Antes de comenzar el espectáculo, nada más ocupar mi asiento en la cómoda sala grande de los Teatros Luchana, en esos minutos que todos aprovechamos para curiosear el programa de mano, o echar un ojo a alguna de las revistas teatrales de turno, no pude evitar la tentación de escuchar la conversación que, animada pero sutilmente, dos señoras mantenían en la fila de asientos a mi espalda. En medio de la tertulia, una de ellas afirmó de forma vehemente: "Esto es algo moderno seguro. Parece que ahora siempre tienen que darle la vuelta y cambiarlo todo. Qué lástima, con lo bonita que era la obra original". Así, sin haber comenzado la función siquiera. Mi primera reacción fue de leve indignación ante lo que entendí como un prejuicio contra el teatro actual. La segunda, honestamente, fue de incredulidad ante el hecho de que la señora, efectivamente, se hubiera leído el texto de Tirso, y lo tuviera fresco en la memoria como para hacer una valoración tan contundente.
Sin embargo, es este el panorama ante el que se encuentra una compañía teatral, y más si es joven, a la hora de montar una obra del Siglo de Oro. Es un hándicap con el que se parte, pero con el que también se cuenta. Por todo esto, tiene aún más mérito el montaje de Don Gil de las calzas verdes, de la compañía Ensamble Bufo, un espectáculo sin complejos, trabajado y medido en todos sus detalles de principio a fin. La obra original de Tirso es rica pero enrevesada, siendo de valorar la dramaturgia realizada por Alberto Gálvez que sintetiza, limpia, comprime, airea y simplifica el texto, ayudando de esta forma a la fluidez y frescura de la representación. Las pequeñas referencias contemporáneas incluidas en el montaje son pequeños guiños que no afectan a la ficción, y sin embargo colaboran a generar complicidad entre los actores y el público, para que este se sumerja de forma más satisfactoria en el juego escénico planteado por el equipo creativo.
Iluminación, escenografía y vestuario, cuidados al milímetro, son aquí meros medios para contar la historia, una de las obras más logradas del dramaturgo áureo, en la que al fin la mujer deja de tener un papel pasivo en la acción, y toma las riendas de su propio destino, cosa poco común en su contexto histórico, pero con honrosas excepciones, particularmente en el teatro de Tirso de Molina. El juego es la tónica de la función, con música, canciones, bailes, constantes cambios de vestuario y localizaciones, y sobre todo, la muestra ante los ojos del espectador de todo el artificio teatral, reforzando el espíritu festivo de la obra. Y por supuesto, las interpretaciones, que son la auténtica base de este espectáculo, resultan impecables, demostrando el elenco en su conjunto una gran versatilidad, si bien destaca la actriz María Besant por su actuación rica en matices, llena de energía, con chispa en la gestualidad y una vis cómica despampanante.
Un gran trabajo en todo su conjunto y en cada una de las facetas creativas, que merece la pena disfrutar y del que el público al completo sale con una sonrisa y un gran regusto en la boca. Incluso la señora del principio. Y eso que las "cosas modernas" a ella...
DON GIL DE LAS CALZAS VERDES
Autor: Tirso de Molina
Dramaturgia: Alberto Gálvez
Dirección: Hugo Nieto
Intérpretes: Sara Moraleda, Natalia Erice, Jorge Muñoz, Maria Besant, Samuel Viyuela y Rafa Maza
Música original: Miguel Magdalena
Vestuario: Paola de Diego
Escenografía: Hugo Nieto
Iluminación: Felipe Ramos
Ayudantes de dirección: Didier Otaola y Yaiza Ramos
Producción ejecutiva: Javier de la Morena
TEATROS LUCHANA. MADRID