Una pareja abrazada, enroscada, intercambian caricias, despiden cariño y complicidad, mientras, los espectadores, sorprendidos y algo aprensivos ( nada desasosiega tanto como la intimidad) se van sentado…
Un rato antes, como cada siempre, Estela (Adriana Salvo) y Dámaso (Álvaro Quintana) se han reunido. Comienza la función, comienza el baile.
David Ramiro está entre bambalinas. Ha escrito este arriesgado texto para narrar y desentrañar la danza íntima, el duelo a cara de perro, el conflicto a bocajarro de dos amantes. Ocultos en su habitación, que es jaula y refugio al tiempo, Dámaso y Estela se dicen, se desdicen y se contradicen, se dan la razón y se llevan la contraria, se ensalzan y denigran, se niegan y afirman. Ambos se escapan de la sociedad durante las horas que pasan juntos, ambos la rechazan, ambos la aceptan.
La obra –excelentemente dirigida con exquisita sobriedad por el propio autor– somete a Adriana Salvo y a Álvaro Quintana a un tour de force sentimental, a una montaña rusa emocional, a, en cierta manera, un viaje iniciático que realizan a medias, física y mentalmente, como si fueran una hidra de dos cabezas que debe llegar al agotamiento para afrontar su separación.
Se salvarán, claro. Se rendirán a sus remordimientos, a sus egoísmos, a sus conveniencias y sobrevivirán, claro. Ella recuperará la risa, él la dignidad. Acordarán un pacto de sangre para no olvidarlo, para no olvidarse. ¿Concluirá está compleja, intensa y emocionante función?
LA CICATRIZ
Autor y director: David Ramiro Rueda
Intérpretes: Adriana Salvo, Álvaro Quintana/José Ygarza
Fotografía y arte: Sergio Lardiez Diseño gráfico: Sensa Design Iluminación y sonido: Daniel Esparza y Helena González Vestuario: ¡Qué Guapa! Director de producción: Eduardo de los Santos
Producción: SerieTeatro
TEATROS LUCHANA. MADRID