Cuando me propusieron ir a ver Azul, la opera prima de la compañía Neona en El Umbral de Primavera, se me abrió el apetito teatral. Principalmente, porque el azul es un color que me ha obsesionado desde siempre como dramaturgo. El azul representa el inconsciente, lo sumergido, lo inaccesible, lo que un día se hundió o se ahogó pero que permanece en nuestro imaginario. Me atrevo a decir que es el color del arte en general y del teatro en particular.
Ante un título de tal potencia, me fue imposible negarme a ver este espectáculo, a pesar de no haber leído ni la sinopsis ni la intención de sus creadores. A veces es mejor dejarse guiar por los instintos. Dejarse seducir por un destello. Además, recuerdo El Umbral de Primavera por ser un espacio en el que se programan propuestas intimistas, arriesgadas y de una sensibilidad muy especial, como, por ejemplo, Aire siempre de viaje, de mi compañera y amiga Sara García Pereda, que se estrenó la temporada pasada bajo su techo. Y estoy convencido de que Azul fue acogida en esta cálida sala por los mismos motivos.
Últimamente el teatro no me deja disfrutar de historias que se cuentan de un modo estrictamente clásico. Qué pena, con lo que a mí me gustan las historias convencionales. Bien contadas, eso sí. Quizá la culpa sea mía, que al mismo tiempo estoy hambriento de sorpresas y sacudidas, y me dejo caer por espectáculos que nunca garantizan nada, ni positivo ni negativo. Pero, cuando salgo de propuestas como Azul, me alegro de haber huido de esa mal llamada “zona de confort” que de confortable no tiene nada.
Y es que Azul fue un viaje al interior de mis matrioskas, a un pasado petrificado por los años y el frío. Azul es el teatro que se ha de hacer cuando uno es joven y cree en las revoluciones desde los escenarios. No me gustaría desvelar nada de la trama, porque tampoco me quedó del todo clara y temo no haber entendido determinados detalles argumentales, pero sí me gustaría prometeros que, desde que vi esta obra, he disipado cualquier duda sobre si la juventud, a pesar de las voces catastrofistas y nostálgicas que tanto ruido hacen, conserva sus agallas de luchar por un mundo en el que quepan todas las personas. Por supuesto que hay futuro, y es precisamente de ellos, que tienen la capacidad de fijar la mirada en parcelas que antes pasaban más desapercibidas, como la lucha por la diversidad sexual o la libertad de expresión en esta nueva era en la que las opiniones pretenden o aparentan ser sentencias.
Es un placer encontrarse con artistas que deciden empezar a hacer arte desde lugares tan esperanzadores. Que creen en la poesía como herramienta de cambio. Me generó cierto brillo en la mirada ver a cuatro actores tan conscientes, tan seguros de lo que eran, de lo que estaban contando, de lo que querían cambiar y lo que querían conservar. Con tantas historias por contar y gritar a su modo y con tantos kilómetros por crecer. Gracias a su naturalidad y su entrega, desde el público nos zambullimos en un descender onírico entre el dulce sueño y la pesadilla. Azul es un diamante en bruto del mismo color, con algunos diálogos que se te clavan y te retuercen, con unos actores y actrices que fluctúan entre fronteras desconocidas para después derribarlas. Azul es, en definitiva, un ejercicio kamikaze que hace gala de su naturaleza suicida al herir al espectador justo antes de morir sobre las tablas. Y, debo decirlo, con un personaje envuelto en un manto de preguntas y nanas tarareadas al que le faltaron más apariciones en escena para nuestro disfrute.
Vengan al teatro a mirar a los jóvenes a los ojos. Vengan a descubrir lo que soñaban cuando eran niños, no hace tantos años. Verán lo distintos y también lo parecidos que fueron sus sueños. Vengan a sufrir la metamorfosis en su crisálida azul. Si se atreven a asumir que el testigo ya es de ellos.
AZUL (O CANCIÓN A UN POETA SUICIDA)
Autora: Claudia Ortega Olivares
Dirección: Juan Utrilla de Noriega y Claudia Ortega Olivares
Elenco: Delia Villegas (Alice), Analía Irigoyen (Elle), Le Juano (Nathan) y Azahara García (Blanca)
Escenografía: Betty Gómez López
Producción: Jesús Choya Zataraín
Con la colaboración de la ECAM (Escuela de cinematografía y del audiovisual de la Comunidad de Madrid)
EL UMBRAL DE PRIMAVERA. MADRID
Visto el 17 de julio de 2019
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