Muchas personas estarán de acuerdo en que llegar a la cama de alguien por primera vez utilizando como tema de conversación el feminismo y la revolución feminista, es una misión, si no imposible, al menos muy pero que muy complicada. No porque no nos guste hablar de feminismo, sino porque por el camino puedes meter la pata un millar de veces, sobre todo si eres hombre, y no llegar jamás al destino. Pues Cama empieza así, una pareja que habiéndose conocido poco tiempo atrás, por no decir unas horas, llegan a la cama borrachos y discutiendo sobre la revolución feminista y de cómo debe desarrollarse ante la sociedad.
Pilar G. Almansa vuelve a enamorarnos al igual que hizo con su obra Mauthausen. Su forma de escribir y dirigir, muestra una sensibilidad impresionante, al mismo tiempo que fuerte y desgarradora. Si bien en Mauthausen nos habló sobre la guerra, en esta ocasión nos habla del amor, no del amor idílico y de cuento, sino del amor de verdad, del que empieza y se acaba, de su batalla constante y de las fases por las que puede pasar una relación. Con un lenguaje inteligente y rápido nos sitúa en los puntos de vista que cada uno de sus componentes tiene de ella y su modo de vivirla.
Una cama y nada más, no hace falta nada más para contar una historia de amor. Al menos eso es lo que se aprende al ver Cama. La cama es el gran punto de encuentro con nuestra pareja y eso queda reflejado de una forma directa en esta obra. Cama viene a romper el dicho de «quien duerme en el mismo colchón se vuelve de la misma condición.» Y es que vemos cómo los protagonistas flotan alrededor de la cama, como si fuese una estrella que se acaba de apagar y los atrae hacia ella como planetas cuyo destino es desaparecer. Al igual que sucede durante la obra, los protagonistas nos seducen, nos conquistan y nos hacen el amor como espectador. Utiliza primero unos diálogos fluidos pasa de etapa a etapa durante el desarrollo de la función, al igual que ocurre en una relación sentimental. También evoluciona en los distintos niveles del lenguaje, hasta llegar a una poesía desnuda, una poesía que, junto a una calidad coreográfica y expresiva en los movimientos de cada uno de los actores, te atrapa. Esa hipnosis que crean poco a poco con sus cuerpos y movimientos recuerda a algo parecido a estar enamorado, algo tan bello que te envuelve y, como ocurre en la poesía, aunque a veces no entiendas bien lo que quiere decir, lo entiendes por la forma en que te lo dicen. Así llegas al clímax de la obra sin apenas darte cuenta, pero como todo lo que sube, tiene que bajar y como tantas otras bonitas historias de amor, esta tiene que tener un final, un final que nos enseña que el amor si no es comprensivo, si no consigue lo que dice el refrán, «La misma condición», es muy complicado. Porque acaba con la libertad del individuo y aunque durante la obra comprendes por qué ocurre todo eso, cuales son sus diferencias, lo sufres como si fuera propio. Como si tú también estuvieses perdiendo algo en esa relación que se deshace, una relación de la que te han hecho sentir parte y que de repente se torna en dolor.
Para terminar, tengo que resaltar el modo en que atrapan la atención del público sin necesidad de grandes efectos ni una escenografía, solo con sus cuerpos y la palabra. Esa forma de narrar lo que todos sentimos o hemos sentido alguna vez, el amor, y no solo hacia una persona sino hacia nosotros mismos, con una expresión corporal poética mezclada con escenas completamente costumbristas hace que durante una hora, estés con toda tu atención en la escena. Cama es una obra que te lleva a la cama, te enamora, te hace el amor y se despide de ti.
CAMA
Dirección y dramaturgia: Pilar G. Almansa
Interpretes: María Morales y Carlos Troya
Espacio sonoro: Luis Miguel Lucas-Torres
Escenografía: Jesús Antón Díez
Vestuario: Vanesa Actif
Coreografía: Amaya Galeote
Fotografía: Jacobo Medrano
Producción: Pablo Jauralde y La Pitbull
Visto el 6 de diciembre de 2019.
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