top of page
  • Foto del escritorRedacción

Toni Acosta: "Si la vocación es real, es inevitable"



Toni Acosta

Aunque ella no lo sepa es más sabia y firme de lo que cree. Está llena de certezas plagadas de dudas, como debe ser. Su constancia no ha matado su ilusión, su experiencia no ha liquidado su ingenuidad. Es cauta y determinada, se ha formado en magias y batallas. Observa, aprende y decide. Es "inevitable"...

¿Cuándo supo que había vuelta atrás? ¿Que no era una afición, era un modo de vivir?

No estoy segura de tener una respuesta. Quizás siempre hay una vuelta atrás. Solo hay una vida, ¿no? Habrá que hacer todo lo que queremos hacer en ésta. Igual acabo siendo escritora, que es una de las nuevas pasiones que he descubierto. De momento soy actriz. Todo mi mundo gira en torno a eso. No me imagino siendo otra cosa. Pero la vida siempre te sorprende. Eso sí que lo he aprendido.

Y vino sola a Madrid a vivirlo.

Es que era "inevitable". Cuando ahora me encuentro a padres preocupados porque sus hijos quieren ser actores, o directores o dedicarse al mundo artístico de alguna forma, siempre les digo: "Más te vale ayudarle, ponerte de su parte, porque si es real, no lo vas a poder evitar". Es así. Si la vocación es real, es “inevitable".

¿Qué obras, escenas, situaciones le han impresionado?

Ser actriz me ha convertido en una observadora nata. Prácticamente en todas las situaciones que vivo, cotidianas o no, hay una parte de mí que está observando preparada para si un día en el futuro tengo que hacer esa escena. Yo no tengo escuela. Tengo una técnica mía, intuitiva y aprendida de haberme equivocado mucho.

¿Y sus maestros?

Mi maestro es Corazza. Me enseñó a escuchar. Y un par de ejercicios que me acompañan siempre. Pero con quienes he aprendido de verdad es con los directores que he currado: Natalia Menéndez, Verónica Forqué, Quino Falero, Nilo Cruz, Fernando Soto… Ellos me han ayudado a ser la actriz que soy. Y viendo teatro. Soy una esponja. He visto a Nuria Espert mucho y a Carmen Machi también y a Verónica y a Nathalie Poza y Pilar Castro. Aprendo mucho viendo currar a las compañeras a las que admiro.

"A veces no es magia, a veces es una batalla" ha dicho sobre la interpretación.

Es que es así. A mí me encanta la magia. Y la he vivido en bastantes ocasiones. Y es a lo que aspiro cada vez que empiezo una función. No quiero convertirme en un funcionario (en el buen sentido de la palabra) y hacer siempre lo mismo. Fíjate, yo estudié Derecho. Acabé la carrera. Si no buscara la magia, podría haberme preparado unas oposiciones y punto.

¿Y la batalla?

Hay días en que la magia no aparece. Y hay "resistencias". Tu cuerpo no responde igual, pasan cosas incontrolables como un fallo en las luces o en la música, o un compañero que no entra a tiempo. Pasan cosas. Y entonces hay que "tirar" de técnica y hacer la función lo mejor que se pueda. Y llegar al final y que el público no se entere es ganar la batalla. Pero cuando aparece la magia… ¡Ay!… No hay nada comparable en el mundo… Una función mágica es LO MÁS.

En 2012 realizó una conmovedora interpretación de la, aparentemente fría y cruel, Irina de la inmortal Gaviota de Chéjov.

Me gustaría volver a hacerlo, no te digo más. Es un personaje conmovedor, lleno de matices. Es una víctima de sí misma. Es una actriz que se hace mayor. Creo que es uno de los personajes más complejos que he hecho nunca. Y Rubén Ochandiano, que sabía perfectamente hasta dónde podía llegar yo, me dirigió de una manera soberbia.

Con Irina deslumbró a propios y a extraños.

No sé… Aún hay gente que la vio que me lo recuerda. Gente a la que admiro y que creo que descubrió en esa función una faceta mía que antes no había visto.

Lo volvió a hacer con Ismena en la Antígona de Jean Anouilh.

