top of page

David Ramiro Rueda: “Es maravilloso ser un inconformista”

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 2 nov 2016
  • 8 Min. de lectura


David Ramiro Rueda

Con Píntame, una dramedia coral sobre el camino entre la realidad y los sueños de una generación, David Ramiro Rueda ha logrado un fenómeno teatral que se repite temporada tras temporada. Con la reciente La cicatriz, estrenada hace apenas unos días, el autor y director cambia de registro para narrar un cara a cara, un frente a frente, de una pareja que, encerrados en su refugio, no tienen nada o tienen todo que ocultarse.

Escribe y dirige.

Considero que la escritura es más personal que la dirección, el texto quizás es más de uno mismo, algo más íntimo. La dirección es más abierta: un clásico que se ha escrito hace doscientos años ha podido tener miles de versiones de dirección, pero siempre ha partido del mismo escrito.

Está muy cercano a sus obras.

Yo soy quien firma el texto y la dirección, pero hay otros nombres que me acompañan en el proceso hasta hacerlo público, gente de confianza que me lanza críticas constructivas. Considero que estoy muy bien rodeado.

¿Y como director?

En la parte de dirección también doy voz a los actores, les doy la mano para que hagan suyo al personaje, para que no se sientan encorsetados con los textos o con las acciones. Que aunque yo tome las decisiones finales, participen en la creación y en el montaje. No concibo un trabajo de dirección de otra forma que no sea mediante un trabajo en equipo donde todos sintamos que formamos parte de él, desde el actor hasta el técnico de luces, el fotógrafo o el director de producción.

Píntame comienza con una pregunta: “¿Acaso no sentís la lluvia?”

Efectivamente, es una metáfora. En ese momento para Gonzalo siempre hay tormenta aunque haya sol, y eso lo transmite y lo hace visible. Como espectador percibo su lluvia.

Un vulnerable y desarmado Jon Rod que interpreta a un desconcertado GGG (Gonzalo González García) da, además, la clave de la obra: vivir el mundo tal y como lo había imaginado.

La vida nunca es como la habíamos imaginado. Nadie nos habla de los giros, de los imprevistos, de los errores o de los aciertos improvisados… La sociedad nos somete a seguir y cumplir con una serie de prototipos que, la simple idea de imaginarnos estar fuera de ese rol, sentirnos distintos a lo que se espera de nosotros, nos afecta, nos condiciona y nos frustra.

Píntame relata, el conflicto de la, por así decirlo, generación “Al salir de clase” cuando se han hecho mayores y se dan cuenta de que no pueden volver atrás, se han cerrado las aulas y en la calle hace frío.

También de la generación de la necesidad de la inmediatez y del inconformismo. Estoy más a favor de lo segundo que de lo primero, de hecho considero que es maravilloso ser un inconformista, pero la idea de inseguridad, de estar perdidos, de no tener la certeza de estar a la altura de la madurez que te exige la calle, el entorno profesional, etc., es, en sí, un conflicto que creo que es de esta generación en la que vivimos.


Píntame

Píntame

Píntame solo puede suceder ahora, en la época del amor en los tiempos del byte.

Ya Sergio Dalma, hace más de veinte años, cantaba en Galilea acerca del amor por vía postal. También los periódicos y las revistas tenían su sección para que la gente contactara entre ella. No hace tantos años de esto y parece prehistórico…

Aún así, los conflictos del amor son, mucho me temo, eternos.

Si, la dificultad de relacionarse no creo que sea algo actual ni puntual, siempre se han buscado las formas de emparejarse. Lo que ocurre es que igual ahora somos más exigentes en todos los sentidos y aquello de casarse porque ya toca y lo hago con la primera o el primero que me haga caso está un poco desfasado. Internet marca una nueva era, otra manera rápida de relacionarnos, de comparar, de obtener una respuesta inmediata…, ya no tienes que esperar al próximo lunes a que salga la revista a ver si te han contestado.

No es menos vulnerable el personaje de Diego que interpreta –ocúltándose y poniéndose máscaras– un espléndido y frágil Iker Azkoitia.

Todos somos vulnerables cuando no nos sentimos seguros, cuando vamos como funambulistas por la vida.

