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  • Foto del escritorNacho León

'Black Bird': Tierna y cruda historia de amor


Blackbird

En los últimos tiempos, asistimos a una reflexión profunda sobre los límites aceptables de determinados valores de la sociedad, como por ejemplo el humor, donde recientemente hemos visto sentencias condenatorias por simples tuits humorísticos, lo que nos ha llevado a plantearnos si la comedia debería tener límites. De igual manera sucede con la libertad de expresión, que juega en ocasiones en los límites del derecho al honor de ciertas personas. O la vigilancia que ejerce sobre nosotros el gobierno, la libertad sobre decidir sobre nuestro propio cuerpo (aborto, eutanasia),... Pero ¿y el amor? ¿Tiene límites el amor? Muchos podríamos pensar que el límite está en la voluntad ejercida por dos personas que, con absoluta libertad, deciden tener una relación del tipo que sea, mutuamente pactada y acordada. Pero, ¿y si la diferencia de edad es enorme? ¿Y si una de las partes es menor de edad, pero plenamente consciente de la que está haciendo? Con 17 años, la mayoría de los jóvenes son absolutamente dueños de sus actos. Pero, ¿y si vamos bajando la edad? Habría que analizar cada caso, sí, pero... ¿dónde está el límite?

Esto es lo que nos plantea, con total crudeza y sin medias tintas Blackbird, programada en El Pavón Teatro Kamikaze. La obra es un continuo ir y venir, desde un punto de vista hacia el contrario, mostrándonos consecutivamente ambas caras de la misma moneda, sin sutilezas ni eufemismos, sino de forma clara y contundente, como la vida misma. Con un ritmo sostenido y palpitante, el montaje hábilmente dirigido, no nos deja un segundo de respiro hasta bien entrada la obra. La tensión es palpable desde el primer minuto, en el que quedamos enganchados ante la magnitud de lo que al principio intuimos, y poco a poco se va desgranando. Las preguntan surgen en nosotros mismos, no porque el texto nos las lance como un desafío, sino por la absoluta imposibilidad del espectador de quedarse al margen ante lo que está viendo. Al pasar los minutos, es inevitable tomar partido, emitir un juicio y dictar sentencia. Tan inevitable como retractarnos al momento, y reconsiderar nuestra postura. Y así durante toda la función.

A pesar de ciertos momentos efectistas, quizás excesivamente sentimentales, la puesta en escena es impecable, con una ambientación perfecta, destacando la escenografía; el juego en los dos planos, el del presente, recreado por un espacio frío y aséptico inteligentemente diseñado, y el del pasado, con una preciosa y sugestiva maqueta, hacen que el espectáculo tenga una factura visual espectacular. Asimismo, las interpretaciones están a la altura de un maravilloso texto, yendo de menos a más, y con una Irene Escolar sobresaliente en tan complejo personaje.

Es curiosa la concatenación de espectáculos en la cartelera madrileña, pues si la obra Sed -con texto de Alejandro Butrón y programada hasta hace muy poco en el Teatro Lara- reflexionaba sobre este mismo asunto, pero desde un prisma bastante distinto, el de una persona que tiene ciertos impulsos pero renuncia a llevarlos a cabo, en Blackbird estamos ante una persona que no tiene estos impulsos, sino un deseo, un sentimiento puro de amor verdadero, por una persona que la sociedad del siglo XXI en la que vivimos nos marca que no es responsable de sus propios actos, y por lo tanto incapaz, real, legal y moralmente, de recibir ese amor.

Mezclando todos estos elementos, y aderezando el montaje con leves toques de humor negro bien encajados, encontramos un montaje frío y humano, duro y sensible, dulce y amargo. Una obra que va a las entrañas del público, en cuya mano está el cómo encajar los golpes de realidad que el texto nos plantea. Una apuesta por cuestionar los límites moralmente aceptables, que continúa en la valiente senda de programación en la que se ha embarcado El Pavón Teatro Kamikaze.

BLACKBIRD

Autor: David Harrower

Traducción: José Manuel Mora

Dirección: Carlota Ferrer

Intérpretes: Irene Escolar y José Luis Torrijo

Dirección de producción: Jordi Buxó y Aitor Tejada

Productor ejecutivo: Pablo Ramos Escola

Diseño de escenografía: Mónica Boromello

Ayudante de escenografía: Miguel Delgado

Diseño de vestuario: Ana López Cobos

Ayudante de vestuario: Sonia Capilla

Diseño de iluminación: David Picazo

Diseño de espacio sonoro: Sandra Vicente (Studio 340)

Audiovisuales: Jaime Dezcallar

Director de fotografía: Fran León Velásquez

Montaje y color: Daniel Aránega

Fotografía: Vanessa Rábade

Diseño gráfico: Patricia Portela

Ayudante de dirección: Enrique Sastre

Asistente de dirección: Lucía Díaz-Tejeiro

Una coproducción de El Pavón Teatro Kamikaze, el XXXIV Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid y Calle Cruzada

EL PAVÓN TEATRO KAMIKAZE. MADRID

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