Alberto F. Prados: "Casi todas las comedias encierran un drama"
- Redacción
- 20 ene 2017
- 10 Min. de lectura

Como en un cuento de hadas, un día, Alberto F. Prados decidió ponerse a escribir y, como si tal cosa, nacieron dos obras: Selfie y Veneno para ratones que deslumbraron a distribuidores y programadores. No contento con esto, las dirigió él mismo y nuevamente deslumbraron a crítica y público. Final feliz: el joven publicitario se había convertido, con todo merecimiento, en autor de teatro.
Un recién llegado, como quien dice, al teatro.
Lo cierto es que siempre he tenido claro que iba a dedicarme a una profesión que tuviera que ver con la creatividad, así que estudié Publicidad, a lo que, además, me dedico. Desde niño me gusta escribir historias, aunque siempre lo hacía de una forma anónima, para mí. Hace algunos años, como consecuencia de mi amor por el teatro, comencé a colaborar con algunos medios digitales escribiendo sobre montajes que me llegaban especialmente, etc.
Y llega, "de repente”, con una obra bajo el brazo.
Poco a poco fue picándome el gusanillo de escribir teatro y, animado por conocidos, me animé a escribir mi primera obra. La verdad es que la puesta en marcha de ambas ha sido emocionante y una experiencia muy enriquecedora, pero uno no se imagina todo el trabajo y esfuerzo que conlleva levantar un espectáculo con la escasez de medios con los que se cuenta en el circuito off.
No lo hizo solo.
Confiaron en mí los actores, que se lanzaron a la piscina. Juanma Martínez e Inma Durán, que decidieron montar compañía conmigo, y los responsables de los espacios que decidieron programar tanto Selfie como Veneno para ratones. Isidro Romero (AZarte) y José Martret y Alberto Puraenvidia (La Pensión de las Pulgas) han sido muy generosos conmigo, igual que Antonio Fuentes ahora en el Teatro Lara. Además, han confiado en mis proyectos todas esas personas que los han ido enriqueciendo con su talento, como fotógrafos, músicos que han compuesto las bandas sonoras, etc.
Nunca le han dicho “El texto está muy bien, pero no dirijas tú, que eres muy joven”.
La verdad es que no me lo han dicho nunca, salvo la gente que me quiere cuando me ha notado cansado, pero no porque no crean que no estoy preparado, sino porque a veces abarco demasiado.
Y el autor novel decide ser, también, director novel.
Surgió de la inconsciencia y de las ganas de comerme el mundo que da la juventud, supongo. Como te decía antes, no eres consciente de la dedicación que requiere hasta que te metes en harina.
Veneno para ratones es un noir emocional, un cruce entre Henrik Ibsen y David Goodis.
Es complicado encontrar el origen de la obra, no sé cuándo ni por qué me di cuenta de lo que quería escribir. Lo que sí puedo es hablar de lo que quería que el público viera. Escribí la trama alrededor de las relaciones enquistadas y lo difícil que es vivir cargando con algunos actos horribles. Y además, me apetecía que hubiese consecuencias para esos actos, ya que a menudo no las hay en la vida real.
La obra exige compromiso emocional de los actores.
Es curioso porque ahora que han pasado unos meses, veo el proceso de creación de los personajes, los ensayos, etc, como un viaje sencillo y complicado a la vez. El trabajo con los actores fue inmensamente gratificante y un aprendizaje constante. Sin embargo, creo que había días en los que sacar la oscuridad que requerían los personajes nos dejaba tocados. En todo momento sabíamos que estábamos creando una historia dura.

Veneno para ratones
Julia (Isabel Ampudia) es la madre. Resignada y humillada. Su invisibilidad como ser humano es una manera de supervivencia.
Esa fue una de las directrices que marcamos en la dirección de la obra. Además de por texto, la propuesta ha sido la de una mujer replegada sobre sí misma que sobrevive sin hacer ruido. Desgraciadamente el silencio es una guarida para muchas personas, pero imagino que, como le ocurre a Julia, en algún momento rompen y gritan, solo que a lo mejor es tarde.
