Al principio de esta semana estuve viendo una obra que me hizo sentir como si me estuviesen reteniendo contra mi voluntad mientras me golpeaban sin piedad una y otra vez con un texto tedioso enmarcado en una puesta en escena estática y plana. Esa obra estaba más muerta que viva, y sentí tristeza por las actrices a las que alguien había dicho una vez que estaban interpretando una obra de arte. Como consecuencia ellas defendían su "pieza- cadáver" con uñas y dientes (y sobre todo con dientes, pues las silbantes `s´s de una de las actrices sisearon sinuosas durante hora y media hasta hacerme oír el viento dentro de mi cabeza. Al día siguiente, acudí a "Nano Cabaret" para que me inyectara un poco de su fresca medicina y me hiciese olvidar el trauma sufrido.
En cuanto entras al teatro Alfil sabes que no te vas a aburrir. El ambiente es distendido, festivo. Se escuchan las charlas animadas del público, se respiran las ganas de diversión. Te tomas tu cervecita, si estás obsesionada con la escasez de público, como yo lo estoy, cuentas las personas que llenan la sala y te preparas para lo que será un espectáculo fresco y no una representación con grandiosas reflexiones e intelectualidades retórico-dialécticas sin acción ninguna, y por consiguiente, sin teatro.
"Nano Cabaret" es puro teatro. Protagonizado por Natalia Calderón y Maxi Mendia es una hora y algo de entretenimiento, animación, música y buen humor. Las canciones que escogieron garantizaban el funcionamiento de buena parte del show. Temazos desde jazz clásico hasta una tonadilla flamenca. A esto le añadieron una creación de personajes graciosísimos, en su mayoría totalmente idiotas (¡buena elección!). Aún así, la capacidad que tenían los performers para conmoverme aún rozando la pantomina, sostuvo mi atención durante todo momento. Me cayeron fenomenal en escena, y me sorprendí a mí misma pensando que me gustaría irme de cañas con ellos.
La estructura está dividida en sketches plagados de elementos absurdos como un hada de Disney que habla de sus ansias de encontrar un príncipe maltratador, o un guitarrista flamenco tocando el Ipad para acompañar el tema "Y sin embargo te quiero" en una escena basada en el programa Cantares, de 1978. En este fragmento, el ayudante de Estrellita Castro podría haberme matado de la risa si hubiera extendido un poco más sus pedantes parrafadas disculpándose por no tener la partitura o su instrumento para acompañar a la cantante.
En el texto se inscriben recursos ingeniosos como la divertida metáfora que surge hablando de las chicas modernas en los gimnasios, todas bebiendo sin cesar de sus botellines de agua: “¿parecen radiadores viejos, porqué tienen tanta sed?”, o la observación de Maxi en un monólogo en el que describe a su hombre ideal: “Yo no quiero príncipes azules. ¡los príncipes azules destiñen!”
Más adelante, este actor nos regaló un momento mágico cuando nos pidió que cerrásemos los ojos y nos entregásemos a nuestra imaginación al tiempo que él y su preciosa voz nos relataban el romance "El Enamorado y la Muerte". Por otro lado, la ingenua ilusión de la rubia tonta de Natalia es honesta y me la creí hasta el fondo, sorprendida después por la dura chica latina y sus “estás colmado”. Este show se enriquece sin duda de una mirada exterior que ha sabido construir desde el caos y que hace que los actores estén cómodos y libres. David Ottone (a quien no conocía y pregunté dónde estaban los lavabos al final de la representación), ha hecho un gran trabajo, pues se intuye en la puesta en escena una tercera mano amiga cuyas direcciones han servido para ayudar a los actores a sentirse bien encima del escenario, abiertos y libres para jugar. Así que desde aquí, ¡mi enhorabuena señor director! Y gracias por mostrarme el camino. Al servicio.
Durante este show reconocí en mí esa risa que me causa tanto placer experimentar: mi cuerpo emite una carcajada que emerge de dentro, de la tripa, de corta duración pero rotunda, sonora. Por eso, gracias.
Creadores e intérpretes: Natalia Calderon y Maxi Mendia
Dirección: David Ottone
TEATRO ALFIL. MADRID.