Ismena fue difícil, porque tenía sólo un par de momentitos para enseñarla y el espacio era tan grande que a mí me daba miedo que se perdiera. Me hubiera gustado disfrutarlo más. No tuvimos gira. El proyecto se frustró muy pronto. Pero siempre intento quedarme con lo bueno. Carlos Dorrego, Nawja Nimri y yo seguimos proyectando trabajos juntos. Y actuar en la sala grande del Matadero es un sueño cumplido.

También con Rubén Ochandiano en la dirección.

Rubén y yo estudiamos juntos en Corazza. Él sabe. Él me sabe dirigir. Conoce mis miserias. Mis virtudes y mis carencias. Así que con todo eso me va guiando.

Su papel en De mutuo desacuerdo parece tallado a medida.

Cuando empecé a ensayar la función, yo no conocía de primera mano lo que era un divorcio. Así que no, en realidad leí mucho y me basé en muchas amigas mías que vivían una situación parecida al personaje de Sandra. Además, hay una novela de Fernando que sirvió de base al texto teatral. Me costó entender el tipo de madre que era Sandra. Yo no soy así. Yo soy una madre súper protectora. De hecho, entreno para no serlo tanto.

Y ya en el estreno en Madrid…

Lo curioso es que cuando entramos con la función en Madrid, yo me acababa de separar. La vida siempre te sorprende. En realidad, el camino fue al revés. Sandra me enseñó a mí a hacer las cosas bien. Ella mete la pata todo el rato. El texto de Fernando es buenísimo y el retrato de las mujeres de mi generación es perfecto. Pero no. Cuando empecé a ensayar la función (pese a lo que pueda parecer), Sandra estaba aún muy alejada de mí. Después de hacer esa función me he planteado muchas veces la pregunta de si somos los actores los que elegimos el texto o es el personaje el que nos elige a nosotros.

A De mutuo desacuerdo le debe una pareja artística de ley: Iñaki Miramón.

No sé cómo empezar a hablar de Iñaki. Es tan buen actor, tan buen amigo, tan buen compañero en escena. De hecho, el texto lo encontré yo y se lo pasé a él mientras grabábamos la serie Con el culo al aire. Yo quería trabajar en teatro con Iñaki, porque en la serie nos entendíamos de maravilla. Lo que más me gusta es que trabajamos de maneras muy diferentes. Iñaki tiene mucho callo, muchos años a sus espaldas de profesión y se ríe mucho de mí cuando “entro en barrena” buscando y buscando de dónde viene cada palabra, cada intención. Él lo hace. Punto. Y lo hace bien. Muy bien.

Son cómplices.

Nos miramos y nos entendemos. Yo podía incluso intuir si le estaba pasando algo. Y él conmigo igual. Podía anticipar si se le iba a olvidar una frase. Y él conmigo si yo estaba "atascada". Una de esas funciones que son una batalla. Le amo. Como se ama en esta profesión a los compañeros. Solo pido que alguien nos vuelva a juntar. Y además creo que la gente no sabe aún qué buen actor es Iñaki. En este país nos pasa. Te ponen la etiqueta de cómico y cuesta mucho sacarte de la comedia. No es una queja, ¿eh? ¡Que viva la comedia! Pero sí deseo para Iñaki Miramón que algún director le dé la oportunidad de enseñar su vena dramática. Porque más de uno iba a flipar.

Por cierto, hace poco rodaban por ahí unos tuits en los que aparecía "tramando" con Quino Falero y Fernando J. López.

Queremos hacer un monólogo. Estamos en ello. Hasta ahí puedo leer. Pero no es fácil. Por cuestiones de fechas y porque supone hacerlo todo nosotros. Queremos que sea algo muy especial. Y queremos repetir equipo: Fernando, Quino y yo.


Toni Acosta

¿La estupidez es una obra con la que hay que pelearse? ¿A la que hay que domar?

¡La que más! ¡La más difícil a la que me he enfrentado nunca!

Dentro de muchos, muchos años podrá contar, para perplejidad de quienes le escuchen, que algunos de los mejores momentos de su vida los pasó en un motel, cercano a Las Vegas, mientras crecía La estupidez.

