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Silvia Marsó: "El teatro tienen que analizar la condición humana"

Foto del escritor: RedacciónRedacción


Silvia Marsó

Apasionada y embebida por lo que hace. Y contagiosa. Mucho. Se vuelca en lo que hace y lo que dice. Ha escogido el camino correcto, lo sabe y está a la espera de saber dónde la va a llevar. Nos lo cuenta.

Cuando me enteré de que iba a hacer 24 horas en la vida de una mujer lo primero que pensé fue "¿cómo se atreve?".

(Risas) ¡Todos decís lo mismo!

Es que cualquier lector de Zweig reaccionará con una cierta prevención.

(Risas) Es verdad. Pero a mí me encanta haber traído a España la versión de esa novela. Es algo insólito. ¡No lo ha hecho nadie!

¿Ha sido, es, lectora de Stefan Zweig?

Sí, desde siempre.

No es un autor que deje indiferente.

No, desde luego. Atrapa mucho, y lo ha hecho, a todas las generaciones y en todos los países. De hecho hay sociedades que agrupan a lectores y aficionados a Zweig que promueven estudios, realizan todo tipo de actividades y forman colecciones de sus obras.

La versión de la novela exige un espectador comprometido.

Sí, es verdad. Pero el teatro de La Abadía tiene esa clase de público, esos espectadores de calidad, muy cultos, que han visto cosas muy variadas, muy arriesgadas, de todos los países y que tienen, además, un compromiso personal y profundo con la cultura.

Su manera de escribir es muy personal, tan sobria, tan exacta y, sobre todo, con esa capacidad de meterse dentro de los personajes y trasladar una mezcla de sentimiento, análisis y psicología.

Es maravilloso en eso, en como captar el runrún que todos llevamos dentro. Se nota que era muy amigo de Freud.

¿Y cómo se atrevió sabiendo todo eso?

Verás, yo vi la obra en París y me quedé fascinada. No tenía la misma forma, se presentaba en una clave más de, ¿cómo decirlo?, recital que nuestra versión. Pero si tenía la misma música, orquestación, arreglos, etc. Me quedé traspuesta con la música pero sobre todo con el libreto que marca todo lo que pasa en la novela.

Bueno es que, a mi entender, la música es prodigiosa. Por una parte la partitura no corresponde a la de un musical al uso. Tiene mucho de cabaret "ilustrado" como lo que escribía Kurt Weill, o, salvando las distancias, Stephen Sondheim.

Sí, es cierto. Y sobre todo no sujetarse a ofrecer una canción tras otra. La música se convierte en envolvente y transporta de tal manera que yo ya no sé cuando cantamos y cuando hablamos.

Eso le iba a decir. El libreto es muy narrativo. Como no tiene que "detenerse" en estribillos o estrofas, la letra permite desarrollar el interior de los personajes y la música sus estados de ánimo.

Sí, es así. Tienes razón. ¡Vaya análisis que has hecho del espectáculo!

Gracias. Es que es muy difícil "traducir" una novela.

Y ésta más, que es una novela de sensaciones.


24 horas en la vida de una mujer

Es una obra que "pasa por dentro".

Sí, es una ensoñación.

La puesta en escena resalta la subjetividad.

Sobre todo acentuando la percepción y la mirada de la Sra. C. Cómo ve, por ejemplo, a las personas en el Casino o cómo es humillada…

La escena del casino es muy plástica, en la que la luz destaca las manos. Y en toda la obra la luz es un elemento narrativo más.

Lo es. Es un trabajo precioso. Desde la luz fría inicial, los cambios de luz en un escenario magnifico, imponente, como es el de La Abadía que para nosotros fue como un nuevo planeta al que tuvimos que adaptarnos.

Hay un dilema moral con las personas, algo que tiene que ver con la filosofía de Schopenhauer y Nietzsche, que tanto le gustaba a Zweig. Si nos dejamos llevar por una fuerza interior, por una voluntad, a la que no podemos gobernar ni resistir, ¿somos entonces culpables o responsables de lo que nos pasa?

¡Claro! Entre otras cosas eso aparece en la primera escena en la que la Sra. C ya es anciana y el maestro de ceremonias la está incitando y preguntando por la decencia o indecencia de la mujer… No sé si se entiende. ¿Desde abajo como lo viste? Ya que ahí se establece un debate… ¿Queda claro?

