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  • Foto del escritorNacho León

'El desguace de las musas': Esperpento presente


El desguace de las musas

Decía Max Estrella en Luces de Bohemia: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”. El teatro pues, para Valle Inclán, no era sino un reflejo de la realidad y el teatro de su época, deformado y decadente, pero necesario para mostrar las miserias y contradicciones de su sociedad. Y La Zaranda, recogiendo ese mismo testigo, nos trae El desguace de las musas, un espejo deformado que nos devuelve una mirada inquietante hacia el teatro de nuestros tiempos.


Estamos ante una obra de contrastes; luces y sombras, lo moderno y lo antiguo, lo vivo y lo muerto. Pero sin embargo, estos contrastes son solo aparentes, pues ambas partes se abrazan fundiéndose entre sí: bailando la luz con la oscuridad en un juego permanente de claroscuros; difuminándose lo moderno en lo antiguo, de manera que el polvo y la ranciedad lo inundan todo, lastrando y anquilosando a los personajes en el pasado, un pasado del que no pueden salir; coexistiendo lo vivo y lo muerto, desde Don Pepe que reaparece como marioneta una vez muerto, como la propia esencia del teatro antiguo que ellos mismos representan, y que se ha quedado en la forma pero ha perdido el fondo, el público, y su propio sentido.


Hay en la obra una nostalgia que lo impregna todo; nostalgia de los personajes por un pasado que no vuelve; nostalgia del autor, que añora el teatro de otros tiempos. Según ha expresado el dramaturgo, Eusebio Calonge, en diferentes entrevistas, en el teatro de hoy en día no impera la calidad creativa, que queda relegada a un segundo plano por detrás de lo comercial, convirtiéndose en un mero producto. Es de aquí, desde esta denuncia cargada de añoranza, de donde nace El desguace de las musas. Este montaje, una “alegoría de una cultura apuntalada”, como ellos mismos definen su espectáculo, puede ser a La Zaranda lo que para Lorca fue El público; todo un tratado sobre el teatro de su tiempo. La disyuntiva que el autor nos plantea entre el teatro antiguo y el moderno, entre un teatro auténtico y otro vacío, nos evoca al teatro al aire libre y el teatro bajo la arena lorquianos. No en vano, los personajes de El desguace de las musas se quejan de un olor nauseabundo, como de animal muerto, durante toda la obra; y en El público nos dice el propio personaje del Director que “Todo el teatro verdadero tiene un profundo hedor de luna pasada”.


El espectáculo, que va a más conforme pasan los minutos, juega con los tempos alternos que nos sumen en ese tedio dinámico que viven los personajes en su día a día, sin que el ritmo decaiga ni se pierda lo más mínimo a lo largo de sus noventa minutos. La puesta en escena es impecable, minimalista y detallista, con un trabajo de luces y espacio sonoro sutiles pero efectivos, que empastan a la perfección con el resto de la puesta, y evidencian un trabajo de dirección notable para un espectáculo prácticamente redondo.


La interpretación de los actores es perfecta en su clave; la conjunción de los diferentes personajes, entremezclándose, y estableciendo constantemente relaciones sutiles entre sí, es rica y fluida en sus diferentes combinaciones, gracias a un trabajo interpretativo impoluto, en clave grotesca, donde Enrique Bustos nos regala un Don Pepe sobrecogedor, sin duda el contrapunto trágico necesario al resto de personajes que conforman este cuadro de aires caravaggiescos.


El desguace de las musas, pone al teatro frente a su reflejo, dejando todos sus artificios al descubierto, en un juego metateatral permanente; focos dirigidos por los propios personajes, los trajes apolillados groseramente colgados a la vista, escenografía en constante cambio y movimiento, música interpretada en directo, indicaciones del director… “En este mundo, no hay lugar para el arte”, nos dice Corín, la Volcán del Caribe. Solo importa el beneficio económico, y el arte ha quedado arrinconado en el olvido, como nuestros personajes, que luchan por sobrevivir al tiempo y a la decadencia del teatro de hoy en día. Asistir a un espectáculo de La Zaranda es un encuentro ineludible con el desgarro y la angustia, estímulo para la risa, dureza para el corazón, y alimento para las vísceras. Y nunca fallan a la cita.


EL DESGUACE DE LAS MUSAS

Autor: Eusebio Calonge

Dirección: Paco de La Zaranda

Intérpretes: Inma Barrionuevo, Enrique Bustos, Gaspar Campuzano, Gabino Diego, Mª Ángeles Pérez-Muñoz y Francisco Sánchez

Iluminación: Peggy Bruzual

Vestuario: Encarnación Sancho

Fotografía: Víctor Iglesias

Producción Artística: Eduardo Martínez

Producción Ejecutiva: Sergi Calleja

Una producción de LA ZARANDA - Teatro Inestable de Ninguna Parte en coproducción con el Teatro Español y el Teatre Romea

TEATRO ESPAÑOL. MADRID


Visto el 22 de mayo de 2019


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