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Pablo Messiez: "Procuro ocuparme de mi trabajo, que me da más alegrías"

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 2 dic 2016
  • 4 Min. de lectura


Pablo Messiez

Es imposible atraparle, acorralarle y desvelarle. Da la cara y se oculta. Se esconde mientras se asoma. Todo queda cierto, nada queda claro.

Se crió, entre otros, con Chéjov y Carson McCullers. ¿Cuánto les debe?

¡Mucho! Todo lo que he leído mezclado con las cosas que he vivido son la materia prima de lo que escribo. Chéjov, McCullers, Lispector, Juarroz, Di Benedetto, Uhart, Silvina Ocampo, Pessoa y tantos/as otros/as.

Daniel Veronese, su mentor.

Con Daniel tuve una de las experiencias más enriquecedoras como actor, que fue hacer Natasha (e Irina en algunos bolos) en Un hombre que se ahoga, versión de Tres hermanas de Chéjov con la que fuimos desde New York hasta Tokyo y, además, me trajo a España.

A juzgar por sus primeras obras, usted es "autor de la incomunicación".

O de la comunicación.

¿Cómo?

La necesidad del otro y la pregunta acerca de cómo estar juntos es un tema que me interesa mucho y que de alguna manera es el motor de todo lo que he escrito.

La editorial Continta Me Tienes recoge sus textos en Las palabras de las obras. Ha entrado usted en el "canon". Bueno, eso lo dirá el tiempo. Titulamos el libro Las palabras de las obras justamente porque lo que recopilamos allí son los textos que ahora quedan como testimonios de lo que decíamos o decimos en esas funciones.

Dicen que sus ensayos son "otra cosa". Procuro que sean espacios de confianza. Donde poder probar "sin temor ni esperanza" lo que sea que nos parezca pertinente. Excluyendo todo juicio previo. O al menos intentándolo.

Empezar a perder la identidad, gradualmente, sin encontrar una explicación, estar sumido en el desconcierto es, en última instancia, el por qué de La distancia.

Es una lectura posible, sí. El tema de la identidad es otro tema que me interesa mucho. Y lo que hace Samanta con la idea de la transmigración de las almas me parece muy brillante, abriendo sentidos posibles de un modo muy inquietante.

Los actores de la obra han declarado sentir ese mismo desconcierto, algo, a mi juicio, esencial para implicar al espectador y, al tiempo, difícil y arriesgado.

Distancia de rescate es una máquina perfecta que dando el mínimo de información te atrapa e inquieta de un modo muy particular. El desconcierto se mantiene pero el interés también, y ahí creo que radica su potencia. En la posibilidad de generar interés en un misterio.


La distancia

La distancia

La renuncia a la narración lineal es, en este sentido, esencial.

Sí, el tema del tiempo no lineal es fundamental para contar la obra. Todo el relato está focalizado en la cabeza de la protagonista. Y el tiempo de la subjetividad tiene leyes propias.

La fricción, la discordancia entre los duros (y agradecidos de interpretar) personajes de Estefanía de los Santos y Fernando Delgado, la gradual sobriedad y lucidez de María Morales y la paulatina desesperación de Luz Valdenebro consiguen el desasosiego y la inquietud entre el público. ¡Qué bueno! A mí me encanta ver al final de la función que la gente esté de alguna manera tocada por la función.

Estefanía de los Santos es una de sus actrices fetiche. ¡Claro! ¿Cómo no querer repetir con semejante potencia? Es un privilegio poder contar con ella.

Como lo es María Morales. Lo mismo que con Fani, es un privilegio y una alegría poder trabajar con María. Es una actriz potentísima… y deslumbrante.


La piedra oscura

La piedra oscura

La piedra oscura es una función de tres personajes. El tercero es Federico García Lorca.

A mí me encantan las obras de dos. Algo del puro encuentro que se da allí me parece siempre estimulante.

¿Cuándo vio clara la obra?

Fue muy fluido y muy fácil. Estaba todo dado para que así fuera: el texto, el grupo humano, la producción. Fue muy disfrutable cada día del proceso.

Es un texto en que cada palabra cuenta. Contando con actores como Daniel Grao y Nacho Sánchez, eso es muy fácil. Son dos actores entregados y valientes. Es extraordinario lo que hacen cada día.

¿Es la función que más alegrías le ha dado?

No. Es la función por la que más gente me ha conocido.

Todo el tiempo del mundo, su texto más personal, su texto más difícil: aprehender lo inaprehensible, tiempo, ser su dueño.

Es el último, así que me cuesta hablar con distancia todavía de este trabajo. También fue un proceso muy disfrutable y el encuentro con el público está siendo muy emocionante.

El tiempo, el tiempo, el tiempo… medirlo, calibrarlo, entenderlo, es su gran tema, su gran preocupación.

Es el gran tema del teatro. El tiempo compartido. El tiempo en el que se va construyendo un nosotros. El de los que estamos compartiendo duraciones mientras convivimos en el espacio de la función.


Todo el tiempo del mundo

Todo el tiempo del mundo

¿Cómo se mide un recuerdo? ¿Cuánto vale una vivencia? ¿Cuándo deja de existir el pasado si es que lo hace, si es que ha existido alguna vez? ¿Es real el presente?

Algunas de esas preguntas están de alguna manera en la función.

¿Y las respuestas?

Las desconozco.

"Child is father to the man", dice un famoso verso.

Se lo comento con un fragmento de Todo el tiempo del mundo: "Y pensé que si todo el tiempo del mundo se juntara en un instante, si nos encontráramos de golpe con todas las edades juntas, todos juntos, a lo mejor algo estaría más claro".

Ser cotidiano y ser fabuloso, ser intérprete y ser narrador, ser especial y ser cualquiera. El reparto de Todo el tiempo del mundo no lo tiene fácil.

Facilísimo. Estamos haciendo lo que nos gusta, lo que elegimos. Si eso no se olvida, se puede encarnar cualquier cosa que se quiera.

Una vez más, como tantas veces, como siempre, todo se encierra en las palabras.

Es lo que hay: palabras. Por eso está bien cuidarlas, recordar su valor y su potencia.

"No quiero ser didáctico", ha declarado.

El teatro didáctico moralizante me aburre.

¿Cuál es su obra soñada?

No tengo deseos así por autor. Voy haciendo las obras que me va apeteciendo con la gente que quiero (en todo sentido). Nunca haría una obra que no me interesara. El teatro es repetición y hacer una obra que no me interesara sería una especie de tortura. Tener que ir cada día a ocuparme de cosas que no me interesan, ni loco.

Es el director estrella, el niño bonito de la crítica, todos los actores y actrices quieren ser "chicos/as Messiez". ¿Cómo lo lleva?

No lo llevo. Procuro ocuparme de mi trabajo, que me da más alegrías, y alejarme del ruido.

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