Sí, quedan claros los dos debates, el de la sociedad que juzga y el del conflicto personal.

Es importante que lo queden. Al fin y al cabo es el discurso de Zweig y no queríamos dejarlo de lado por el hecho de tratarse de un musical. Y además no queríamos contar solo la historia de amor, que es muy bonita pero está por algo, para mostrar la felicidad absoluta de la Sra. C. Cuando se han anulado las limitaciones de mujer, aristócrata, madre, etc., que nunca le han permitido serlo... alcanzarla... y en esas veinticuatro horas lo consigue. ¡Por eso la escena tiene que ser "pastelón" ex profeso!

Claro, es su referente, la manera en que ella se representa la felicidad.

Claro, como una adolescente en una danza ideal. Es una exageración de los números de Broadway que hemos buscado aposta, una sublimación de la felicidad rozando lo patético. ¿Se nota eso?

Se nota. Parecen Cyd Charisse y Fred Astaire bailando Dancing in the Dark.

¡Es eso! (risas)

La pasión de la Sra. C., como todas por otra parte, tiene algo de enfermizo. Ella se proyecta en él, convirtiéndole en un hombre ideal a quien tiene que redimir.

Es verdad. Ella quiere salvarle.

Y se enamora de la imagen que se hace de él, le recrea.

¡Sí! ¡Qué ilusión que lo percibas así! Eduardo García quería trasladar eso. Hay gente que se queda más con la anécdota y el argumento, que también es legítimo, y con el divertimento. ¡Has pillado cosas muy chulas!

Bueno, es que ahí están…

Es verdad. La obra tiene muchos aspectos y componentes. Y lo bonito es que cada persona, según donde esté en su momento vital, se queda con una u otra cosa. Habrá quien se quede con el erotismo, quien se quede con el argumento, habrá mujeres que entiendan a la Sra. C., que se queda sola cuando enviuda y sus hijos "abandonan el nido", habrá incluso quien se quede con la ludopatía… De hecho ha venido a vernos una asociación de ludópatas.

Es que la ludopatía del personaje masculino, su adicción, es el correlato de la pasión de la Sra. C. Todo cede ante ella.

Sí. Felipe Ansola está fantástico en ese papel que es el ángel y el demonio, es el doctor Jekyll y mister Hyde.

Es muy vulnerable, muy desvalido.

Sí. Es un perdedor, es un pobre chico. La Sra. C. ejerce de amante y de madre con él, no sabe separar sus roles entre el deseo carnal y maternal.


24 horas en la vida de una mujer

Algo que reflejáis muy bien cuando componéis La Piedad de Miguel Ángel.

¡Síiiii! ¿También has pillado eso?

Bueno…

Era mi deseo, que hubiera un momento para la Pietà, para reflejar la importancia del amor más grande, el de la madre y la luz que llega cenital…

Es conmovedor cuando le acaricia. Es como si la Sra. C. supiese que el final es inminente.

Sí, es verdad. Es una escena premonitoria en la que se resalta el "aire" a presagio que desde el principio tiene la obra.

Otro acierto es el personaje del narrador.

Sí, está muy bien. Y el mérito es de Nacho García ya que en la obra original solo cantaba dos o tres canciones y aquí es el hilo conductor, un cruce entre maestro de ceremonias y abogado del diablo.

Hablando de canciones, tiene usted un espectacular showstopper.

¡Sí! Un golpe hirió mi corazón, exultante y triste, en la que me dejo llevar por la y para la pérdida.

Por cierto, al verme tomar notas una señora delante de mí me dijo que le preguntase por el diseño de vestuario.

(Risas) Pues son de Elena Garay.

Parecen de polichinelas.

Sí, son como de cabaret alemán, a veces son como de Alicia en el País de las Maravillas, otras tienen algo de muñecos de títeres. Son maravillosos.

Es que todo en la obra está pensado para que funcione al máximo. La preparación tuvo que ser ardua.

Un mes y medio.

¿Solo?

Bueno, a ver, un mes y medio de ensayos. Y, aparte, Nacho y yo hemos estado "hablando" de la obra dos años.

La obtención de los derechos no debió ser "llegar y besar el santo".

