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  • Foto del escritorNacho León

'Sed': Impulsos culpables


Sed

¿Se nos puede juzgar por deseos que solo están en nuestra mente? ¿Puede condenarse a una persona por un impulso que no elige tener, que nunca llega a realizar, pero que a la sociedad en su conjunto le parece abominable? Sin duda, legalmente, no es posible procesar a nadie por un delito que no ha cometido, sino solo imaginado. Pero… ¿y éticamente? Si dicha persona controla perfectamente sus instintos, pero no puede dejar de tenerlos, y nos pide ayuda, ¿se la ofreceríamos? A priori, todos diríamos que sí. ¿Pero y si ese instinto fuese violento o repulsivo, como el de un violador, o asesino? Más allá: ¿y si quien nos lo confiesa es la persona con la que convivimos?

Preguntas. Cientos de ellas, que se suceden la una a la otra, para las que no encontramos respuesta fácil. Y Sed no nos las resuelve. Ni es su intención. Las suelta, nos golpea con ellas, nos las grita a la cara, nos exhorta a tomar postura ante las situaciones que nos plantea, y lo hace de forma clara, cruda, directa a las entrañas. Alejandro Butrón, con un texto impecable, nos ofrece un conflicto que nos remueve por dentro, incómodo, difícil de digerir, que nos hace reflexionar y recalibrar nuestros estándares morales a cada paso. Y lo hace sin paños calientes, sin medias tintas, ni tampoco entrar en innecesarios detalles escabrosos, de forma elegante y contundente. Con lo difícil que es de encontrar una obra de estas características en el teatro de nuestros tiempos.

Un texto de esta magnitud requiere de una puesta en escena inteligente, medida y precisa, en este caso llevada a cabo a la perfección por César Barló, que crea una atmósfera densa, aparentemente diáfana, pero cargada de significado en cada detalle, asfixiante por momentos, que nos hace estar permanentemente con un nudo en la garganta y, sobre todo, en el estómago. A destacar en especial el espacio sonoro creado por Lisi Búa, sutil pero presente en todo momento, y el diseño del espacio escénico, con un precioso trabajo por parte de Juan Sebastián Domínguez; las piezas de Lego en las que se basa la escenografía, que se mueven, se apilan, y se convierten en diversos muebles, además de otros elementos de utilería, nos ubican sugestivamente en la acción, apoyan y llenan de significado y simbolismo la escena, y enriquecen la relación de los personajes entre sí y con el espacio, haciéndose más intensa y fluida. Además de funcional, el diseño es sencillo, elegante, vistoso, sugerente y evocador; un lujo.

Y otro lujo es la interpretación de Sauce Ena. Es una delicia verla transitar por todos los estados de ánimo por lo que pasa su personajes, todas sus disyuntivas, sus dudas, contradicciones, matices y ángulos. Gracias a su soberbio trabajo actoral, nos subimos al carrusel de emociones que vive la protagonista, y solo nos detenemos cuando ella se detiene, con una energía y una verosimilitud arrolladoras. A su lado, Mariano Rochman, que cumple en un personaje complejo, de evolución menos drástica, pero con una pulsión interna, latente, que desencadena toda la acción.

Estamos ante un montaje, valiente, complejo, incómodo, inquietante, amargo, y muy necesario. Obras así hacen falta en nuestro panorama teatral.

SED

Autor: Alejandro Butrón Ibáñez

Dirección: César Barló

Intérpretes: Mariano Rochman y Sauce Ena

Espacio y vestuario: Juan Sebastián Domínguez

Iluminación: César Barló

Espacio sonoro: Lisi Búa

Diseño gráfico: José Gonçalo Pais

Producción: Doble Sentido Producciones

Distribución: Mara Bonilla Distribución

TEATRO LARA. MADRID

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