Teresa, esposa de Sancho Panza, desconfía de las correrías emprendidas por su marido en compañía del enloquecido Alonso Quijano. Para controlar estas andanzas decide enviar tras la pareja a su joven hija Sanchica, la cual le mantendrá informada, desfacerá los entuertos en los que se meta su padre y será suficientemente discreta como para que no se percaten de su proximidad.
Sanchica irá y vendrá por los caminos aquejada de unas inmensas dudas sobre su propio mundo interior. El problema que le atormenta mayormente es el amor. Sanchica muestra especial inclinación por Lope Tocho, un mozo "rollizo y sano" del lugar, según Cervantes. Y él también muestra interés por ella.
La confusión se plantea en el momento en que su padre Sancho Panza promete convertirla en princesa de la Ínsula Barataria. Este vertiginoso ascenso en la escala social le lleva a cuestionarse si no sería más apropiado buscar un pretendiente de mayor alcurnia que Lope Tocho para que se ajuste a su nueva posición. Esta acomodación amorosa es la que defiende su padre, mientras que su madre prefiere hacer caso omiso de los castillos en el aire que promete Don Quijote, y lógicamente presiona a su hija para que olvide tales fantasías.
La adolescente emprenderá un peregrinaje iniciático a través del cual escuchará las historias, recomendaciones y advertencias que le harán todas las mujeres que se encuentre a lo largo del viaje de persecución de su progenitor. Marcela, Dorotea, Luscinda, Maritornes, Quiteria y otras féminas -entre las que aparecerá Dulcinea en sueños (que monologará con un texto escrito por la propia Fanny Rubio Gámez), aleccionarán a Sanchica sobre lo que ellas creen que debe ser la actitud a tomar en relación con los hombres y con la vida. Toda una experiencia plagada de controvertidos puntos de vista que empujarán a Sanchica al mundo adulto y que le plantearán el valor de la decisión y la entereza. Sanchica tendrá que afrontar sus dudas para, finalmente, tomar una resolución desde su libertad como mujer y como ser humano.
Desde el plano de la ficción, todo este viaje iniciático es puesto en escena por dos personajes contemporáneos: dos actrices ("juglaresas") del barrio de Lavapiés, que establecen un puente con la actualidad.
Dramaturgia: Ainhoa Amestoy
Dirección: Pedro Víllora
Intérpretes: Lidia Navarro y Ainhoa Amestoy
Realización de muñecas: Gerardo y Toni
Realización de vestuario: Cornejo, José Arroyo y Sol Curiel
Maquinaria, electricidad y sonido: Antonio Rincón
Auxiliar de producción: Jesús Asensi
Producción: Estival Producciones
Distribución: A Priori
Producción ejecutiva: Alejandro de Juanes y Ainhoa Amestoy
Fotos: Carlos Melchor y Diego Torres Carrington
Vídeo: Amaya Murga
Música: Nacho Valcárcel y Miguel Ángel Suárez
Letra de la canción de Dulcinea: Fanny Rubio
Diseño de escenografía, vestuario y muñecas: Andrea D´Odorico
Iluminación: Marta Graña
TEATRO ESPAÑOL. SALA MARGARITA XIRGU. MADRID.