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Ernesto Arias: "¡Cervantes se merece una oportunidad!"

Foto del escritor: RedacciónRedacción


Ernesto Arias

Fascinado, con razón, por el Siglo de Oro prefiere no pensar que es uno de los que llevan el testigo de La Abadía y emplearse en entregar unos entremeses tan sinceros y brillantes, tan delicados y complejos, tan honrados y verdaderos como solo los puede hacer alguien que respira por todos sus poros Miguel de Cervantes para quien, humilde y firmemente, pide una oportunidad que, a juzgar por la obra de Ernesto, es más que merecida.

Todo empezó con un trabajo académico.

Inicialmente La Abadía me propuso que -para dar a un grupo de actores que había estado estudiando toda la temporada- buscara dos entremeses como, por así decirlo, trabajo de fin de curso y, a partir de ahí, La Abadía quiso seguir dando vida a la función y la adaptación se estrenó en el Corral de Comedias de Alcalá. Y ahora estamos aquí, con una escenografía nueva en la que nos hemos dejado la vida. Además, se tienen dos entremeses más "en cartera" que añadir a los del espectáculo anterior: El viejo celoso, La cueva de Salamanca y El retablo de las maravillas.

Que han sido, históricamente, los más representados.

Es cierto. Y yo quería evitar eso y a la hora de escoger vi una conexión entre La guarda cuidadosa y El rufián viudo llamado Trampagos. Una conexión un poco extraña, es cierto, pero conexión al fin y al cabo que obedece a la temática de Cervantes que es reiterativa en algunos casos. Y, curiosamente, creo que funcionan como espejos el uno del otro, así que decidí unirlos.

La guarda cuidadosa sí se ha representado.

Sí pero El rufián, en más de cuatro siglos, nunca.

Es que, de entrada, el lenguaje de El rufián viudo llamado Trampagos es toda una barrera: está escrito en toda una ¿neolengua?

Claro, Cervantes recurre a los términos de la germanía del mundo del hampa.

A lo que hay que añadir que utiliza muchas palabras del lenguaje culto que los personajes distorsionan y retuercen.

Te voy a decir una cosa desde mi desconocimiento; cuando leí la función me di cuenta de que Valle-Inclán tiene mucho de Cervantes aunque siempre se le asocie con Quevedo. Pero, en mi opinión, en El rufián viudo llamado Trampagos hay muchas expresiones con sonoridad valleinclanesca y, además, ¡está escrita en endecasílabos!

Si hace, por ejemplo, El retablo y mete este texto de "matute"…

Cuela, cuela, vaya que sí. Es un entremés que, si bien de entrada resulta desconcertante también es cierto que te quedas impactado y, en cuanto te sumerges en su estudio, te das cuenta de su potencialidad. De hecho, entre la oscuridad de El retablo y la luminosidad de los anteriores entremeses se encuentra esa función en una encrucijada.

Por otra parte La guarda es muy cervantina, los celos aparecen una y otra vez en su obra pero El rufián

Bueno, ya en Rinconete y Cortadillo se acerca a ese mundo del hampa cuando los personajes llegan al patio de Monipodio y establece la organización mafiosa de la época.

Aunque los mafiosos de El rufián son, de alguna manera, felices su gran problema es quien va a sustituir a la fallecida Pericona en los favores de Trampagos.

Sí, empieza con un duelo con mucha ironía y acaba con una fiesta y está lleno de música que los personajes bailan. Baila la gallarda, baila el villano, baila el canario…


Dos nuevos entremeses, "nunca representados"

Hay mucha música en la obra.

Sí, no quisimos acercar el universo de Cervantes al nuestro para que éste prevaleciese. No quisimos hacer, y dicho sea con todos los respetos, una modernidad con música enlatada o moderna. Entonces investigamos sobre cada danza y Javi García, coreógrafo que trabaja mucho con Nao d'amores, nos dio un taller de bailes de la época, bailes populares que se podían hacer con mucha frescura y de una manera muy frenética y, para rematarlo, Eduardo Aguirre también nos dio un taller sobre las músicas de la época para que fueran los actores quienes creasen la música y el ambiente.

La puesta en escena también es una declaración de principios.

La propuesta era tratar de elaborar una puesta en escena en la que no bajase nada del cielo, ni entrasen cosas, mecanismos o artilugios extraños sino proponer una escenografía fija y, partir de ahí, hacer algo con temática, tiempo y ritmo actual para que la gente de hoy en día lo disfrute.

Quien sí lo hace son los actores: despiden alegría de vivir y se transmite a unos personajes, solo en teoría, sórdidos.

Claro, esa es una de las cosas que tuve en cuenta durante el estudio de Cervantes, que las obras son una fiesta aunque traten temas profundos. Cervantes no lo es y yo quería que eso se plasmase en la puesta en escena y que ya están las cosas suficientemente deprimidas, suficientemente hundidas. Les dije a los actores que llevasen esa felicidad al patio para que el público salga con ganas de vivir.