Creo que es otra función distinta ahora a la primera. Jajaja… Cuando estrenamos en el Matadero, en la Sala Max Aub, estábamos (creo que todos y por eso hablo en plural) muy preocupados por "hacerla", porque son tres horas de función y porque son muchos personajes y porque cuando estrenas, el caballo aún no está domado. Ahora la disfrutamos tanto. Es tan ANIMAL lo que hacemos, que es esa sensación todo el rato de vértigo, de ponerte a prueba, de ver si eres capaz. La experiencia de La estupidez me ha aportado "callo". Sobre todo sentir que soy capaz de hacer algo tan difícil. Y conocer a unos compañeros maravillosos que me llevo ya para toda la vida.

En La estupidez se desencadenan todo tipo de situaciones emocionales y emotivas toda velocidad.

La función es IMPOSIBLE. Es una hazaña que hayamos sido capaces de hacer cinco semanas seguidas a seis funciones por semana. Tiene una exigencia física brutal. Y de texto y de concentración. Aún no sé cómo aguantamos, pero lo hicimos.

La función provoca en los espectadores todo tipo de reacciones.

Hemos tenido la suerte de que el autor Rafael Spregelburd ha venido a Madrid a ver la función a los Teatros Luchana. De las muchas cosas que dijo al terminar, me quedo con una frase muy potente. Dijo: "Cuando el público entiende que la función es imposible de hacer, se relaja y disfruta más".

¿Y el público qué le dice?

Yo no suelo preguntar al público qué opinan después de ver la función. Pero en La estupidez sí. Cuando vienen compañeros veo sus caras que van desde admiración a un poco de pena… jajaja… Empatizan con nuestro cansancio al acabar. Es una pasada.

Sus personajes contienen una enorme gama de matices y emociones.

Tengo cuatro personajes en La estupidez. Y amo a todos. Emma, Jane, Laetitia y Berta. Tengo la sensación muchas veces de que son la misma mujer en diferentes edades de su vida. Y por eso, aunque no se lo pregunté, creo que el autor quiere que la misma actriz haga estos cuatro. Todas ellas buscan el amor. Todas ellas tienen una carencia afectiva muy marcada y todas ellas son "sobrevivientes". No es una errata. Sobreviven, como pueden, a la vida que les ha tocado vivir. A mí las cuatro me dan más pena que risa. Pero esto es como la vida misma, ¿no? Llegan a provocar la carcajada.

Todos los personajes de La estupidez están en una huida hacia delante pero no paran de correr en círculos.

Bueno… No es fácil salir de una situación… Y creo que ése es parte del encanto de la función. No acaba. No se cierra. La vida sigue. Y La estupidez también.

Un aspecto de la obra son los intentos de manipulación de unos a otros. Cada personaje es doble: él y otro más, el que resulta de ponerse una máscara para engañar a los demás.

Insisto: como en la vida misma. No somos la misma persona en todas las situaciones. Adoptamos roles, disfraces, máscaras. Yo madre, yo amiga, yo actriz, yo hija, yo hermana… Es muy difícil saber exactamente quiénes somos… En concreto, Emma Toogood, la timadora, enseña sus cartas desde el principio, cuando la ves con su cómplice, Richard, es ella y luego con cada comprador se transforma. Es fascinante hacer este trabajo. Pero es completamente real, como la vida misma. ¿O no has estado nunca con un amigo y cuando aparece la persona que le gusta se transforma en otro/otra? Pues eso.

"Esta época es de una enorme estupidez" se dice en la obra. ¿Y cuál no?

Jajaja… Es que yo no he vivido otras épocas. O sí, tengo 44 años. Ésta es mi época adulta. Pero sí noto, porque tengo hijos, que es la época en la que la gente quiere aparentar más. Todos somos famosos y populares porque todos tenemos redes sociales y todos medimos nuestros likes. Da para una conversación larga pero la frase "Son épocas de enorme estupidez" se ha convertido en una de mis frases favoritas.


Toni Acosta

En La estupidez ha estado implicada en todos los aspectos - promoción, distribución, organización - que rodean a una obra de teatro.

