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El Sol de York



Ricardo III

No descubro absolutamente nada si hablo sobre las maravillas del texto de Shakespeare, versionado en este montaje de Noviembre Teatro por Yolanda Pallín de forma elegante, sacando punta a su acidez. Y sin embargo, ¡qué necesario se hace volver a degustar sus virtudes! Las intrigas y luchas entre los Lancaster y los York, la sed de poder, el fascinante mal, la maquinación… En este Ricardo III vemos cómo se juega al todo por el todo en favor de la palabra, no caben los artificios, y en ello reside principalmente su valor.

Un estupendo conjunto de actores, en líneas generales, rodea a la presencia incontestable de Arturo Querejeta, un coloso que hace del escenario su hogar. Con media sonrisa, observamos a su Ricardo III, un personaje libre de cualquier maniqueísmo, mordaz y afilado como la hoja de un cuchillo; todo un recital de perversa seducción por parte de un experto intérprete que ha pasado por la piel de algunos de los mejores personajes del teatro universal y que, aquí, se corona por partida doble. Destaca, también, Rafael Ortiz en su doble interpretación de Clarence y Stanley: el uno frágil y quebradizo; el otro, oscuro y aguerrido.

Eduardo Vasco, por su parte, dibuja un espectáculo ágil y dinámico, con poderosos momentos dramáticos y, también, con momentos llenos de humor e ingenio (destáquense las diversas ejecuciones). Todo en la función está milimétricamente trazado por el director, de manera que viajamos cómodamente por las hebras de la historia con una sutilidad encomiable: los momentos musicales, las transiciones, el trasvase de los actores de unos personajes a otros… Todo funciona; excepto, quizá, alguna complicación para seguir el transcurso de las intrigas palaciegas. Por otra parte, la escenografía de Carolina González, versátil y funcional, resulta también de una gran belleza estética y un significativo contenido metafórico. Lo mismo ocurre con el vestuario de Lorenzo Capriles, que remite a la primera mitad del siglo XX y evoca una atemporalidad muy acertada.

Un montaje, en resumidas cuentas, de innegable atractivo y que se permite una muy conveniente licencia al final, cuando Richmond, tras vencer en la batalla de Bosworth, oír el alarido de Ricardo bramando: "¡Un caballo, mi reino por un caballo!" y ser coronado, adquiere las deformidades físicas y mentales de su sucesor, mostrándonos el ciclo eterno de las cosas, el ouroboros.

RICARDO III

Autor: William Shakespeare

Versión Yolanda Pallín

Dirección: Eduardo Vasco

Intérpretes: Arturo Querejeta, Charo Amador, Fernando Sendino, Isabel Rodes, Rafae Ortíz, Cristina Adúa, Antonio de Cos, José Luis Massó, José Vicente Ramos, Jorge Bedoya y Guillermo Serrano

Ayudantes de dirección: Fran Guinot y Daniel Santos

Fotografía: Chicho

Música: Janácek y Vasco

Iluminación: Miguel Ángel Camacho

Escenografía: Carolina González

Vestuario: Lorenzo Caprile

Producción Miguel Ángel Alcántara

TEATRO ESPAÑOL. MADRID

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