La relación entre Diego y GGG, el triángulo emocional con Elena... Píntame tiene mucho de Cyrano de Bergerac del siglo XXI.

Quise construir una historia de distintos tipos de amor y donde se complementaran: el amor de pareja, de amistad, y por el arte.

Elena debe luchar contra la soledad que produce la consciencia del artista, saber que es y será distinta.

Realmente a los tres personajes les ocurre lo mismo, se sienten raros cuando se desmarcan de los roles que rige el Sistema, la sociedad. El mundo del pintor de arte contemporáneo, el mundo de Elena, es blanco de diana de burlas, incomprendido…, claro que es normal que se sienta rara porque lo que se espera de ella es que dedique su tiempo a un trabajo “en condiciones”.

No es fácil ser a stranger in a strange land.

Si, y es difícil defender este punto de vista en una sociedad donde a la juventud se la educa relacionando lectura con textos impuestos, lejanos a sus inquietudes y que además acaban en examen. Me encanta cuando los padres llevan a sus hijos a un museo y lo consideran una actividad tan divertida como ir al parque de atracciones, ambas complementarias, ¡por supuesto! Ojalá no existieran colegios donde llevan a los alumnos a ver teatro porque la obra es en inglés, como si ir al teatro necesitara de una excusa… O que algún lunes de instituto haya un joven que pueda decir abiertamente que el fin de semana estuvo en la ópera o en un concierto de música clásica y no se le señale como a un bicho raro.

En el monólogo de Elena -donde Adriana Salvo conmueve y emociona- demuestra que su inocencia, su ingenuidad le dan firmeza y certeza.

No le queda otra que agarrarse a su optimismo para poder luchar por sus convicciones. Ese monólogo habla del arte, pero se puede vincular también a quien tiene idea de montar un negocio, al que le falta un punto para arriesgar con algo, a quien quiere encaminar su vida por derroteros que en su momento podían parecer una locura… Ese monólogo es el reflejo de quien se cree perdido ante una apuesta, pero decide apostar. Porque si no juegas, nunca podrá haber premio.


Píntame

Píntame

La Nana de la Abuela que canta Elena es un ruego, un consuelo, una plegaria.

Realmente es una nana que compuse inspirándome en mis sobrinas, me acuerdo de ellas siempre en este momento de la obra. La nana me parece un sinónimo de inocencia, de calma. La nana es un “todo irá bien”, es un “mañana será otro día”, un “descansa” que me encajaba perfecto para esta escena.

Domingo por la tarde. Sala llena en la quinta temporada. Todo tipo de público. Píntame es, ya, un fenómeno teatral.

Entre la gente que me rodea siempre hablamos de la importancia de que alguien confíe, apueste, te diga un “sí”. Eduardo de los Santos (SerieTeatro) apostó por este libreto en primavera de 2014 y nos programó nueve funciones en la Sala NADA. ¡Quién nos iba a decir en aquellas fechas lo que ocurriría después! Ahora Eduardo sigue con nosotros en otros espacios, llevamos más de dos años prácticamente ininterrumpidos en la cartelera de distintos teatros, unas 150 funciones, y muchas ganas de seguir contando esta historia.

Con todo el trabajo que conlleva.

Ha habido y hay mucho trabajo detrás, desde cada uno de los actores que se han involucrado al máximo en la historia, hasta Román Reyes como ayudante de dirección, Sergio Lardiez como fotógrafo y Pepito Grillo, Maribel Lobato con el vestuario, Víctor Elías en la música, todos los técnicos de luces que hemos tenido… y todas y cada una de las personas que han formado parte de este montaje. Hay mucho trabajo detrás de cada domingo de función.

Adriana Salvo vuelve junto a Álvaro Quintana en La cicatriz, un pas a deux sobre la intimidad emocional entre un hombre (Dámaso) y una mujer (Estela) que se dicen, se desdicen y se contradicen, se dan la razón y se llevan la contraria, se ensalzan y denigran, se niegan y afirman.

La vida misma, ¿no? Vertedero de frases donde lo que se está diciendo realmente no es lo que se está diciendo, o lo que se está diciendo no encaja con la mirada o con la expresión corporal. Somos humanamente contradictorios, maravillosos.

