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Todo lo que estaba en la sombra, sale a la luz



La sinopsis del programa de mano de esta función concluye: “¿Hacia dónde se dirige la generación de los 80’s?”. Yo soy de la generación de los 80, concretamente de 1981, y el lunes tuve la suerte de dirigirme al Teatro Lara para ver este valiente, sensible, vibrante, profundo, visceral y necesario montaje teatral.

La acción arranca en una casita de pueblo, el día de su Virgen. Cinco amigos que hace años que no se ven, sin saber muy bien por qué, han quedado a comer. Para ellos, ese día también hay una efeméride, pero algunos lo han olvidado; puede que incluso a propósito.

A medida que van apareciendo los comensales, se palpa la tensión. Una tensión provocada por querer aparentar normalidad aunque por dentro estén llenos de miedos, dudas y reproches. El tiempo, la distancia, la necesidad de ir tirando, el miedo a que los demás vean lo que llevamos dentro, mantienen estos sentimientos cercados y sin salir a la luz durante los primeros compases del encuentro.

El propio desarrollo de la velada y el alcohol, que va quitando capas, hacen que poco a poco, esos sentimientos vayan aflorando y el cruce de dardos envenenados empiece a dispararse a discreción.

Todo lo que estaba en la sombra, sale a la luz.

Este repertorio de reproches, acusaciones, indirectas mal intencionadas y golpes directos está tan bien escrito, dirigido e interpretado que llevará al espectador de la risa al llanto, pasando por un buen número de emociones de los más diversos colores.

La obra está ingeniosamente dividida en las fases de una comida que se alarga hasta el día siguiente y, como si de un viaje se tratase, los personajes avanzan y van sorteando tanto las superficiales, como las más profundas y complejas emociones. Esas que al principio salen a cuenta gotas, para terminar siendo expulsadas a borbotones e inundando la casa.

El fin del viaje parece el punto del que partieron, aunque aparentemente con el fardo de emociones negativas y reproches más ligero, pero mostrando la misma soledad y el mismo aislamiento.

No nos mataremos con pistolas es una obra que puede ser el reflejo de un momento determinado de una generación, la de los 80, que yo me atrevería a extender a la de los 70.

Una generación perdida, confundida, que no sabe si la clave de la vida es el bien estar o el bien tener o quizá ninguna de las dos. Si la felicidad hay que ir a buscarla o viene a ti, si estar tan preparado ha sido una estafa o sirve para que hagamos en la vida lo que en realidad amamos. Esta apariencia generacional está sostenida por la profundidad de los grandes textos, tratando temas universales, atemporales.

Lo que yo me llevé a casa como tema central, es que esta obra habla del amor, no de la relaciones de pareja, sino de la relación más complicada que existe, la relación con nosotros mismos y cómo ésta se proyecta en nuestros amigos, nuestra sociedad y nuestra generación.

Todo esto se conjuga con una dirección sensible y exquisita, que utiliza las herramientas teatrales para llevar al espectador de la mano por el camino de la historia. Los momentos cumbre de la función que son acompañados de la música de la procesión, consiguieron ponerme los pelos de punta…

También me ayudaron las brutales interpretaciones de los cinco actores, que afrontan sus personajes con honestidad, sensibilidad, profundidad y realismo. Su talento llegó a cada rincón del Teatro Lara.

Por si os faltasen motivos para ir a ver la obra, sabed que este espectáculo es candidato a los premios Max a Mejor Espectáculo Revelación, y su autor y director, a Mejor Autoría Revelación.

Termino como empecé. Es una suerte que esta compañía valenciana se deje ver por aquí de una manera más continuada, porque ya estuvieron en el Frinje y en La Kubik con otro montaje que estoy desando ver. Imagínense que está función es un ninot, así que vayan a verla corriendo, antes de que arda. Aunque creo que dará mucho de sí…

NOSOTROS NO NOS MATAREMOS CON PISTOLAS

Autor y director: Víctor Sánchez Rodríguez

Intérpretes: Román Méndez de Hevia, Laura Romero, Lara Salvador, Bruno Tamarit/Toni Agustí y Silvia Valero

TEATRO LARA. MADRID

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