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Carolina África: “No hay nada más difícil que tratar de ser sencillo”



Carolina África

Tiene las cosas más claras de lo que parece, de lo que ella misma cree. No da lecciones, se conforma con mostrar lo que ve, lo que ha vivido. No quiere deslumbrar, ni llamar la atención, se conforma con pasar desapercibida con sus (in)certidumbres y firmezas a cuestas. Es imposible no fijarse en ella. Afortunadamente.

Aquí la tienen.

“Todas las familias felices son iguales, todas las infelices lo son a su manera”. Después de ver sus obras enmendaría a Tolstoi: “Todas las familias felices lo son a su manera”. Todas las familias son felices e infelices, a su manera, y a veces por las mismas cosas.

En sus obras hay un momento clave y muy revelador, en el que los personajes quedan, juntos y en silencio, mirando el horizonte. Sí, mirar una puesta de sol es condensar en un instante un ciclo vital que conecta la vida y la muerte. Es un espectáculo maravilloso que nunca decepciona, se repite a diario y sin embargo siempre es diferente. Nos recuerda que todo empieza y acaba. En las ciudades no le prestamos mucha atención, pero en la playa, frente al mar, es un momento casi místico.

En Verano en diciembre un teléfono suena y suena… y se deja sonar. ¿Es más inteligente, temerario, inconsciente no descolgarlo? ¿Puede haber valentía en esconder la cabeza bajo el ala o mirar a otro lado? Hay teléfonos que traen noticias aterradoras que pueden quebrar una vida. Esa última llamada de Verano en diciembre condensa emociones contradictorias. Es un final que podría servirle de excusa a Paloma para no volar, contra todo pronóstico, a veces en las situaciones más terribles tomamos decisiones muy valientes (aún cuestionables moralmente) pero ella elige volar. Era un águila y no una paloma.

Tras conocer su obra me vino a la cabeza un texto extraordinario, Los autonautas de la cosmopista, un libro de viajes de Cortázar en el que logra algo casi imposible en literatura: narrar la felicidad. No lo he leído, aunque adoro a Cortázar. Gracias abrumadoras por la comparación pero yo no estoy segura de saber narrar la felicidad, es más, ni siquiera sé si soy capaz de definirla o saber en qué consiste para mi. Imagino que cada uno tiene sus propias creencia a cerca de lo que será esa cosa tan incierta que llamamos felicidad, sí me gusta retratar personajes reconocibles que quizá en su lucha diaria se cuestionan entre otras cosas cuál sería su felicidad.

Verano en diciembre o la familia de sangre, Vientos de Levante o la familia electiva... No lo había pensado, pero es cierto que hay claras diferencias entre la familia que nos toca y aquella que elegimos que son en definitiva nuestros amigos. Me gusta ahondar en los sentimientos que provocan ambas, hay aprendizajes brutales que nos vienen dados solo por estar cerca de aquellos que nos han visto crecer y nos hacen de lupa de aumento de nuestros temores, nos siguen definiendo por roles de los que huimos pero hay algo inexplicable que nos sigue devolviendo a la raíz. Igualmente creo en la amistad como uno de los grandes regalos que nos brinda la vida y nos la hace soportable en los momentos más difíciles.


Verano en diciembre

Verano en diciembre

Da la sensación de que Verano en diciembre se la ha “sacado” de dentro. Desde la escenografía (sofá de escay, mantel de hule, mueble de formica…) que remite a las clases medias…

… si tú supieras… cuando la estrenamos en La Belloch los muebles eran de una cocina vieja que mi madre iba a tirar… no te digo más…

… a unas situaciones cuajadas de cotidianeidad y unos diálogos llenos de naturalidad… Hay mucho de mi en esa función, en cierto modo es un homenaje a mi familia, a mis abuelas, a todas las mujeres que en mi familia han marcado mi vida. Pero partiendo de la autoficción he creado unos personajes que tienen sus propios conflictos y he tratado de ser honesta a la hora de no presentarlos como buenos o malos. Cada uno lucha con las armas que tiene.