La escenografía es lunar, lunática, alunada.

Sí, es una encrucijada entre dos calles: por cada una de ellas aparece un entremés y confluyen en la plaza. Se trataba de un ambiente urbano, que podíamos reunir en un cruce de algo que tiene que ver con el camino que tomas en la vida. Cada calle da a un mundo, depende de la que escojas.

Otro reto de la función fue cómo integrar al personaje a presencia de Escarramán, muy popular en el siglo XVI, pero que nada dice al espectador de hoy en día.

Cervantes retoma al personaje a partir de donde lo dejó Quevedo: cautivo y escribiendo una carta a La Méndez que ella responde y, bueno, es lo que usted dice, me pregunté "¿Y ahora qué? La función está solucionada y aparece este personaje del que no sabemos nada y que viene de otra obra".

¿Entonces?

Estudié mucho el personaje y Brenda y yo consideramos que, ya que aparece por sorpresa, había que crear en la dramaturgia una expectativa para su aparición que le fuese explicando gradualmente y todo fue encajando. Lo mismo hicimos con un llanto de Trampagos a la fallecida Pericona con el que empieza el texto, introdujimos la serenata de Vademécum que sacamos de El rufián dichoso.

También toman un préstamo de El Quijote.

Sí, el monólogo de la pastora Marcela.


Dos nuevos entremeses, "nunca representados"

Una espectadora detrás de mí exclamó: "¡Qué bien habla! ¡Dice las cosas de verdad!". Y tiene razón, el monólogos se dice decantando la palabra con sobriedad, serenidad y un puntito de melancolía.

Me alegra muchísimo oírlo, eso es que lo hemos trabajado bien. La cuestión era contrastarlo bien, ya que ella lo dice desde un balcón, con los universos que han ocurrido debajo. Cervantes es el rey de los contrastes, pero el universo de La guarda cuidadosa y el de El rufián viudo están poblados de personajes de condición muy baja: un soldado que no tiene nada, un sacristán que apenas tiene…

Para los recortes.

Cierto… un limosnero, un zapatero son oficios humildes y necesitábamos contrastar eso y "limpiamos" un poquito el monólogo de Marcela en El Quijote cuando cuenta su deseo de retirarse a hacer una vida natural.

Ese contraste idealidad/realidad es muy cervantino.

Sí, eso se da constantemente en su obra. El propio Alonso Quijano apuesta constantemente por un mundo de sueños y la realidad le está pegando bofetadas constantemente de la misma manera que al soldado o al sacristán de los entremeses.

Son personajes que necesitan del delirio para sobrevivir.

Aún más, lo necesitan para ser felices, para vivir plenamente. El soldado de La guarda cuidadosa tiene a Cristina ahí, encerrada e idealizada , pero es que no tiene nada más. Incluso Escarramán, que durante el viaje de vuelta del cautiverio dice que va a poner las cadenas en la ermita de san Millán de la Cogolla, en el momento que pregunta por la Méndez y ella no está pierde los papeles de una manera frenética. Así que, desde ese punto de vista, necesitábamos un personaje más centrado que combinase perfectamente el sueño y el ideal, que es Marcela. Ella va a estar sola en el futuro, dada su decisión de abandonarlo todo pero lo afronta con los pies en la tierra: su monólogo está en su punto justo por Cervantes.

Parece que se despide de ese mundo de alunados y dijera "no soy parte de vosotros".

Claro, porque esa es su fuerza precisamente. Marcela no quiere formar parte de una sociedad en la que tiene que estar sometida. Es el mismo mensaje actual de la libre condición de la mujer, que no quiere sujetarse. Marcela dice hace cuatro siglos: "No es no".

Marcela, que equilibra el mundo del sueño con el de la realidad…

Verás, me hacen gracia muchos estudios de Cervantes y su literatura que mantienen que lo uno o lo otro y, en realidad, en mi opinión, no es ninguno. La felicidad, el triunfo, el éxito en terminología cervantina, se encuentra en la combinación de esos dos mundos y, de alguna manera, es imposible alcanzarlo porque siempre tienes las premisas sociales, tus propias miserias, tus miedos que te impiden llegar a la plenitud.

Dos nuevos entremeses, "nunca representados"

Es curioso que Cervantes no se burle de los idealistas.

Es verdad. Y eso es algo que hemos trabajado mucho. Así como, por ejemplo, Calderón y otros autores áureos ridiculizan en sus entremeses a los personajes, Cervantes nunca lo hace. El personaje podrá hacer cosas delirantes y locas pero desde una lógica y una dignidad.

Cervantes es compasivo.

Si, y comprensivo. Son los condicionamientos o el contexto los que hacen que el personaje se comporten de una manera absurda. El ejemplo más claro es El retablo de las maravillas en que no se burla del pueblerino que finge que tiene visiones, al contrario, Cervantes resalta la humanidad.