El amor prohibido de Dámaso y Estela, ¿es jaula o refugio?

No creo en los amores prohibidos. Que cada uno haga lo que le dé la gana siempre y cuando sea consentido. Incluso aunque no sea amor.

La figura del padre sobrevuela y condiciona a los dos personajes.

Los padres son fundamentales en la vida de cualquiera: la relación con ellos, la manera en la que han educado… saber estos detalles creo que enriquecen el conocimiento del espectador sobre el personaje. Me gusta cuando sé de un personaje si sus padres son confidentes, si puede contar con ellos, si la relación está rota, si han fallecido… Porque en la vida real los padres intervienen de una manera u otra en cada conflicto cotidiano o sustancial que tenemos, y a veces en el cine, en las novelas o en el teatro esa información, desde mi punto de vista valiosísima, se omite.


La cicatriz

La cicatriz

La literatura como frustración y error. Estela rechaza una estantería llena de libros.

También como vía de escape. En la literatura o en el cine conocemos en un espacio de tiempo reducido las conclusiones de los protagonistas, pero en la vida real el tiempo pasa más lento y los desenlaces de los conflictos se hacen lejanos. Estela quiere ser la protagonista de las historias que narran los libros de esa estantería, pero,al compararse con esos personajes sale perdiendo.

Subyace en la obra la incapacidad de las palabras para comunicar, para expresar las emociones, su complejidad.

No estamos acostumbrados a las palabras de afecto, a veces las reprimimos, o nos suenan a película, a mentira, nos incomodan. Me parece mucho más fácil escribir una escena de pelea que de amor, también al actor le suele costar más soltar en escena un “te quiero” real que un “te odio”.

El lenguaje como barrera, prisión o límite.

Quizás porque las emociones positivas siempre las tenemos más contenidas, se nos educa a que así sea. La violencia está más normalizada. Un niño puede ver Rambo, donde hay disparos y muertes, y no ocurre nada. Y además quieres ser como él. Pero en una película hay una escena de sexo y aunque esté cuidada y bien contada se cambia de canal para que no se vea eso, casi incluso como si fuera algo espantoso.

En La cicatriz hay un homenaje explícito a Cinco horas con Mario.

Es un homenaje a Miguel Delibes y a mi tierra. Delibes era capaz de hacer de lo cotidiano obras maestras, es un gran referente para mí, y quería que apareciera en La cicatriz.


La cicatriz

La cicatriz

También aparece Menchu, su protagonista, a la que Estela define, con una frase clave: “Una mujer que se sincera demasiado tarde”.

Carmen Sotillo (Menchu) y Estela tienen cosas en común, entre ellas que con una corta edad ya han vivido mucho.

Otra clave de La cicatriz sería la frase de Estela: “Se me da bien fingir desde siempre”.

Pero si alguien dice que se le da bien fingir y además lo considera una virtud, igual sólo es un farol, una llamada de atención.

Estela y Dámaso están, cada uno a su manera, acribillados de culpabilidad.

Culpabilidad por creer que no han sido capaces de manejar los conflictos que han ido apareciendo en sus vidas. Se juzgan, se fustigan, se condicionan, se desprecian…

Tanto en Píntame como en La cicatriz busca una enorme plasticidad en la puesta en escena.

Intentamos trabajar sin más marcas que las estrictamente necesarias por luz o por determinadas acciones. Apuesto por esta manera de dirigir, donde los actores sean libres en el espacio, donde el cuerpo les dirija hacia el sofá, hacia el minibar, más lejos o más cerca del otro personaje… Porque en la vida no tenemos marcas ni acotaciones, y me gusta que los actores tampoco.

La luz y música se utilizan narrativamente.

Como decía un anuncio publicitario, “sería terrible vivir sin música”. La música forma parte de nuestras vidas, y me gusta que los personajes también dispongan de una BSO de su propia vida. La luz me parece un elemento importantísimo en escena, un personaje más, algo que en ningún caso se debe descuidar.

La última pregunta es tan obligada como previsible y obvia: ¿Qué pinta en su vida?

Pinceladas de momentos que me hacen feliz junto a mi gente.

Comments


bottom of page