A pesar de lo que pudiera parecer conseguir la oralidad en la prosa sin que suene a impostura o artificio requiere un enorme trabajo y un conocimiento muy profundo de los personajes. Efectivamente hay mucho trabajo detrás, no sólo tratar de definir a un personaje desde sus intervenciones, si no conseguir crear vida auténtica, presente y caminar en la delgada línea de lo poético con lo cotidiano. Puede parecer sencillo pero a veces no hay nada más difícil que tratar de ser sencillo.

Lo que me lleva a concluir que hay muchas vivencias en sus textos. Soy muy observadora, me gusta detenerme en detalles, son los detalles los que cambian las cosas. Hay situaciones que he vivido u observado de cerca que me han movilizado cosas importantes y trato de comenzar desde ahí un proyecto artístico. No tratar de dar lecciones sino mostrar un microcosmos donde sea el espectador el que saque sus propias conclusiones. Pienso que un camino para hablar de los grandes temas es partir de lo pequeño, de lo particular, lo que puede parecer anecdótico pero muestra algo esencial.

En este sentido, Pilar Manso borda (como, en el mejor sentido de la palabra, una María Luisa Ponte del siglo XXI) los personajes cotidianos: la madre más protectora y comprensiva que posesiva, la hermana bienintencionada pero un poco “plasta”… Pilar Manso es un animal escénico, una bestia parda que posee lo que a mi me gusta en un actor. Tiene raza, comedia, drama, vulnerabilidad, ojos brillantes y una emoción que pasa batería (como se decía antiguamente). Creo también que si Almodóvar la descubriera, no le importaría no hablarse nunca más con Carmen Maura. Y luego ella personalmente también es alguien excepcional y multifacética… sin ir más lejos es profesora de español y astróloga profesional.

Y, a la vez, es capaz de clavar el papel de una persona que vive embarazos ficticios… Y de extraterrestre si la pongo… lo puede hacer todo… una gran actriz lo hace todo o por lo menos se tira a la piscina, y Pilar va de cabeza y sin agua.


Verano en diciembre

La alusión a Mujercitas en Verano en diciembre es más que reveladora así como la necesidad de escapar de la realidad cotidiana. Es un, por así decirlo y en el mejor sentido de la palabra, un “Chéjov de Chamberí”. Hay resonancias de muchas obras: La casa de Bernarda Alba, Tres hermanas, Mujercitas... Universos femeninos con ecos invisibles. Lo de un Chéjov de Chamberí me encanta, pero mejor de Alcorcón, que me he criado allí.

Es que el que se ha criado en Chamberí soy yo... En Verano en diciembre hay tres hijas que, desde luego, no se meten en tres botijas. Laura y Virginia hacían el papel de Carmen. Ha sido muy bonito ver a estas dos grandes actrices y amigas compartir papel. Cada una lo hizo completamente suyo y ha creado una Carmen maravillosa y poliédrica. Es increíble cómo diciendo las mismas palabras son dos personajes completamente diferentes. El que haya visto las funciones con las dos sabe de lo que hablo. Paloma lo encarna Almudena Mestre dotando de una ternura infinita y con una luz muy especial; en las funciones de Galileo ha compartido el papel con Majo Moreno que es otra Paloma diferente pero absolutamente especial y emocionante. Paola Ceballos (que pudisteis ver en Vientos de Levante en una Pepa impresionante) ha compartido el papel de Alicia conmigo y me encanta verla aportando un aire muy fresco y matices que yo soy incapaz de dar. Las tres hijas las hemos representado seis actrices y es mágico ver cómo la familia se configura de manera distinta con cada una, los conflictos adquieren matices diferentes. Cada una ha completado el personaje haciéndolo suyo. Me gusta trabajar a favor de lo que aporta cada actriz y creo que en Verano en diciembre se ve claramente.

¿Se ofende si le digo que Lola Cordón les roba la función con su cierto “desvarío” de niña pícara? No me ofendo en absoluto, te doy la razón de los pies a la cabeza. Lola es un regalo. Ver a una actriz de 80 años hacer lo que ella hace es una lección de interpretación impagable. Es una GRANDE en mayúsculas.

