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El latido



La cocina

Tuve contacto con este magnífico texto por primera vez en 2010: allá en Sevilla, como estudiante de Arte Dramático, pude disfrutar de sus líneas e interpretar junto a mis compañeros a los habitantes de sus fogones; buenos tiempos aquellos, jugando a ser el Peter de esos hornillos. Así pues, comprendan que acudía al estreno con una ilusión inusual, completamente preparado para realizar mi pequeño viaje a la nostalgia y, por otro lado, también con un conocimiento avanzado del texto: a este montaje, que ya por sus características y número de actores (e incluso por el nombre de algunos de ellos) levantaba unas expectativas altas, yo añadía todos estos ingredientes propios. ¡Y qué buena experiencia, señores!

Es difícil prever el frenesí orgiástico que en no demasiado tiempo va a arrasar a una cocina que, de primeras, parece moverse en un plano calmado y sostenido, poblado por una numerosa troupe de pinches, cocineros y camareros a los que poco a poco vamos conociendo entre comandas y chismes. De algunos, incluso, llegamos a conocer sus sueños, en una de las escenas que más poso depositan en el espectador: contemplamos al desquiciado, aunque digno, Peter (Xabier Murua) y sus devaneos con la indecisa Monique (Silvia Abascal); al novato, y prontamente exhausto, Kevin (Alejo Sauras); a Robert, un chef malhumorado que solo piensa en su retiro (Roberto Álvarez); al genio incontrolable de Nick (Víctor Duplá), solo calmado por la encantadora Daphne (Marta Solaz); a los alegres Dimitris y Mangolis correteando por todo el local, siempre dispuestos para un chascarrillo que amenice la jornada laboral (Aitor Beltrán y Ricardo Gómez); a Paul y Ramone (Mario Tardón y Javivi), los simpáticos pasteleros, que se encuentran en su soledad; un carismático Hans, interpretado por un Pepe Lorente en estado de gracia; a Violet, la nueva camarera, que está acostumbrada a otro tipo de establecimientos (Xenia Reguant); a Max (Javier Tolosa), un carnicero dado a la bebida y no grato a lo alemán (la obra fue escrita no mucho después del final de la II GM y las tensiones aún se perciben); a Anne, la dama de los postres, templando la testosterona de los trabajadores, siempre femenina y armónica (Carmen del Valle); y también, entre otros muchos (que no por dejar de nombrarlos desmerecen en absoluto), vemos a Marango (Luis Zahera), el dueño del local, para el cual el mundo es una cocina… Algo que se extiende al resto de sus empleados: sus relaciones son efímeras, la incomunicación entre ellos es palpable y los sentimientos se encienden como chispas, surgiendo tan pronto como se diluyen la amistad, el odio y el amor.

En La cocina de Sergio Peris-Mencheta, que dirige con bisturí este artefacto teatral que funciona con precisión y elegancia, un reloj suizo concebido a cuatro bandas, asistimos, a fin de cuentas, a una Torre de Babel compuesta por alemanes, ingleses, irlandeses, franceses, griegos, chipriotas, polacos e italianos; una torre construida sobre el fino hilo de un funambulista: el equilibrio, que a veces deja un pequeño espacio para la risa y el jolgorio, pronto es ocupado sin remedio por “la bestia”, como Peter denomina a la cocina, en una fábula sobre el capitalismo y un ejercicio de deshumanización para todos los que forman parte de ese universo, que es, a su vez, un reflejo inequívoco de nuestra sociedad globalizada, donde los anhelos, la mayoría de las ocasiones, se apagan pronto, pero donde también el humor y los sueños son tabla de salvación para muchos. Y es que, como el propio Peris-Mencheta apunta:

«…Pero no es la deshumanización de los personajes lo que me interesa, sino precisamente el latido, los sueños y los anhelos que aún habitan en ellos».

En definitiva, el trabajo actoral es, en conjunto, brillante, así como también el trabajo escenográfico de Curt Allen y el movimiento escénico propulsado por Chevi Muraday. Huelga decir, además, que no es necesario vislumbrar ni una sola pieza de comida para oler los rodaballos y que este texto no ha perdido un ápice de vigencia. Y, así, más de dos horas de nuestro tiempo se comparten gratamente con esta nueva producción del Centro Dramático Nacional, en colaboración con Barco Pirata; un montaje que deja el listón bien alto y que debería servir como faro a la irregular programación de nuestros teatros públicos.

LA COCINA

Autor: Arnold Wesker

Versión y dirección: Sergio Peris-Mencheta

Intérpretes: Silvia Abascal, Roberto Álvarez, Fátima Baeza, Aitor Beltrán, Almudena Cid, Víctor Duplá, Patxi Freytez, Javivi Gil Valle, José Emilio Gimeno, Ricardo Gómez, Pepe Lorente, Óscar Martínez, Natalia Mateo, Xabier Murua, Diana Palazón, Paloma Porcel, Ignacio Rengel Lucena, Xenia Reguant, Nacho Rubio, Alejo Sauras, Marta Solaz, Romans Suárez-Pazos, Mario Tardón, Javier Tolosa, Carmen del Valle y Luis Zahera

Escenografía: Curt Allen Wilmer / AAPEE

Iluminación: Valentín Álvarez

Vestuario: Elda Noriega

Espacio sonoro: Pablo Martín-Jones y Héctor García

Movimiento escénico: Chevy Muraday

Cartel: ByG / Isidro Ferrer

Fotos: MarcosGPunto

Vídeo: Paz Producciones

Producción: Centro Dramático Nacional en colaboración con Barco Pirata

TEATRO VALLE-INCLÁN. MADRID

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