top of page
  • Foto del escritorRedacción

'Federico, en carne viva' y mi amigo Ginés


Conocí a Ginés en la biblioteca de mi pueblo. Yo era el único lector. Releía Pavesas, de Samuel Beckett, que, junto con otros diez o doce libros de teatro, permanecen primorosamente ordenados y espolvoreados en la esquina de una estantería. La biblioteca es pequeña. La bibliotecaria se entretenía en el ordenador, sentada al lado de la puerta de entrada. Esa mañana, de forma desacostumbrada, chirrió la puerta y asomó Ginés. Se notaba que aquel no era su entorno habitual.

–Quiero apuntarme para leer un libro. Me llamo Ginés –dice en voz alta, impropia del lugar.

–Pues tienes que traer un documento; o sea, tu "deneí", y rellenar una ficha.

–Yo no sé escribir y leer. Bueno…

Silencio prolongado.

–Si no sabes leer, ¿para qué quieres los libros? –inquirió la bibliotecaria, sin violencia, protectora.

–Me gustan mucho los libros. Y cuando tienen dibujos, colores o fotos, más. Sé lo que dicen.

La bibliotecaria, con la boca abierta, y yo también. Me levanto con Pavesas en las manos y me dirijo a Ginés. Le exhibo el libro cerrado.

–¿Te gustaría ver y oír un libro como este?

Desde entonces somos amigos.


Federico, en carne viva

Sentado al lado de Ginés, que se ha puesto para la ocasión el traje de los domingos, no hablamos, permanecemos absortos ante el telón rojo en el que se proyecta con letras en blanco y negro Federico, en carne viva. Delante del telón, un micrófono de pie. Habla Javier Quiles, director del grupo de teatro Los Manolos y Manolas, organizador del Ciclo de Teatro que desde hace cinco años se celebra en este coqueto teatro que lleva por nombre el de un grande universal: Cervantes. Después nos habla el autor. Pepe Moreno viste hoy americana marrón oscuro, camisa roja y corbata gris; y su sonrisa de felicidad, ¿o de nerviosismo? Es el preestreno de la obra que significa un cambio en su dramaturgia, que puede ser una obra que, así que pasen cinco años, se represente –estoy seguro de ello– en toda España y fuera de ella, y que –me consta– le ha hecho sufrir mucho.

Se abre el telón. Escenario en blanco. Rubén Carballés –como Federico–, traje blanco, camisa blanca, cabellos negros. Elena Bolaños, que dirige y se viste de verde para hacer de Margarita Xirgu. Apasionaria Teatro: ellos dos y el que mueve los personajes virtuales y los sonidos y las luces, el hombre-orquesta desde la cabina, Mattieu Berthelot.

Durante la hora y cuarto que dura la obra, mi amigo Ginés no ha movido las manos, agarradas a los brazos del asiento. Su boca tampoco se ha movido. Hemos absorbido un libro en tres colores: azul creación, ocre dolor y rojo vida. Hemos visto personajes creados por Federico en un mundo paralelo. La puesta en escena ha asustado a nuestros traseros, que se han pegado al asiento por temor a mover un átomo de aire. Una interpretación que ha ido a más, hasta llevarnos a ver en el físico del joven Rubén Carballés al mismo Federico. Sentimos la arena ocre amarillo quemando nuestros pies y hasta nuestros tobillos.

–Para esto no hace falta saber leer –le digo a Ginés cuando el estruendo de los aplausos se perdía por los altos techos.

–Pero yo quiero leer este libro –me dice señalando al escenario con los ojos embotados de lágrimas que su educación primitiva no le permite dejar salir.

Mi amigo Ginés, en seis meses, ha aprendido a leer y a entender lo que lee; y le suma su capacidad de imaginar. Me dice que cada obra de teatro, novela o poesía lleva un olor y un sabor. Acaba de leer, por tercera vez, Federico, en carne viva. Sentados frente a frente, tomando una cerveza, me pregunta qué es para mí el drama inconcluso Federico, en carne viva, de José Moreno Arenas.

