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Profesores de teatro: ¡Manden escribir!


Luciano Muriel

Diría que toda persona que se encuentra vinculada al teatro ha sufrido alguna vez, de un modo u otro, la discriminación de las masas. Es innegable que pertenecemos a un sector con una serie de adeptos que, aunque son fieles como los que más, resultan algo escasos y no cuentan con la visibilidad suficiente en los medios. Quizá sea por falta de empatía con el gran público, porque es un mundo muy sacrificado y en ocasiones no tan fructífero como debería, o por un mal marketing. Sea por lo que sea todos en innumerables ocasiones hemos formado parte del grupo de "los olvidados" o de "los apartados"; no obstante yo siempre he preferido pensar que no es por una cuestión de que nuestro producto carezca de interés. Si algo tengo claro es que la gente no va al teatro porque no sabe que le gusta.

Y este mantra que a menudo me repito me lleva a reflexionar sobre el sectarismo que envuelve al propio gremio teatral también desde el punto de vista pedagógico. Por fortuna existen infinitas escuelas de teatro por todo el país, sobre todo en las grandes ciudades, y por lo que puedo saber la mayoría cuentan con un alumnado que invita al optimismo. ¿Y si la forma de enganchar al público es enseñándole en primer lugar cómo se hace y se vive esto del teatro? Quizá esta sea una de las claves, y por esto mismo los que quieren dedicarse a vivir en el backstage de un modo profesional como los que lo tienen como un hobby se matriculan con la misma ilusión en estas escuelas, y a diferencia de los muchos que nos apuntamos, por ejemplo, al gimnasio, ellos nunca se borran.

Pero por desgracia, cuando alguien se apunta a hacer teatro, la mayoría de las veces sólo acaba recibiendo clases de Interpretación. En algunos casos, si se da la posibilidad de llevar a cabo algún montaje de fin de curso o similar, reciben algunas nociones de Dirección Escénica y Escenografía. Sin embargo, la Dramaturgia siempre queda al margen. La opción de trabajar sobre un texto ya escrito y consagrado suele ser la más cómoda y, quizá, la menos arriesgada a la hora de aprender. ¿Por qué conformarse con que un alumno sólo tenga asignaturas de Voz, Movimiento, Danza e Improvisación?

En mi formación como dramaturgo he contado con asignaturas vinculadas a todas las disciplinas del medio teatral, algo por lo que siempre estaré muy agradecido. No podemos limitar el hecho escénico a la Interpretación, por mucho que sea lo que más aspirantes recluta desde un punto de vista publicitario. La integración del resto de especialidades es necesaria en la formación del artista, y en especial la de la Escritura Dramática. ¿Acaso el acto de elaborar un texto no nos enseña a través de la propia semilla teatral la naturaleza del personaje, del conflicto, de la acción o de la situación dramática? ¿Acaso escribir no produce una catarsis igual de terapéutica y liberadora que la que el actor experimenta al subirse a un escenario? ¿No es más útil enfrentarse al drama en primer lugar desde el mundo de las ideas para más tarde hacerlo en escena a partir de su propia experiencia interpretativa? El alumno tiene el derecho y el deber de transitar por todos los territorios del proceso, puesto que al final el teatro no deja de ser un “todo” cuyas disciplinas se retroalimentan para crear un ser orgánico que necesita de cada uno de sus órganos vitales para existir y supurar Verdad por cada uno de sus poros.

Con todo esto lo único que pretendo reivindicar es la inclusión de asignaturas que abarquen la Dramaturgia y la Escritura Dramática en todas las escuelas de teatro. No sólo porque no se me ocurre una forma mejor de que los alumnos enriquezcan su proceso de formación artística, sino porque además disfrutarán al máximo del teatro, averiguando y sintiendo en sus carnes cómo nacen esos textos que luego con tanta satisfacción encarnan.

Apuesto a que la gente no va al teatro porque no sabe que le gusta. Y también apuesto que la gente no escribe teatro por la misma razón. Por ello, démosles a los alumnos la oportunidad de descubrirlo.

Luciano Muriel

Nacido en Arévalo, Ávila (1988) es diplomado en Guión de Cine y TV por la Escuela TAI de Madrid y graduado en Dramaturgia y Dirección de Escena por la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Teatro Castelló a Escena en 2016 y ha resultado finalista en concursos como el II Certamen de Literatura Queer de LUHU Editorial o la I Convocatoria de Guiones de Largometrajes de la Productora Artes Imaginaria. Entre sus publicaciones se encuentran Desde el Azul (LUHU Editorial), El cielo de Utsjoki (Editorial Fundamentos), La brisa del verano (Ayuntamiento de Arévalo) o El patio de mi cole (Revista Teatro Mínimo). Además, gestiona desde 2011 la compañía Limbo Teatro, donde ha escrito y dirigido los espectáculos Contigo todo perfect (2012), Luz frágil (2014) y Desde el Azul (2016).

Más información en su página web.

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