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'Una mujer desnuda y en lo oscuro': Dominguea el almanaque



Una mujer desnuda y en lo oscuro

Segundos antes del comienzo de Una mujer desnuda y en lo oscuro, contemplando la bella escenografía diseñada por Isis de Coura, plagada de maletas (maletas que van, maletas que vienen, maletas que añoran y, por fin, regresan), recordaba estos versos de Mario Benedetti:

“…No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda, Aunque el sol se esconda, Y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma Aún hay vida en tus sueños…”

Estas bellas líneas no forman parte del espectáculo. Pero sí lo son otras muchas hermosas palabras de la mente y tinta del espléndido poeta uruguayo: esas maletas a las que acabo de hacer referencia nos sitúan perpetuamente en el viaje, en el exilio que Benedetti sufrió desde el año 1973 tras el golpe de estado en su país natal hasta su regreso en el año 1983. En esos 10 años, Mario, separado forzosa y dolorsamente de Luz Alegre, su esposa, recaló en La Habana, Madrid, Palma de Mallorca, Buenos Aires, Lima… Y es este mismo trasfondo al que Una mujer desnuda y en lo oscuro, título homónimo del poema, nos transporta.

Mario Hernández firma y dirige con maestría un espectáculo que bebe profusamente de la poesía del autor, pero que en ningún momento deja desprotegido su tejido teatral: el recorrido por los textos del autor se lleva a cabo con dinamismo, encajado a la perfección en el engranaje teatral entre las vivencias del poeta, sus recuerdos, sus experiencias, sus ensoñaciones y los motivos que lo llevaron al exilio; un complicado equilibrio entre la poesía y el teatro, teatro poético o poesía teatralizada, que navega en ocasiones hacia la fina comedia y en otras hacia el drama desgarrador. Pero, sobre todo, se dirige imparable hacia el mecanismo de la nostalgia. Y lo hace con elegancia, con buen hacer y, sobre todo, con una honestidad que desarma, apoyado por la conocida letra y melodía del tango Volver, que funciona muy acertadamente como conductor musical.

Emilio Linder lleva a cabo una labor sublime sobre las tablas encarnando a Mario Benedetti, de tal manera que el uruguayo, tristemente desaparecido en el año 2009, parece de vuelta entre nosotros cargado de su compromiso, su amable ironía, sus versos, su voz calmada pero firme, su bondad rasurada y su recuerdo de la barbarie que en aquellos años le tocó vivir.

Esther Vega, por su parte, se desdobla para ser todas las mujeres y no ser ninguna; es un concepto, una idea, es la patria, es el cuerpo de un tango, el amor del que tanto y tan bien sabía hablar el uruguayo, es un par de hombres, es muchas mujeres… Y sobre todo, entre todas esas mujeres, es esa mujer desnuda de la que Benedetti nos habla en su poema:

“…Una mujer desnuda y en lo oscuro genera un resplandor que da confianza entonces dominguea el almanaque vibran en su rincón las telarañas y los ojos felices y felinos miran y de mirar nunca se cansan…”

UNA MUJER DESNUDA Y EN LO OSCURO

Autor: Mario Hernández

Dirección: Mario Hernández

Intérpretes: Emilio Linder y Esther Vega

Diseño y espacio escénico: Isis de Coura

Ayudante de dirección: Guillermo Rodríguez

Fotografías: Sergio Lardiez

Cartel: Rubén García

TEATRO LARA. MADRID

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