"El Cuerpo no es idiota, el Cuerpo no es pequeño, el Cuerpo pide a gritos no me dejes solo".
Partiendo de la base de que pienso que ninguna crítica, por profesional y argumentada que esté, será nunca totalmente objetiva, no voy a disimular en este comentario sobre El Cínico, recién estrenado en el Teatro Español, que tengo la suerte de conocer y haber trabajado con su artífice principal, Chevi Muraday, y que su forma, método e intenciones de trabajo en todo lo que hace, son tan personales, tan puras, tan cuidadas, tan humanas... Que cualquier espectáculo al que asista de este creador, siempre lo veré con los ojos apasionados de conocer o intuir todo el trabajo previo que hay para llegar hasta aquí, y el ilimitado placer y entusiasmo por trabajar que Muraday tiene y que contagia a todo aquel que tenga la suerte de estar colaborando con él.
En El Cínico, Muraday continúa la veta de exploración de muchos de sus proyectos, en la titánica ambición de hacer con cuerpo y texto una sola danza. Asistimos a la asfixiada existencia de un hombre solo, sin identidad, que ha ido rodeándose de objetos ajenos para construir una propia. Pero su conciencia, terrible, le empuja al desaliento, y le recuerda constantemente que no es nadie, que está solo, que su agujero subterráneo le ha convertido en una especie de eremita de sus propios recuerdos y de sus fantasmas imaginados.
En esta arriesgada y voraz apuesta escénica, nada del mensaje que Muraday, el dramaturgo Pablo Messiez y el director David Picazo transmiten, nada es evidente. La escenografía, un prodigio plástico, y también como construcción formal y funcional, evoca al conocido y casi patológico síndrome de Diógenes, por la acumulación y el abandono; pero nuestro protagonista evoca al filósofo cínico Diógenes de Sínope, que vivió como un vagabundo por las calles de Atenas en su constante búsqueda por encontrar "un hombre honesto". El cuerpo y la música intentan aquí encontrar tan altos términos, y cuando la palabra aparece es porque es imposible que no lo haga. Y entonces llega la explosión, el grito desesperado, una expiación personal, el tirar, literalmente, la casa por la ventana, limpiarse, purgarse, deshacerse, soltar amarras... Convertirse de nuevo en alguien nuevo, en algo nuevo.
Como decía, nada en El Cínico es evidente, ni su estructura y concepción escénica es teatro fácil, asequible desde una posición pasiva por parte del público. Para disfrutarla, para desentrañarla, uno no puede simplemente estar, tiene también que dejarse llevar por todos los estímulos que la obra provoca, que no son pocos: desde lo visual a lo sonoro, gracias a la música en directo absoluto, placentero y riguroso que regalan Ricardo Miluy con la guitarra y la voz, Pablo Martín Jones y Martín Bruhn con la percusión y los sonidos electrónicos, y la voz de Barbara Buñuelos (del grupo Elephant Pit) con la voz; estos artistas crean una banda sonora que es a su vez la conciencia, metálica, invasiva, juicio y espiral mental del protagonista, diálogo de sonidos y cuerpo, atmósfera opresiva y oprimida de una mente que es una habitación que se cierra, unas paredes que se pliegan y repliegan hacia dentro, hasta que no haya más solución que ser honesto.
Y el otro gran estímulo de El Cínico, es, y no podía ser de otra manera, el cuerpo de Chevi Muraday, lo que hace y trasmite con él, lo que éste provoca en su interior, en su emocionalidad, y en la de todos aquellos que le observamos. No es sólo su constante desafío a la gravedad, o la complejidad agotadora de su constancia, o el simbolismo de todo lo que hace (el dúo que tiene con el abrigo presente en la foto del cartel es sencillamente conmovedor), lo que finalmente más me emociona de todo lo que este intérprete hace, es pensar en la imposible posibilidad de que si El Cínico vagase hoy por las calles de Atenas, o de Madrid, o de donde fuese, podría encontrar finalmente a un hombre honesto: el protagonista de esta pieza, Chevi Muraday.
EL CÍNICO
Texto: Pablo Messiez
Dirección de escena: David Picazo
Elenco: Chevi Muraday (intérprete y bailarín), Bárbara Bañuelos (voz), Ricardo Miluy (guitarra y voz), Pablo Martín Jones / Martín Bruhn (percusión y electrónica).
Música original: Bárbara Bañuelos, Mariano Marín, Pablo Martín Jones y Ricardo Miluy
Producción ejecutiva: Amanda R. García Diseño de iluminación: David Picazo Construcción de escenografía: David Cubells Ambientación y atrezzo: Alessio Meloni Asistente de dirección / Repetidora: Manuela Barrero
Producción: LOSDEDADE. Compañía de danza contemporánea Cía. Residente – Ayto. Alcalá de Henares, Madrid.
TEATRO ESPAÑOL. SALA MARGARITA XIRGU. MADRID.