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Pequeñas grandes neuras



Pánico

Una manera de transformar un lunes gris, lluvioso y frío, que tiene todos los ingredientes para ser un día olvidable, es entrar en un teatro, a resguardo de las inclemencias climatológicas y que lo que ves en el escenario, transforme el gris de ese día en un arranque de semana lleno de risa, ternura, emoción, en definitiva, un lunes muy bien coloreado.

Así entré en el Teatro Lara este lunes 4 de abril, día de estreno, y me dejé llevar por la ingeniosa propuesta de Pánico. Me dejé llevar por el viaje de sus personajes, del miedo al amor, del amor al miedo y vuelta a empezar. Para concluir que es muy fácil ver el pánico en el ojo ajeno, pero no el miedo en el nuestro.

Leo está muerto de miedo e indecisión, totalmente bloqueado porque su novia le ha pedido que reflexione, que aclare sus ideas. Con ese estado emocional y borracho, aparece en casa de su amigo Max, quien lleva meses sin salir de casa, casi como un ermitaño. Leo pide a su amigo dos cosas, cobijo durante una semana y que, durante este tiempo, le ayude a aclarar sus ideas. Ante la insistencia de Leo, Max accede a realizarle una terapia exprés, pero recalcando que él no es un terapeuta. Mientras transcurre esta particular terapia, va apareciendo por casa Joni, hermano de Max y también amigo de Leo, quien con su carácter arrogante, un pelín egocéntrico y abrumador, se inmiscuirá en la terapia liando más a Leo.

Con estos ingredientes y con las particulares crisis que los personajes van pasando, económicas, amorosas, generacionales, estos amigos pasan de ser consejeros a aconsejados, de creerse en posesión de la verdad absoluta a no saber por dónde tienen que tirar, a veces desmoronándose por completo, otras, viendo la luz al final del túnel. Creándose situaciones de lo más hilarantes, con una comicidad brillante, gracias a que estos amigos poseen puntos de vista muy diferentes en cuanto al amor, la amistad o una película de Almodóvar. Su forma de ver el mundo hace que choquen entre ellos pero también les acerca un poco más a comprenderse y darse cuenta de que si son capaces de mirase a si mismos con amor, están a un paso de abrir puertas donde aparentemente sólo había muros.

Los tres actores estuvieron inmensos, manejaron sus interpretaciones con naturalidad, se compenetraron a la perfección y mostraron un coherente arco en sus personajes. Prueba de su buen hacer fueron las grades carcajadas del público y la gran ovación final. Me maravillaron.

La dirección es inteligente y muy sagaz, permitiendo que llegue al espectador de igual manera y en su justo momento tanto la risa como la reflexión sobre las pequeñas neuras de estos tiernos personajes, llevándonos por una segura pero intensa montaña rusa de situaciones y emociones.

La versión del Fernando J. López sobre la obra de Mika Myllyaho da en el clavo y la acerca muy habilidosamente a nosotros, a nuestra cultura, con puntos cómicos buenísimos y frases llenas de ingenio, de esas que uno recuerda con una sonrisa.

En definitiva, si les apetece reír, emocionarse, reflexionar y comprender un poco más sobre las pequeñas grandes neuras de la gente de hoy en día, y embarcarse en un viaje del miedo al amor, vayan al Teatro Lara y descubran si también son de los que ven el pánico en el ojo ajeno.

PÁNICO

Autor: Mika Myllyaho

Versión: Fernando J. López

Dirección: Quino Falero

Intérpretes: Guillermo Ortega, Felipe Andrés y Mon Ceballos

TEATRO LARA. MADRID

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