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'La habitación de Verónica': Entre Manderley y el Motel Bates


La habitación de Verónica

La habitación de Verónica, el muy inteligente y funcional texto de Ira Levin, un autor que logró la fama por efectivos thrillers que conectaron con las inquietudes irracionales psicologistas y trascendentes propias de los años 70, debuta en la tablas hispánicas casi medio siglo después por obra y gracia de una arriesgada apuesta de Ricard Reguant y el teatro Reina Victoria.

La habitación de Verónica es una obra de intriga psicológica (cuanto menos o nada se cuente del, por otra parte, talladísimo argumento, mejor) que destinada a satisfacer y colmar al todo tipo de público, especialmente al más exigente, es decir al público, por paradójico que parezca, menos habitual de las salas.

Así, este cuento de hadas macabro que promete emoción, inquietud y desasosiego debe honrar su promesa a riesgo de caer en la inverosimilitud y que la obra se derrumbe, lo que exige que todos los implicados en su desarrollo y puesta en escena se pongan a su servicio como ruedas de un perfecto engranaje.

Ricard Reguant lo ha entendido de sobra y dispone, como un maestro de ajedrez, todas sus piezas en su lugar adecuado, las afina y las mueve en el momento exacto: la iluminación, los movimientos escénicos, la música están cuidadosamente pensados para implicar al público y llevarle a un lugar emocional que reconozca, ubicado entre Manderley y el Motel Bates, donde se encontrará con esa plaga de obsesiones mentales y psíquicas que el gran Alfred Hitchcock (pues La habitación de Verónica es, sin que sea desdoro, deudora del Gran Manipulador) plantó en eso que se viene en llamar Imaginario Colectivo.

Y claro, todo lo anterior sería imposible sin las piezas mayores, la pareja de reyes y de reinas, que recorren con enorme precisión y exactitud los escaques del tablero, atentos a las (muchas) necesidades de sus complejos personajes.

Así, Antonio Albella, ágil como un duende malévolo, aportará al suyo la engañosa fragilidad del egoísta; Javier Pascual, hará, con sobriedad, la difícil función de portavoz del espectador y compondrá, con necesaria frialdad, todos los matices de la traición; Lucía Gil será, por otra parte, el espectador y, tras conceder una enorme dulzura e ingenuidad a su personaje, le acompañará mientras se deshace antes los ojos de los espectadores; por último, Lara Dibildos resplandece, literalmente viviendo, todas las afiladísimas aristas de un complejísimo personaje a quien habita en su esplendor y su decadencia, en su soberbia y, sobre todo ,en su inmenso e implacable dolor.

LA HABITACIÓN DE VERÓNICA

Autor: Ira Levin

Adaptación y Dirección: Ricard Reguant

Intérpretes: Lucía Gil, Antonio Albella, Lara Dibildos y Javier Pascual

Escenografía: Carlos Abad Diseño gráfico y fotografía: Mark&Donat (Espacio Harley)

Peluquería y maquillaje: Maythe Prieto (Workshop Experience)

Vestuario: Víctor Vilas Díaz (Workshop Experience)

Música original: Alberto Torres y Javier Pascual

Ayudante de Dirección: Raúl Ibai Nuñez

Director de Producción: Miguel Molina

Distribución: Maribel Mesón

Productora: El Atiquito Producciones

TEATRO REINA VICTORIA. MADRID

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