Con la sensualidad, la potencia, los bríos, el dinamismo y la velocidad de un pura sangre, la nueva versión de Equus, a cargo de Carlos Martínez-Abarca, mantiene al espectador en un galope constante que lo transporta por los laberintos de un thriller psicológico y lo asoma al abismo del ser humano.
La obra de Peter Shaffer, estrenada en 1973, sigue vigente en una sociedad que se sirve de las bondades de la psiquiatría, pero que también las cuestiona cada vez más, tal como ocurriera con la reciente Next to Normal, de Brian Yorkey, ganadora del Pulitzer. Y precisamente sobre este aspecto –qué es la normalidad– indagó Shaffer, quien luego de Equus regresaría a otra pieza inspirada en hechos verídicos: Amadeus, sobre el genio a quien la sociedad de su tiempo, ante la imposibilidad de comprenderlo, tilda de loco. Equus dispara interrogantes aún no resueltos por la humanidad: ¿Es posible “curar” un alma rebelde y violenta? También inglés, esta pregunta era la que realizaba Anthony Burgess en La naranja mecánica. ¿Es posible “institucionalizar” al hombre? ¿Es aquel que encauza al marginal verdaderamente libre o solo reprime sus instintos, atado a las cadenas de los parámetros de la civilización?
Un adolescente, Alan, llega a un hospital psiquiátrico, derivado por una jueza comprometida con su función. El joven debe ser tratado tras un violento e inexplicable suceso. Una noche, en el establo donde trabaja, les quita los ojos a seis caballos. El doctor Martin deberá indagar sobre los motivos de este hecho, acudiendo a la mitología (de modo reiterado repite que quiere visitar Grecia y se apela a los dioses y al modo en el que se los adoraba en la Antigüedad), a su propia experiencia profesional y también a su propia vida, con sus conflictos y sombras. Con un trabajo arqueológico y conductista buscará llegar al origen de la patología de su paciente, quien comienza a convertirse en un espejo del adulto, a revelarle rincones de su alma. La doble moral y una existencia insípida pueden ser tan peligrosas como el delirio místico, enfrentando al hombre a su precariedad y a su capacidad de daño.
Esta versión se representa en la sala Arte&Desmayo, un espacio recreado para esta puesta fiel a la original, pero con algunos elementos que la traen con éxito y verosimilitud al siglo XXI (no solo la pantalla con la que el médico se comunica con la enfermera, sino las menciones a los móviles y de la Red, sin desvirtuar el sentido primigenio). El espectador está muy cerca de los actores, de aquellos que componen a humanos, y también a los talentosos intérpretes que les dan vida a los caballos –centauros, en realidad– esos seres híbridos sobre los que escribe Schaffer, artistas de gran destreza y ductilidad, cuyos logrados movimientos, diseñados por Patricia Roldán, confunden por momentos al público, quien olvida que aquello que transcurre delante suyo es una representación. Roberto González, Íñigo Elorriaga, María Heredia y Pablo Méndez triunfan en este inmenso desafío físico (se prepararon para el papel visitando la asociación Madrid Help Horses). Hay que mencionar además el gran trabajo de diseño de sonido e iluminación, responsabilidad de Álvaro Gómez.
Esta versión está a la altura de las grandes producciones que adaptaron esta obra en escenarios comerciales, no solo por la dupla crucial de Sergio Ramos (Alan) y Juanma Gómez (Martin), dos pilares clave, sobre los que se va realizando una transformación. Ambos logran, en conjunto, y de modo aislado, escenas de hondas epifanías y de descubrimientos vitales. Ramos y Gómez son dos excelentes actores. También hay que destacar a la jovencísima María Heredia, con un trabajo notable, al que le imprime seducción, picardía, fragilidad, y, al mismo tiempo, carácter. Natalia Fisac (Esther) y Magdalena Broto y Pablo Méndez (los padres de Alan) completan esta compañía donde realizan también un logrado trabajo de composición. Hay un equilibrio en este trote escénico: todos marchan a la par en calidad, registro y entrega.
EQUUS
Autor: Peter Shaffer
Traducción: Natalia Fisac Versión, dirección y espacio escénico: Carlos Martínez-Abarca
Intérpretes: Juanma Gómez, Natalia Fisac/Elia Muñoz, Sergio Ramos, Pablo Méndez, Magdalena Broto, Roberto González, Iñigo Elorriaga, María Heredia y Cristina Arranz
Adjunto a la dirección: David Lázaro
Diseño de movimiento: Patricia Roldán
Iluminiación y sonido: Álvaro Gómez
Vestuario: Reyes Carrasco
Diseño y realización de máscaras: Guillermo Campa
Vídeo y making of: David Blanco
Realización de escenografía: Javier Gómez-Pastrana
Fotografías: Juan Millás (promoción), Beatriz Fisac Diseño gráfico: Roque Domínguez Prensa y comunicación: ARTEGB Producción ejecutiva: Sara Amo ARTE&DESMAYO. MADRID.