Isabel Ampudia traslada todo esos sentimientos al espectador con una interpretación engañosamente sencilla (como todas las grandes actuaciones). Su lenguaje gestual (al moverse, poner la mesa, hacer las pequeñas cosas), su voz (neutralizada) y sobre todo su mirada, son prodigiosas.
Isabel es una actriz maravillosa y todo lo que comentas es cierto. Ha desarrollado su carrera principalmente en cine, y es precisamente lo que me atrajo de ella. Conoce a la perfección que delante de una cámara “menos es más”, y eso, en una obra como Veneno para ratones, me parecía fundamental. Coincido contigo respecto a su mirada, creo que encierra algo muy hermoso y tremendamente misterioso.
El amor entendido como posesión, como mutuo abuso y, a la vez, como cadena, es el vínculo entre madre e hijo.
Sí, es justamente una cadena la que une a estos dos personajes, pero además, aquello que les sujeta es casi invisible, porque se guardan todo para sí mismos. Ambos se necesitan de un modo u otro, no solo como madre e hijo, sino para llevar a cabo sus planes más inmediatos. Esa dependencia enfermiza es lo que hace que al final surja el odio, el abuso y la posesión irracional.
Tienen, incluso, un lenguaje común, hecho de tópicos y agresiones que, a su manera, les sirve para comunicarse.
Cuando se ha sufrido tanto, es difícil darle la mano a la ternura, a la caricia. Y cuando no hay eso, y lo que reina es el silencio y los secretos, la violencia tienen una vía de escape mucho más accesible. Lo peor es que cada vez es más frecuente que esa violencia sea cotidiana. Me resulta muy curioso cuando algunos espectadores nos comentan que la obra es demasiado dura y que hubiesen preferido que no lo hubiese sido tanto. Después, sin embargo, cenan viendo mutilados de guerra en las noticias de una manera cotidiana. ¡Si lo nuestro es solo ficción!
La sangre fría de los personajes es tan exasperante como aparente.
No sé si coincido demasiado con esta afirmación. En realidad cada uno de los personajes tiene un motivo de peso para ser como es y comportarse como se comporta. Sí es cierto que en el caso de Diego, el hijo, es más evidente esa sangre fría que comentas, pero se debe a que él cree que no tiene nada que perder.
Los diálogos son tan precisos como naturales, algo que, a pesar de lo que pueda parecer, necesita un gran trabajo.
Muchas gracias. Mentiría si dijese que no lleva trabajo, porque conlleva muchas horas. Para mí, al ser un thriller en el que se oculta más de lo que se dice, fue difícil cortar y filtrar. Era importante trabajar los dobles sentidos, las apariencias, y sobre todo crear atmósfera. Yo quería que esa atmósfera se respirara con conversaciones aparentemente cotidianas y que, sin embargo, el público percibiese que detrás hay algo turbio. Espero haberlo conseguido.
En este sentido, el cronométrico “duelo verbal” entre el hijo y el amante de la madre es un prodigio de dobles y triples sentidos.
De nuevo gracias. Es justo lo que te comentaba, quería que se creara una tensión más allá de las palabras que se pronuncian en alto, y para ello, esas frases tenían que contener dardos envenenados de uno hacia el otro. Si a esto le sumamos, que todos ellos tienen algo que esconder, el material para disfrazar sus verdaderas intenciones era fascinante.
Estará de acuerdo conmigo en que los dos personajes masculinos estallan de vida gracias a Mauricio Bautista y Sergio Pozo.
Por supuesto, hacen un trabajo excepcional. Ya que me he extendido con el talento de Isabel, me gustaría hacerlo con cada uno de ellos.

Veneno para ratones: Isabel Ampudia, Sergio Pozo y Mauricio Bautista
Mauricio Bautista…
Es, en mi opinión, es uno de los mejores actores de nuestro país. Tiene una seguridad sobre el escenario que es palpable, y eso me parece toda una proeza. Es concienzudo y verle en cada escena es un regalo. Además tiene los ojos más bonitos del mundo.