Yo menos. No me voy a echar flores que no me corresponden. El proceso de producción corresponde a Javi Márquez, Ainhoa Santamaría y Fran Perea. Javi Coll y yo participamos con el dinero de nuestros ensayos. Es decir, aportamos nuestro sueldo de ensayos a la producción. Yo intento apoyar al máximo el proyecto con la promoción, siempre lo hago. Pero los marrones de producción los han sufrido ellos. Y les admiro muchísimo por ser tan valientes.

Todo el proceso de llevar a cabo la función ha "cuajado" en un documental.

Yo he sido muy pesada, muy coñazo con el documental… Jajaja… A mí no me gusta enseñar "la cocina" del asunto. Soy sincera. Los ensayos son una parte muy íntima del proceso del actor. Pero el otro día presentaron unos minutos y pensé que podría ser interesante, especialmente para alumnos de teatro y aficionados al teatro de verdad. Quiero decir, a entender el proceso entero. Tristán Rosa, el director, ha trabajado mucho y creo que su trabajo valdrá la pena. El trabajo con los psicólogos era interesante, ellos veían y analizaban durante nuestros ensayos cómo yo (Toni) llegaba a convertirme en Emma o en Jane. Pero no te sé explicar más. Yo soy muy mala explicando cómo trabajo, cómo llego a las cosas. Yo lo hago y punto.

Ha dicho: "Ver cine es una preparación para la vida".

Esa frase pertenece a la escena quince de La estupidez. Incluso he escrito un artículo en torno a esa frase. La dice Berta. Y me enamoré de La estupidez cuando vi que existía la posibilidad de que yo dijera esa frase. Mi vida, mi infancia, lo que soy está relacionado siempre con alguna película. Vengo de una generación en que no se hablaba tanto. Mis padres no se sentaban conmigo a hablar de determinadas cosas. Simplemente no se hacía. He aprendido muchísimo viendo películas, así que sí, considero que las películas son una preparación para la vida… Así de "ilusa" soy.

Al hilo de lo anterior, ¿me recomienda cuatro películas?

¡Madre mía! ¡Cuánta responsabilidad! Menos mal que me has pedido cuatro, porque cuando me preguntan siempre cuál es tu película favorita me hunden. Soy incapaz.

¿Una de ayer?

Una mujer bajo la influencia de John Cassavetes. Yo tardé en descubrir a John y Gena. Lo que hacen juntos, las atmósferas que logran crear, la magia, me parece a lo que deberíamos aspirar todos los actores. Al menos yo quiero ir hacia eso. Hacia esa manera de hacer. Gena está inmensa. No se puede describir lo que hace. Hace magia. No se ve el truco nunca.

¿Una de hoy?

La La Land. Me encanta Damien Chazelle. Ya me gustó Whiplash y ha sido maravilloso que haga algo como La La Land. Además fui a verla con mis hijos. Una película maravillosa que disfruta mi madre de 70 años y mi hija de 8.

¿Un "placer culpable"?

La boda de mi mejor amiga. Me encanta la comedia bien hecha. Disfruto muchísimo de comedias aparentemente tontas que te enseñan mucho de las conductas humanas. Y si son de mujeres pues mejor que mejor. ¡Las actrices están inmensas!

¿Un clásico que no haya quien soporte?

No es que no haya quien soporte sino que no todo el mundo la entiende: Viaje a ninguna parte de Fernando Fernán Gómez es una obra de arte. Creo que es un clásico, pero no lo sé.

Imaginemos: le doy un presupuesto ilimitado para hacer una obra de teatro a su gusto y manera, sin límites o trabas. ¡Adelante!

Ésta es una pregunta trampa y una pregunta preciosa: me quedaría en España sin duda. Haría un texto teatral que aún no he leído, uno que está por escribir. Lo montaría siempre pensando que pudiera convertirlo en una película. Quiero decir, la idea final del proyecto sería la película. La función de teatro serían los ensayos de la película. Yo no actuaría, me reservo el puesto de ayudante de dirección en la función de teatro y productora en la película para poder controlar el resultado final. Sin duda sería un texto sobre mujeres. Trabajaría con muchas compañeras a las que admiro y que me he ido encontrando por el camino y nos hemos hecho amigas. Pero no te daré nombres. Tendría que pensarlo mucho.

207 visualizaciones
bottom of page