Decorado neorrealista.
La mesa despintada, la silla, la luz glacial.
La nada.
La noche oscura del alma.
Una mujer afronta sus últimas horas, hace recuento, examen de conciencia y dolor de sus pecados.
Está por ver si añade al cóctel propósito de enmienda.
Esta vieja historia tantas veces contada.
La carrera se ha acabado, no tiene sentido esperar al final, es tan inútil como innecesario.
La decisión está tomada.
Lo mejor es que sea rápido e indoloro.
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Y, a partir de ahí, Candela comienza a contar su historia.
Una historia como tantas. La historia de una mujer contada quien, desde su madurez, se da cuenta que ha vivido la vida que han tenido a bien determinar una madre absorbente, un marido indolente y una hija problemática.
Candela se da cuenta que es una mujer que siempre ha estado al servicio de los demás, que nunca ha sabido lo que es ser ella misma, que nunca le ha importado a nadie, que, en definitiva, nunca ha existido salvo para comer huevos y, encima, con amor.
Y ese momento crucial, cuando la emoción anuda estómago, garganta y corazón, lo interrumpe Candela, desarmada y desarmante, con una frase que solo está al alcance de los portadores de genes privilegiados…
“Con la poca afición que le tengo yo al suicidio”.
Y es que Candela no es Candela; Candela, llora, ríe, gime, canta, salta como Paloma Paso Jardiel que succiona hasta la última molécula del personaje para, como un duende o saltimbanqui, recorrer el escenario destilando el preciso texto que ha tallado Ramón Paso para contar la historia de esa mujer perdedora, honrando -como galgo de buena casta que es- el arma que ha sido siempre patrimonio (y privilegio) de su familia : el humor como cuchillo y lucidez, el humor para desmontar mitos, derrumbar vanidades, destrozar morales, barrer imposiciones y respetabilidades.
Así, a través del monólogo que Paloma Paso va decantando con precisión quirúrgica (se nota la sabia mano y tutela de Mariano de Paco) administrando silencios, apurando frases, concediendo gestos, colocando miradas, resaltando palabras la ominosa madre se convertirá en una patética vanidosa, el opresor marido en un haragán vocacional y la absorbente hija en una tontiloca entrañable.
Así, Candela, jugando con lo más sagrado, utilizando un luminoso sarcasmo negro, descojonándonos de risa, se da (nos da) una lección de deslumbrante supervivencia y ¿por qué no? redención mientras Paloma Paso Jardiel, como gran dama del teatro que es, como cómica de profesión y oficio que ejerce, nos concede una magistral, una de deslumbrante humanidad e interpretación. Lo lleva en las venas.
Nihil obstat.
HUEVOS CON AMOR
Autor: Ramón Paso Director: Mariano de Paco Serrano Intérprete: Paloma Paso Jardiel
TEATRO LARA. MADRID