Sergio Pozo…
Sergio Pozo es un animal salvaje y tiene una fuerza inusual. Cuando hice el casting de Selfie y le conocí, pensé: “¡Qué pocas veces te me vas a escapar!” Disfruto muchísimo viendo sus escenas juntos, son lecciones de interpretación.
Mau (Mauricio Batista) es el amante de la madre, es un príncipe destronado, caído en desgracia en un mundo que le ha dejado de lado y que intenta recuperar, es tan patético como digno de lástima.
Me alegra que lo hayas visto así, es justo lo que pretendíamos, y lo que mencionaba antes sobre las consecuencias. Mau entra triunfante, es elegante y lo tiene todo, pero como bien dices ha sido destronado. Me resulta muy atractivo, y por qué no decirlo, divertido, cuando los poderosos se arrastran para seguir siéndolo. Es ahí donde se ve que la dignidad no entiende de clases sociales.
El hijo (Sergio Pozo) – tras la máscara de rebeldía y agresividad – está enjaulado, no sabe lo que quiere, se quiere redimir mediante la cultura y las miserias ajenas.
Diego tiene claro que quiere vivir de un modo que hasta ahora no ha podido conseguir. Es cierto que se ha dado cuenta que teniendo cierta cultura y conociendo las miserias ajenas, le puede ser más fácil acceder a lugares donde le gustaría estar. Además es el que menos oculta sus intenciones y más transparente es en sus intervenciones, o en su violencia verbal. Todo ello no hace sino responder a sus preguntas internas.
Su gran drama, está en que quizás nunca lo sepa.
Una vez Sergio me dijo que se había dado cuenta de que Diego intuía cosas que en realidad no quería saber. Quizá para él es más cómodo controlar lo que conoce que saber la verdad.
Al igual que el drama de la madre está en conseguir que su hijo vuelva a querer.
Sí, es su gran esperanza, por eso actúa así y aguanta. Es duro esperar eso, y esa es su motivación, de lo contrario no existiría personaje. Lo que ocurre es que sus métodos para conseguirlo también resultan nocivos, algo que por otro lado es normal cuando es lo único que has visto. Me gusta pensar que las madres, que les pase lo que a Julia, van a encontrar consuelo.
Un poco de música: El diablo, ópera de Rubinstein.
Cuando escribí Veneno para ratones quería que todos los detalles contasen algo. Esta ópera suena justo antes de que Mau entre a casa de Julia y Diego. Me hace especial ilusión que te hayas fijado en todos esos detalles, porque ninguno es arbitrario. Todas las referencias son nórdicas, que entroncan con la frialdad del cartel, etc.
Una vez se abren las ventanas, se encienden las luces de sala y se van los espectadores, ¿cómo continua la historia?
Nunca nos lo hemos planteado, te lo prometo. Nos hemos concentrado tanto en contar este rato en la vida de estas tres personas, que el antes y el después se ha desdibujado. No obstante, como espectador, no me ha gustado nunca que me lo dieran mascado.
Soy una de las pocas personas que no ha visto Selfie, mea culpa, así que aprovecho esta oportunidad para que me la cuente su autor. ¿Es una comedia que esconde un drama?
Sí, es lo que pretendía, pero creo que en realidad casi todas las comedias encierran un drama. Principalmente era un primer acercamiento a la comedia sin pretensiones, salvo la de hacer pasar un buen rato a los espectadores, que se encontraban personajes alocados pero muy sensibles.
¿Es una comedia generacional o autorizada para todos los públicos?
En una ocasión vino una chica de trece o catorce años y a su madre no le pareció que fuera para todos los públicos. Eso en cuanto a la edad. Si a lo que se refiere la pregunta es al tipo de público, creo que, como te comentaba antes, era para un tipo de espectador que busca evadirse, echarse una risas e ir a tomar una caña después con sus amigos comentando algún chiste de la obra.
