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Foto del escritorNacho León

'El alma de Valle Inclán': El embrujo de unas manos que bailan sobre las tablas


El alma de Valle Inclán

Si hay una palabra que define al Brujo es magnetismo. Todo lo que hace encima del escenario, y no es poco, tiene la capacidad de captar la atención del público y no soltarla durante lo que dure la representación, sea cual sea el espectáculo que nos ofrezca. Desde que nos deslumbrara en el mítico Lazarillo de Tormes adaptado por el gran Fernando Fernán Gómez hace más de treinta años, no ha dejado de explorar este formato de monólogo teatral reinterpretando a los clásicos que tantas alegrías le ha dado, haciéndolo suyo, y que con un sello tan personal maneja. Y que sea por mucho tiempo.


En esta ocasión, y fruto de un intenso estudio realizado durante el confinamiento, vuelve a los escenarios para traernos de la mano, con esa cercanía que solo él domina, a uno de los mayores genios, y quizás de los menos comprendidos, de la historia del teatro español, con el espectáculo El alma de Valle Inclán. El Brujo encarna las diferentes almas que según él tenía el autor gallego. Recrea con pasión el Valle dramaturgo, creador del esperpento, a través de una de sus obras más emblemáticas, Divinas palabras, en cuya narración hayamos el hilo conductor del espectáculo. Sin embargo, también hay espacio para el Valle persona, a través de anécdotas de su vida y su relación con sus allegados y contemporáneos, e incluso para el Valle mito: impagable la desternillante escenificación del día de su entierro por parte del actor lucentino, a caballo entre la realidad y la leyenda.


Rafael Álvarez, como en la mayoría de sus montajes, no se contenta con representar la historia, sino que va a su esencia. Desnuda la obra original, la desentraña, cavila, medita, explora, retuerce, degusta, y finalmente, destila pequeñas gotas de ese elixir que concentra lo más puro y genuino del texto originario y de su autor, siempre aportándole una impronta personal inconfundible e innegable. Además, salpica su relato con constantes reflexiones sobre la más estricta actualidad política y social, en un constante entrar y salir de la ficción a la realidad que realiza sin el menor esfuerzo ni la menor quiebra para el espectador, que se deja llevar plácidamente por ese vaivén fluido entre los diferentes universos propuestos.


Todo ello sin dejar de narrarnos la obra, y sin dejar de presentarnos a sus personajes principales de una forma tan conmovedora, vívida, pasional y arrebatadora, que es imposible no ver desfilar, cual santa compaña, a todos y cada uno de los protagonistas de esta historia. Pedro Gaila, Mari Gaila, Marica, Simoniña, el enano hidrocéfalo, e incluso una costurera o una rana de una sola intervención, son merecedores del esfuerzo del intérprete para recrearlos de tal manera que cobran vida ante nuestros ojos con apenas un movimiento de manos, un arqueo de espalda o un gesto de la cara.

El resto de la puesta en escena, como suele ser habitual, es sobrio, sencillo, pensado para dar realce al trabajo del actor. Apenas un puñado de sillas (que él mismo nos confiesa que son recicladas de un montaje anterior), unas luces colgantes, un vestuario básico, un diseño lumínico basado en la creación de ambientes y el apoyo al intérprete, y un espacio sonoro presidido por Javier Alejano al mando de varios instrumentos que complementan sin alardes ni estridencias el universo atmosférico cargado de magia del eterno cómico cordobés. Y no necesita más.


El Brujo nunca defrauda. Su repertorio es infinito. El movimiento de sus manos, que hacen magia mientras bailan. Las caminadas por el espacio, haciendo kilómetros de recorrido durante cada función en apenas unos metros cuadrados. Los juegos constantes con el público. Las inflexiones de la voz, que nos llevan desde los agudos imposibles y la caracterización vocal en la encarnación de personajes, hasta unos preciosos graves de actor consagrado en los que deposita las verdades más profundas, y los pasajes más conmovedores. Y todo esto regado de una innegable vis cómica que impregna todo el montaje, y un manejo del ritmo escénico brutal e inimitable. Imposible apartar la mirada del escenario. Magnetismo de manual. Es el Brujo.


EL ALMA DE VALLE INCLÁN

Versión y dirección: Rafael Álvarez, El Brujo

Diseño de vestuario: Gergonia E. Moustellier

Realización de vestuario: Talleres Moustellier

MÚsica original: Javier Alejano

Directora de producción: Herminia Pascual

Jefe técnico: Oskar Adiego

RRSS: Xatcom Agencia digital Valencia

Distribución: Gestión y Producción Bakty S.L.

TEATRO COFIDÍS ALCÁZAR. MADRID


Visto el 30 de agosto de 2020


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