¡Uyyyyy! Yo no sabía nada del mundo de los derechos. ¡Y ahora me lo sé todo! Tuve que pelearme con el ruso, que es el compositor, con los dos franceses que son los letristas y con los herederos de Zweig. Cuatro partes, cada uno de su padre y de su madre (risas), de un país distinto, con un idioma distinto y dos agencias. Hasta que pude firmar pasaron tres o cuatro meses. Ese fue el momento más difícil de mi periplo como productora.

Y lo consiguió. Está claro que el nombre de su productora es toda una declaración de principios.

(Risas) Lamarsó Produce (risas). ¡Con dos ovarios! Con perdón (risas), deja las cosas claras (risas).


24 horas en la vida de una mujer

No para quieta, es muy activa colaborando.

Con CIMA, la asociación de mujeres cineastas, con la plataforma de mujeres de artes escénicas, con la Unión de Actores… Siempre he estado ahí, con los colectivos de mi gremio. Me siento muy solidaria con todo el gremio.

Es más que necesaria la solidaridad.

Claro que la hay. Somos un colectivo de gente que estamos apostando por la cultura, dejándonos nuestras hipotecas, esfuerzo e ilusiones.

Hay gente que no cobra o solo cantidades hasta simbólicas.

Eso no debería ser así. En mi caso tengo un acuerdo con sindicatos y la Unión de Actores y todo el mundo cobra a fin de mes aunque yo pierda. Y pierde porque ahora mismo es solo inversión, inversión.

El sector esta descompensado.

Habrá que cambiar muchas cosas de las políticas y, sobre todo, buscar los patrocinios mediante la Ley de Mecenazgo. Aunque, la verdad, me preocupa más la parte artística, más que la económica.

Pudiendo hacerlo, no ha abusado de la televisión.

Bueno, yo podría haber hecho dinero en la televisión en la época en que se pagaba mucho y se podía pensar en ser la imagen de una cadena.

Ha sabido usar la popularidad como tarjeta de vista para acceder al gran teatro y conseguir que el público la siga.

Sí. La verdad es que me siguen, aunque en cuanto dejas de salir en televisión en la calle ya te dicen "¿qué hace usted que no la veo?". Pero prefiero hacer cosas que me llenen como actriz y que me den una satisfacción personal y emocional, que vayan más allá de estar en candelero.

Lo ha conseguido. Y, sobre todo, librarse de ser "personaje". Cuando otros actores estrenan obra el público va a ver al personaje televisivo, algo que a usted no le sucede.

Bueno, es que siempre he buscado la trasformación y hacer personajes muy diferentes. Todos los que me han ofrecido han sido, para mí, un reto. Ninguno ha sido fácil. Y los he afrontado con mucho miedo. Todos han sido, son y serán un parto. Devastadores, intensos, con una gran profundidad en todos los ámbitos.


24 horas en la vida de una mujer

Hace muchos años, cuando hizo La gran sultana, la vi por las calles de Almagro y estaba como en una nube.

Es que no hay otra manera de hacer estos personajes. Aunque yo no siga siendo el personaje, al salir del teatro llevas su alma. Y todo lo que te va pasando en la vida lo refieres a él y le trasladas las vivencias y emociones, en cierto sentido.

Los personajes nunca se acaban.

Claro que no. Yo sé que si hago la Sra. C. y voy a un concierto de Shostakóvich me va a enriquecer, como si voy a ver una pintura de Monet o veo Muerte en Venecia o leo a los clásicos alemanes. Hay personajes que te enriquecen y que los vas utilizando o ellos lo hacen contigo.

¿La Sra. C. la tiene "poseída"?

Bueno, es normal. Con un personaje así que necesita un bagaje para que se vaya enriqueciendo. Busco referentes en otras obras, no paro de leer a Zweig, quiero viajar a Viena para verla con sus ojos y a Escocia para verla con los ojos de la Sra. C. Disfruté muchísimo con Adiós a Europa. ¿La has visto?

Es una película extraordinaria sobre sus últimos días.

Sí, lo es. Es tan sorprendente que toda esa generación que surgió en la Viena de principios del siglo XX, de gente tan cultivada, tan inteligente, con tanta sensibilidad, tan amantes de las artes, una gente tan sofisticada… y sucumbiera ante la Primera Guerra Mundial.

Y el mundo cambió.

