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Si lo han probado, lo saben



Los amores diversos

Oímos como se abren con tenacidad cerrojos y candados, tal vez largamente oxidados, para dar paso a una mujer, de quien pronto sabremos que se llama Ariadna, quien entra -hablando casual sobre trámites fúnebres- y queda, deslumbrada y demudada, ante una habitación alfombrada con libros. Empieza la noche de Ariadna o, lo que es lo mismo, la noche de Rocío Vidal, tanto monta, Ariadna no existe fuera de la piel de Rocío. Empieza la función para nosotros, deslumbrados espectadores…

Durante esa larga noche Rocío/Ariadna tendrá con su repentinamente fallecido padre el privilegio de la última y definitiva conversación y nosotros, espectadores, el privilegio de presenciarla, tan demudados y deslumbrados como ella.

“¡No pensaba que me ibas a doler tanto!” aúlla Ariadna y procede a hacer y rehacer su pasado, sus recuerdos y sus vivencias. Mata, necesariamente, a su padre para revivirle. En este juego del gato y el ratón consigo misma aparecerán las palabras que la han construido, las palabras necesarias, las palabras indomables y exigentes, como las que Cortázar usó para aprehender a la indómita y frágil Maga, como las que asfaltan las calles de Camelot e Ítaca, como las de los contundentes versos de Gloria Fuertes, las turbias estrofas de Cernuda y las rigurosas de Salinas…

Y no, está noche infernal, no solo se narra palabras, Quino Falero convierte el espacio escénico en una celda de libros que la enjaulada Ariadna recorre una y otra vez mientras estalla en sus (sabiamente administrados por Falero) gestos, decires y silencios, todo el ruido de la ausencia irrevocable durante la larga noche que avanza, imperceptible bajo la anímica y narrativa (si, estas palabras valen y hacen justicia) iluminación de la Compañía de La Luz.

Bien puede pensarse que la obra bien podría descarrilar en una banal rabieta o en un insulso berrinche: nada más lejos de la realidad, todo lo anterior se sostiene en un medido y ajustado texto de Fernando J. López escrito con técnica y sensatez y narrado con las tripas y el corazón.

Y es que Los amores diversos solo se puede escribir, dirigir, interpretar o presenciar después de habitar en ese territorio innombrable e incognoscible del que, parafraseando a Lope de Vega, solo se sabe si se prueba.

Apostaría a que Fernando J. López, Quino Falero y Rocío Vidal lo han probado, lo saben y así lo cuentan en está conmovedora, desolada y, en última instancia, feliz función.

Pruébenla.

LOS AMORES DIVERSOS

Autor: Fernando J. López

Dirección: Quino Falero

Intérprete: Rocío Vidal

OFF DEL LARA. MADRID

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