Repite con ella en Modërna.

Modërna es un homenaje a Lola, a su vida real entremezclada con el teatro. Lola tiene 80 años, fuma, bebe, va a taichí y a inglés, ha hecho snorkel con nosotras el año pasado de gira en México y está en las dos últimas producciones de Angélica Lidell… Lola es MODËRNA y se merecía esta función en la que cumple además el sueño de interpretar los papeles que siempre quiso y no le dieron: Ofelia y Blanche Dubois.

Modërna es, además, todo un manifiesto. Pero también es un homenaje a la profesión teatral que ha batallado, que no está en primera línea, que ha sufrido los sinsabores, la intermitencia y la crueldad de este oficio. La dramaturgia de esta función la comparto con Julio Provencio, juntos nos hemos cuestionado qué es eso de ser moderno y hemos explorado otros lenguajes que también nos gustan combinando con el audiovisual, los micros, mejillones hablando en escena…

En la escenografía de Verano en diciembre hay una gran planta...

Cuando comenzamos a montar el texto el papel de la abuela lo iba a interpretar Carmen Belloch. Una terrible enfermedad en medio del proceso de ensayos se la llevó. Ella nos regaló esa planta cuando abrimos el local y pusimos su nombre a la compañía. Belloch significa “Bello Lugar” en valenciano y eso es nuestro espacio de trabajo de Peñuelas 61, un bello lugar que rinde homenaje a una gran actriz.


Verano en diciembre

Verano en diciembre

¿Y estará siempre? Sí, siempre estará. El día del estreno de Verano en diciembre mientras nos dábamos un abrazo antes de empezar, la planta se cayó al suelo (empujada por un taburete… quizá). El caso es que decidimos meterla en la habitación de la abuela, así las dos abuelas hacen cada día la función con nosotras.

¿Resultó difícil montar la compañía? Sí, crear una compañía teatral profesional y legal supone un esfuerzo titánico y muy costoso. Ser S.L, pagar autónomos, gestionar un espacio en alquiler, dar de alta… Es un trabajo infinito que no siempre tiene mucho que ver con las mieles que nos contamos en Facebook…

En La Penúltima, ¿trata los recuerdos como una recreación mental?

No podría decir que La Penúltima trate sobre los recuerdos; son dos mujeres enfrentadas a la pérdida desde lugares y caracteres distintos. Es un texto más onírico, con tintes de realismo mágico quizá las dos sí están ancladas a recuerdos, que a veces se distorsionan y nos parecen idílicos y otras es mejor mantenerlos vivos para poder sobrevivir…

En Vientos de Levante, una obra impensable sin Cádiz y en muchos sentidos el reverso de Verano en diciembre, habla de la amistad, es decir, de las familias electivas.

Repito que la amistad es de las cosas más bonitas que existen. Elegir a alguien para que forme parte de tu vida y te acompañe a lo largo de los años sin el lazo del amor sexual, es algo misterioso y maravilloso. Pero en Vientos de Levante también hay familia no elegida; la relación de Ascen y Sebas me parece fascinante. La familia puede ser demoledora pero también es incondicional.

En la obra se cita, nada casualmente, a Mary Poppins, una especialista en hacer de cada día, de cada situación, algo especial.

Mary Poppins sería en este caso el reverso del personaje de Ainhoa la escritora que, como ésta, trae el viento del este o viceversa.

Yo adoro la película Mary Poppins, desde pequeña. Ahora incluso me parece un gran referente de mujer feminista, maga, un personaje nada típico, poderoso, inteligente, no sexualizado (no pasa nada con el deshollinador), con ideas políticas. Un personaje protagónico encarnado por una mujer y que tanto escasean…

Y la encarna una deslumbrante y contagiosa Paola Ceballos.