Sí. No se pudieron recuperar ni social ni emocionalmente. Y eso les llevó a la Segunda Guerra Mundial. Zweig no lo pudo soportar.

Se sentía acorralado.

Sí. Y no veía solución. Por eso se suicidó.

Entonces, ¿qué le ha enseñado la Sra. C.?

A ver, la vida te ofrece varios caminos y tú tienes que elegir… pero que hay uno de ellos que es iniciático y que te lleva a encontrar tu esencia... Si ese momento se pasa, si pierdes ese tren, si por lo que sea estás ciego y no lo ves, o estás condicionado por el entorno, por el "qué dirán", por la religión, por tu familia, ¿qué se yo?, por la hipoteca, por el trabajo que no te gusta…

¿Entonces?

Pierdes esa oportunidad y tu vida será otra, no la que el destino o tu esencia como ser humano te marcaba.

La Sra. C. lo consigue por un día.

Sí, se encuentra a sí misma y toma las riendas.

¿Y a qué coste?

A un coste enorme. Todos sus condicionantes externos están plasmados en la obra para que estos personajes sucumban, como su condición de mujer o la diferencia de edad. Mira a Macron… y estamos en el siglo XXI.

Es que en esto de la diferencia de edad solo tenía bula la duquesa de Alba.

(Risas)


24 horas en la vida de una mujer

Lo que sí es cierto es que la Sra. C. pagará toda su vida o, por así decirlo, expiará.

Tú lo has dicho. La obra es una expiación… por haber conseguido estar llena emocionalmente, algo que no estaba con su vida, aparentemente envidiable.

Y tiene algo de plegaria y de confesión.

También. La Sra. C. se crió en la lectura diaria de la Biblia. Venía de un mundo sobrio, espiritual que constreñía las pasiones. Y su único valor era la familia. Y cuando la pierde se derrumba.

Le han quitado, por así decirlo, el suelo que pisa.

Y se cae. Y eso ha pasado a muchas generaciones españolas.

A muchos nivele e incluso ahora.

Sí. Está pasando el fenómeno contrario. Hay una generación que está renunciando a la familia, a los lazos porque están luchando por conseguir trabajo, por encontrar una manera de prosperar, por adquirir y defender un estatus. Y cuando se dan cuenta, cuando lo han conseguido no tienen un entorno, lo han perdido por las circunstancias, por la larga crisis. Y se dan cuenta de que no poseen nada vital o emocional.

"La vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes" dijo John Lennon. Se han comprado con estatus la vida.

Y si no hay un Zweig que te lo haga ver, se darán cuenta cuando sean mayores.

Cuando hayan dejado de valer las reglas sociales por las que se han regido toda su vida.

Y ya es demasiado tarde porque ha llegado la vejez. Recuerdo que muy jovencita vi Muerte de un viajante de Arthur Miller, que es una de las funciones que más me ha podido conmover en la vida. Es la historia de un hombre que pasa su vida viajando por Estados Unidos para pagar la hipoteca de una casa para que vivan sus hijos. Y eso hace que no tenga relación con ellos. Y cuando llega el momento en que paga la hipoteca, se muere.

Es muy aleccionador.

Es que con el teatro aprendes. Ninguna obra, y mira que se han escrito millones, ha pasado la criba de los siglos si no es una obra maestra, si no enseña. Y si el público las sigue viendo es por algo.

Un público que cada vez se aleja más del divertimento.

Es verdad. La gente está harta de tanta superficialidad. Necesita verse en el espejo del teatro. Ya decía Bernard Shaw que "Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma", que es eso que se pierde con las redes, la inmediatez, la sobreexposición. Y con no tener tiempo para la contemplación, la escucha, la conversación o la lectura.

Y vuelve al teatro.

Sí. Tengo la sensación de que se está iniciando una nueva etapa en el mundo teatral español, con muchísimo más compromiso y contenido intelectual. Debido a la crisis se han hecho cosas estupendas de entretenimiento pero muy, muy poco constructivas para que la sociedad sea mejor. Y el teatro tienen que cumplir esa misión, analizar la condición humana. Si no, no lo hace solo entreteniendo. Y el público quiere más. Es nuestra obligación dárselo.

Retrato de Silvia Marsó: Tanya Lacey

Fotos de 24 horas en la vida de una mujer: Nacho Sweet

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