Como en La guarda hace con el soldado.

Claro, no se ríe del soldado que necesita su ilusión, su ficción, para seguir adelante y no tiene, no tendrá nada más. Y yo creo que hay otro sentimiento en Cervantes que, al volver a España, tras finalizar su cautiverio, solicitó plaza en todas partes y nada le dan a cambio de su entrega en la guerra y en Argel.

En contraste con la pirotecnia y brillantez verbal de El rufián, La guarda es una comedia muy física.

Claro, así como los primeros entremeses se prepararon con un taller de Comedia del Arte, para esta obra no quise repetirlo porque vi Las princesas del Pacífico de José Troncoso, y me quedé intrigado por su mundo tan grotesco que era el que me convenía para los entremeses. Así que pregunté a José y me dijo que había trabajado la función con la técnica de los bufones.

¿Clown?

No, no es clown, es bufón y José me estuvo hablando sobre el mundo de los bufones y nos dio un taller de bufones y ese es el espíritu que le hemos impregnado a la función.

Hay situaciones beckettianas: "te entiendo, no quiero entenderte, damos vueltas para aquí, vueltas para allá, sin saber a dónde vamos…".

Yo creo que lo que hemos hecho es tratar de materializar lo que Cervantes dice en el texto. Hay un momento en que dice: "os seas guarda y ya verás cómo entran como mosquitos". Y esa es la imagen de mosquitos del soldado intentando detener a los pretendientes de Cristina. Cervantes es muy plástico y eso tenía que estar en la función y la puesta en escena.

La temporada anterior se repusieron los Entremeses de José Luis Gómez. Esta temporada, la primera de la tercera década de La Abadía comienza con unos nuevos entremeses de un "hijo de La Abadía".

¡No me había dado cuenta y prefiero no pensarlo! Aunque no sé si soy "hijo de La Abadía" en el sentido en que usted lo dice, si es verdad que es mi casa de teatro, entré muy joven en ella y he admirado, estudiado y sistematizado el trabajo de José Luis Gómez. Le admiro mucho y me he "torturado" por entenderle (risas). Me he nutrido de los directores y espectáculos que han pasado por este teatro.

¿En qué consiste el "estilo Abadía"?

Es mucho más que los espectáculos… son una serie de valores que yo comparto plenamente. Tanto que no se si sabré explicarme. Es algo muy personal. Es, sobre todo, un trabajo muy fundamentado en la palabra, en su uso, en la elocuencia del actor más que en artilugios escénicos, escenografía…

Su relación con los clásicos va más allá de La Abadía.

Sí, hice La lengua viaja a América y Cómicos de la lengua.

Ha descubierto un mundo.

No te quepa la menor. Y es algo que me encanta. Uno de los problemas de este país es que se cortó la transmisión cultural de generación a generación porque la gente con la dictadura se fue o la mataron. Lorca, por ejemplo, no puede transmitir. Imagina a un Lorca de setenta años hablando con un joven; ese chaval podría nutrirse excepcionalmente y, en ese sentido tengo un gran respeto y admiración a la gente que tiene experiencia. No hay cosa que más me guste que trabajar con gente con años de oficio, les adoro y respeto y para mí es un placer y un honor preguntarles cosas y aprender de la gente con la que he trabajado como Juan José Otegui, Ana Belén, Julieta Serrano o Emilio Gutiérrez Caba, o Ignacio Amestoy y Pedro Moreno quienes llevan la historia del teatro a cuestas.

De acuerdo con lo anterior, la gira con Francisco Rico ha tenido que ser toda una experiencia.

Sí, desde luego, tiene un carácter un poco especial…

Como buen tímido.

Cierto. Pero una vez entras en él y baja la guardia… como se entregue un poquito te da regalos impresionantes.

Adora el Siglo de Oro.

Sí, es verdad. Y me gusta mucho el verso. Creo que con Cervantes hay una cuenta pendiente; se le ha explorado desde todos los ángulos posibles menos desde el escénico y yo creo que tiene una potencialidad enorme y solo se ha representado la Numancia y poco más. Cervantes merece una oportunidad.

Que lleva siglos pidiendo desde el prólogo a la edición de su teatro reunido.

"Volví a componer algunas comedias, pero no hallé pájaros en los nidos de antaño". Es una maravilla, es conmovedor.

¿Y la obra que siempre ha soñado dirigir Ernesto Arias?

Más que una obra tengo una temática que tiene que ver, como no podía ser de otra forma y, desde este punto de vista… hace años, en los lejanos 80, vi un documental que se llamaba El caso 112. Me influyó de tal manera que siempre he querido hacer una función sobre ese tema.

¿Qué tema?

Bueno, yo te pediría que lo vieras porque si te lo desvelo pierde su fuerza. Solo te digo que tiene que ver con ese mundo del que hemos hablado, entre las ilusiones y realidad.

Fotografías de Dos nuevos entremeses, "nunca representados": Sergio Parra

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