusa” Moreno Arenas nos lanza un “zasca” en todo el estómago, que nos obliga a vomitar el dolor atrapado durante más de 80 años de indigesta negrura con la que el “establishment” social solo nos ha permitido ver fantasmas donde no había más que pasión amarga y represiva.
«¡Dejad de buscarme!», espeta directamente al público Federico en un momento sublime de la obra; y uno siente en el alma que ese grito es una sentencia, un SOS de derrota, de olvido, que te rompe el alma. Y si pudieras saltarte el respeto que como público debes al actor, desde la butaca responderías: «¿Y mi luna, Federico? ¿Y mi luna? ¿Con qué metal tus mismos asesinos me la estarán forjando? Disparos en los barrancos de Víznar, que el eco de la memoria alarga… Silencios amplios… Mentiras que nadie aclara. Nuestra luna, Federico, no es nuestra. Nuestra luna, Federico, es pasión, dolor, sangre derramada sobre cuartillas blancas». Y seguirías disfrutando, emocionado, nostálgico, enamorado, de tanta poesía como rezuma el texto de Moreno Arenas, emborrachándote de una interpretación sublime que José Carlos Pérez Moreno (Federico), Ana Ibáñez (Margarita), Rosana Barranco (Bernarda Alba) y Marina Miranda (M.ª Josefa y Buster Keaton) sacan desde las tripas; una música que Manuel Martínez cuadra en un círculo perfecto, y una dirección al límite de Miguel Cegarra.
Apuesta valiente y necesaria de Karma Teatro, con la colaboración de La Seducción, aplaudida largamente por un público que llenaba el recinto. En definitiva: todas las preguntas tienen respuesta en esta operación “a corazón abierto” con la que José Moreno Arenas disecciona al hombre alejándonos del mito, despejándolo de ese veneno de lluvia que espejean las piedras cuando se ilumina la tormenta. Una lección de dignidad para esa sociedad hipócrita que, desde sus miradores de yedra acuchillados por la grieta, nos impidieron sentir música y nostalgias, amores de la memoria que regresa y llora. Manos negras de pez desde el negro fondo de la pena, que nos sometieron a una soledad tremenda con 80 años de agonía; solo algunas lucecitas dispersas en la negra noche sin estrellas. Escarcha que en el olivar azota yemas; serpenteo de caminos que el hielo aprieta… Completa propuesta la de este montaje, incluida la fría presencia de la muerte que, eternamente, acecha; y esa ruptura para los puritanos del “lorquismo”, que para mí supone la retirada final de Bernarda Alba montada sobre la bicicleta de Buster Keaton, con la que cabe preguntarse: «¿Qué tendrá la lluvia, Granada hipócrita y perfecta? ¿Qué tendrá Dios algunas noches de tormenta?».
Obra: Federico, en carne viva
Autor: José Moreno Arenas
Director: Miguel Cegarra
Intérpretes: José Carlos Pérez Moreno, Ana Ibáñez, Rosana Barranco y Marina Miranda
Escenografía: YaniPi
Iluminación: Pilar Velasco
Arreglos musicales: Manuel Martínez
Coordinación Vestuario: M.ª Dolores Rodríguez Huertas
Vestuario: Lola Piña e Isabel
Producción: Karma Teatro
Lugar: Patio de la Casa-Museo Federico García Lorca, durante el Festival “Julio Cultural”
Visto el 16 de julio de 2022
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