“Mary quiere abrir un centro suicida y se viste para el día de su muerte. Quiere volverse negra, quiere cambiar de piel. Esta mujer que aprendió a leer la vida en las lineas de la mano, recuerda sus marcas para siempre. Y como ya no ve, y toca más una pantalla que la gente que quiere, tendrá que morir, transformarse y volver a resucitar.”
El acento elegíaco de la sinopsis de La Piel no debería asustar a aquellos que temen ir al teatro para sufrir. En La Piel se siente, se ve y se percibe el dolor de alguien necesitado de reencontrarse con la piel, con la suya y con la de los otros, pero el tono nunca pesa tanto como el tema, por un muy bien avenido uso del sentido del humor, de la capacidad de reírse de uno mismo e incluso del suicidio, y sobre todo por el uso de la metáfora, tanto en la palabra como en los elementos escénicos.
Sustentada en una sola intérprete y en una sofisticada y multifunctional puesta en escena, La Piel funciona en todos sus códigos (y son muchos), tanto cuando se interpela al público como espectadores de una especie de peep show del sufrimiento y la pérdida del contacto humano de su protagonista; como cuando la escena se convierte en un eléctrico y aflamencado concierto de Tina Turner; o en un oscuro y atemporal mortuorio de cristal y claveles.
Tal vez la dramaturgia de sus primeros dos actos retrase algo la aparición de las poderosas imágenes que luego brotan en la escena, pero el imaginativo y valiente montaje de Valeria Alonso, el espectacular diseño de vestuario de Elisa Sanz, y sobre todo, el feroz salto sin red de su única y ponderosa intérprete, Teresa Rivera, hacen de este espectáculo una personal y original forma de expiación de una mujer que, como tantos de nosotros, parece atascada en una era de la comunicación en la que la comunicación más esencial de todas, la de la piel, ha parecido ser olvidada.
Lo que más destaca por tanto de esta función, y en especial del trabajo de su actriz, es la honestidad que demuestra con su voz, su cuerpo y sus palabras. Probablemente más cerca de su anhelo y sus miedos que de una interpretación común, La Piel está hablada y habitada por eso tan emocionante que se ve en el teatro menos de lo que pensamos: absoluta verdad. Lo que ocurre en escena está dicho desde la piel, desde lo que de verdad le ocurre al personaje de Mary, con el que en el fondo, más allá de urnas de cristal y vestidos de flamenca de cuero, es tan fácil reconocerse e identificarse.
Y finalmente, llegará ese cambio de piel, y con ella, la imagen más hermosa de todo el montaje, un final silencioso, poético, y efectivamente, tan elegíaco y metafórico ante el que no es posible no conmoverse.
LA PIEL
Autora y directora: Valeria Alonso
Creación: Teresa Rivera y Valeria Alonso
Idea e interpretación: Teresa Rivera
Voz en off "Siri": Andrea Trepat
Vestuario y escenografía: Elisa Sanz
Diseño de iluminación: The Blue Stage Family
Colaboración ténica: Noelia Tejerina
Fotos: Jean Pierre Ledos
Diseño gráfico: Guillermo Peiró
Edición sonora: Rodrigo Alonso
Producción: Maltrago Teatro y La Cabra Cia.
Distribución: Carlota Guivernau
NAVE 73. MADRID