Paola Ceballos es una Pepa alucinante, un personaje vitalista que si no es por el brillo de Paola no se sostendría fácilmente. Construir un personaje que trabaje de cerca con realidades tan terribles como la enfermedad mental o un centro de paliativos sin caer en la pena o compasión es muy complicado. Solo lo puede hacer una gran actriz que desprenda vitalismo, alegría y energía y esa es Paola Ceballos.

Ya había “tenido tratos” con dos de los grandes personajes icónicos de la infancia / madurez como Alicia y el Principito. Adoro los cuentos infantiles y lo inagotable de sus repercusiones en nuestra vida adulta. Con Alicia trabajé una creación colectiva a partir de Alicia en el país sin maravillas de Darío Fo y con El Principito en mi primera compañía, Arte sanas Teatro. Incluso hicimos una adaptación teatral con Bibiana Monje y Marina Larriera combinándolo con el film de Joseph L. Mankiewicz Eva al desnudo. Se llamaba El Principito al desnudo, una fusión brutal con la que obtuvimos muchos premios.


Vientos de Levante

Vientos de Levante

En Vientos de Levante se dice: “No me trates como un niño que no lo soy”. Tras ver la función creo que la frase debería ser “No me trates como un niño que lo soy”.

En ese momento hay también un reproche a una madre que con su bienintencionada protección castrante impide crecer a su hija. Es un dilema inacabable; para los padres siempre seremos sus niños y a veces nuestro miedo a crecer nos sirve de excusa para seguir siéndolo.

En cierto sentido la obra trata de cómo vivir con la ingenuidad e inocencia de la infancia.

La inocencia y sorpresa por la vida no debemos perderla, pero no podemos refugiarnos en la infancia cuando llega el momento de tomar ciertas decisiones vitales de a dónde queremos ir.

Es una obra “peterpanesca”. Los personajes del psiquiátrico a los que, en un auténtico tour de force, dan vida Pilar Manso, Jorge Kent y Jorge Mayor, son los niños perdidos de Nunca Jamás.

Son eso y mucho más, es difícil definir la locura y más difícil discernir la frontera que nos separa de ella. ¡Ay! Esos locos cuerdos que dicen verdades y están libres de nuestra propia locura social… ¿quién es aquí el loco?

La obra trata sobre la serenidad como una actitud necesaria para afrontar la vida, en este caso, ante el problema de la ELA de uno de los personajes.

No necesariamente hay que afrontar la vida con serenidad, cada uno lo hace como puede desde su temperamento y sus vivencias. Una situación terrible como padecer ELA te confronta con la vida y con la muerte de manera más inmediata aunque el final –tarde o temprano- va a ser el mismo para todos. La muerte nos puede provocar a todos sensaciones distintas: miedo, rabia, dolor, injusticia, paz, descanso.

Algo que trata de mostrar Vientos de Levante es que ya que la vida tiene un final, al menos, culminémosla haciendo todo aquello que queremos mientras podamos.

En la obra se dice que las personas, al final de su vida, “hablan de sus viajes y de sus hijos”, es decir, de sus momentos extraordinarios y de su legado.

Esa frase me la dijo un profesional del área de cuidados paliativos de Cádiz al que entrevisté cuando estaba escribiendo la función. Me hizo pensar mucho en eso… vivimos de espaldas a la muerte como si al no hablar de ella no existiera. Si fuéramos más conscientes -para bien- de ella, aprovecharíamos mejor el tiempo y lucharíamos por arañar instantes de felicidad.


Vientos de Levante

Vientos de Levante

¿Sus momentos extraordinarios?

Quiero disfrutar de un buen vino, de una buena cena, viajar, leer, aprender y amar, amar mucho.

¿Su legado? Mi legado no lo sé, yo quiero vivir rodeada de gente a la que quiero y me quiere, quiero seguir escribiendo, actuando y creando porque me hace feliz y me gusta.

¿Se da cuenta que los personajes que interpreta en sus obras siempre son personas en una encrucijada tras una decepción vital?

Je, je, je… no lo había pensado… pero… eso es la vida ¿no? Encrucijadas de las que sales para meterte en otras… decepciones, celebraciones, tristezas, alegrías y ganas de seguir adelante.

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