Hay una familia en la que entra un personaje que la remueve.
En Veneno para ratones ocurre algo parecido. Al final el teatro es eso, un suceso que transforma a los personajes de alguna manera, terminando la obra diferente a como la empezaron. En ese sentido, un personaje que viene de fuera es el detonante para que la rueda empiece a girar.
La relación madres / hijos parece una de sus obsesiones.
Ha sido algo natural a la hora de tejer las historias, no lo definiría como una obsesión. Además, no es en absoluto autobiográfico, la relación con mis padres es estupenda. Parece una bobada aclarar esto, pero me lo han insinuado en alguna ocasión, y la verdad es que es ficción pura y dura. Respondiendo a tu pregunta, me interesaba ese aspecto de las personas, cómo los hijos terminan alejándose o convirtiéndose en sus padres, como si solo existiesen esas dos opciones.

Selfie
En sus obras no aparecen, salvo en la ausencia, los padres.
La ausencia del padre, en ambas, me parecía fundamental para abordar el personaje de una mujer que sacrifica cosas por su hijos, lo que se deja en el camino y al final termina por definirla más que lo que sí ha podido hacer. Pero también me interesan otros muchos temas que espero abordar en un futuro.
¿En el fondo Selfie habla del egoísmo?
Habla del egoísmo que define a las personas, es decir, el que nace de una manera inconsciente. El egoísmo de una madre que decide dejar de pensar en sus hijos, y de unos hijos que deciden no prestarle todos los cuidados que requiere.
Me han dicho que el reparto encandilaba al público.
En Selfie estaban Amalia Hornero, Laura Río, Ventura Rodríguez y Sergio Pozo. Cada uno de ellos encandilaba de alguna manera porque, como comentábamos y además de su talento, interpretaban a personajes sensibles. En la primera temporada nos acompañó Miriam Benoit, de la que también guardo un bonito recuerdo. En ese reparto tengo algunos amigos que siempre me acompañarán, estoy seguro.
He leído que, ahora, lo inmediato para usted es tomarse un periodo de descanso.
Sí, la verdad es que estoy bastante cansado. La mayoría de autores y directores que conozco, salvo los que tienen la inmensa suerte de vivir del teatro, tienen un trabajo con el que pagan las facturas. Es mi caso, por lo que a mis ocho horas de jornada, se suman las de ensayos, ir a montar y desmontar, prensa, distribución, etc. Además, las dos obras de teatro se han estrenado muy seguidas en el tiempo, así que creo que es momento de parar.
¿Y después?
Si me apetece y tengo una historia que crea que merece la pena, y tengo la suerte de que algún espacio escénico quiera que allí se represente, nos veremos. Lo que sí me gustaría es centrarme en una de las dos facetas: o bien escribir y dejar que el texto vuele en manos de otro director, o que sea algún autor que me proponga dirigir algo que me llame la atención. Todo esto es hablar por hablar, porque después la vida te pilla desprevenido y te desdice en dos minutos.
En su Facebook dejó “suelta” una pregunta: ”¿Por qué criticar la coherencia?”. ¿Ha encontrado la respuesta?
Tengo mi opinión. Aquello lo puse en un momento en el que me di cuenta de que pedimos coherencia (y justicia) y cuando alguien actúa en concordancia, nos lanzamos como lobos. Vengo observado de un tiempo a esta parte que nos cuesta ser consecuentes y coherentes con lo que pensamos o decimos. Hoy critico a Candela Peña por reivindicar la Sanidad Pública vestida de alta costura pero mañana alabo vehementemente a Meryl Streep por su discurso de los Globos de Oro. Con esto no pretendo dar ninguna lección moral, no soy nadie, y de hecho yo soy tan contradictorio como todo el mundo.
Créditos de fotografías
Jordán Bastoni: retrato de Alberto F. Prados
Chus Blázquez: Veneno para ratones
Adasat Barroso: Selfie
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