Las imágenes de los personajes de las obras de Federico se mezclan con los personajes de la obra de Pepe Moreno. Parece que sean los mismos, que compartan un mismo tiempo y un mismo espacio; pero no. Habitan en universos distintos. En el de Federico, él y Margarita han nacido de vientre de mujer. Bernarda Alba, Yerma, Pepe el Romano y otros han nacido del pozo de agua amarga. En el universo de Pepe cohabitan personajes que han sido de carne y hueso con otros que no, pero todos beben del pozo.

Federico, en carne viva, de Pepe Moreno, como las obras de Alejandro Casona, satisface solo con leerla –le explico a Ginés–. Es poesía. No puede ser de otra manera al tener como personaje principal al propio Federico. El personaje ha de hablar tal es el personaje: habla Federico, y a través de sus palabras conocemos sus pensamientos, sus ideas, sus emociones. José Moreno Arenas, para poder poner en boca de Federico las palabras que pone, se ha calzado sus neuronas; y para poder sacar a la luz las emociones, ha tenido que llegar al corazón del de Fuente Vaqueros. Y eso –te lo digo yo, Ginés– hace pagar un alto precio, una factura de sufrimiento. ¿Tú te imaginas penetrar hasta el corazón sin dolor? En Federico, en carne viva está el lenguaje de Federico; pero, por encima de todo, sus dolores, sus amores, sus penalidades, y sus noches de plata sin luna. No recuerdo haber visto ni leído el personaje de Federico con la autenticidad de este Federico de José Moreno Arenas, también dramaturgo de la Vega de Granada. Quizá sea por eso. Por eso y porque, además de que el texto rebose talento, la puesta en escena de Apasionaria es brillante y roza la excelencia.


Federico, en carne viva

Me doy y le doy un respiro a mi contertulio antes de proseguir con mi casi monólogo.

–Debes saber, Ginés, la importancia de las acotaciones o didascalias en el teatro. Las didascalias de Federico, en carne viva no son accesorias: son contenido esencial que señalan la intención del escritor; son como la especia que condimenta, que da sabor, que sala, que endulza, que pica, que amarga. Además, toda obra dramática ha de contener uno o varios conflictos. En Federico, en carne viva hay más de uno: entre Margarita y Federico por una concepción del teatro; entre Federico y los personajes que él mismo ha creado; entre Federico y el entorno social de Asquerosa y Granada; entre Federico y él mismo, su última obra; entre Federico y su amor por Juan; también con su musa, que quizá sea Juan, el amor; y, por último, con la muerte anunciada.

–Pues para mí –me dice Ginés después de haber escuchado, paciente, mi discurso–, la obra de don José Moreno Arenas me ha dejado, además de un sabor a lágrimas, una voz con la que sueño "una noche, sí, y otra, también", y que me dice: "He vuelto para deciros que no fui ni soy como os habéis empeñado en decir durante décadas".

Quedo aturdido. Lo miro.

–¿Nos tomamos otra cerveza? –le digo–. Sé que a beber cerveza vamos parejos. En cuanto al teatro, Ginés, creo que me has tomado delantera.

FEDERICO, EN CARNE VIVA

Autor: José Moreno Arenas

Directora: Elena Bolaños

Compañía: Apasionaria Teatro

Intérpretes: Rubén Carballés y Elena Bolaños

Vídeos: Matthieu Berthelot

Vestuario: Cristina Simón

Iluminación y Sonido: Matthieu Berthelot

Diseño del espacio escénico: Elena Bolaños

Fotografía y diseño gráfico: berth99

Comunicación y prensa: La Andaluza Creativa

Producción: Apasionaria Producciones

TEATRO CERVANTES. GÓJAR. GRANADA

23 de diciembre de 2017

Fotografías: José Manuel Ferro

35 FESTIVAL DE TEATRO DE MÁLAGA

Estreno 17 de enero de 2018

226 visualizaciones
bottom of page