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Arturo Turón: "El teatro es ese lienzo en blanco sobre el que pintar o esa partitura sobre la q

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    Redacción
  • 18 jul 2016
  • 13 Min. de lectura


Arturo Turón

© Quim Gutiérrez

En 2014 dejó a público y crítica con la boca abierta con su primer montaje, la versión de la novela Confesiones a Alá de Saphia Azzeddine. Desde entonces su arriesgadísima versión de Hamlet (Ophelia) y su reinterpretación de Ingmar Bergman (Alma) no han hecho más que continuar el asombro y reafirmar la certeza de que Arturo Turón es un creador tan único como personal. Es solo una impresión, pero sus gustos no parecen corresponder a una persona tan joven. Jajaja. Gracias por lo de joven, aunque viéndolo de esta forma quizás tengas razón, no soy ni tan mayor como alguna vez pienso, ni tan joven como otras veces creen. ¿Se siente de otra época o de otro mundo? Más allá de todo lo anterior siento, por lo que realmente me gusta o por lo que escribo, que en otra época fuese visto de otra forma, pero estoy a gusto y cómodo expresándome de la manera en la que lo hago en éste, mi mundo, en ésta, mi época, en ésta, mi vida, en éste, mi tiempo.

La protagonista de Confesiones a Alá tampoco se siente parte del mundo y la sociedad que le han asignado.

Entiendo que Jbara no cree que tenga que vivir la vida que le tocó vivir y que se merece vivir otra diferente. Al menos ésto es lo que me gustaría que le pasara. La vida que te toca vivir o dónde te toca vivir es esa y solo está en ti el poder de cambiarla y darle un rumbo diferente. No es fácil. Es muy complicado, sobre todo en este mundo tan diverso como complejo. Si a ésto le sumas las diferencias que puede haber entre culturas, sociedades, países. Leí la novela tras ver la obra y no me puedo imaginar a Jbara sin María Hervás. Para serle sincero fue una etapa maravillosa y muy mágica, no solo por aquel momento en que llegó Confesiones… -y con ella María- sino, además, por todo lo que, tanto personal como profesionalmente fue sucediendo alrededor de la obra. Tal vez con una próxima vuelta a remontarla y con el paso del tiempo podamos ver muchas Jbaras diferentes. Y poder ver a Jbara que vuelva a escena con otro rostro, con otra voz, con otro cuerpo, pero con la misma verdad en sus palabras. ¿Qué le dio Confesiones a Alá?

Fue una etapa muy bella, en la que sucedieron cosas muy mágicas. Muchas cosas buenas, cambios y una estabilidad tanto profesional como personal. Sin duda Confesiones a Alá me abrió las puertas del teatro y, así, hoy en día, poder seguir creando. Esa puerta que solamente uno puede seguir manteniendo abierta. Jbara busca y busca dentro de sí. De alguna manera, la introversión, la intimidad, el mundo interior es su gran tema, es el hilo conductor de toda su obra.

¿De dónde viene su obsesión?

Quizás venga de mí mismo y de lo que me mueve e inquieta: el interior del ser y de las personas, de lo que guardan y no muestran, de las dudas que se me plantean y generan cada día al despertar, las preguntas sin respuesta, las palabras que no se dicen y que permanecen en el silencio, ocultas, sin saber cómo poder darles forma o ponerles voz, una lucha con mi propio trabajo interior, que observo y veo en las personas, o que me gustaría ver o poder conocer.


Confesiones a Alá

Confesiones a Alá

Ophelia con “ph” en vez de “f”. Evidentemente, no es casual. No. La verdad es que no es nada casual, fonéticamente suena igual con “f” que con “ph” y el resultado a la hora de decirlo es el mismo, pero escrito no. Ophelia es uno de mis personajes preferidos de William Shakespeare y siempre me obsesionó este personaje, siempre me nacían preguntas. ¿Por ejemplo?

¿Y si Ophelia no muere? ¿ Y si pudiese contar Hamlet pero a través de los ojos de Ophelia? Y millones de cosas más que siempre estaban por mi cabeza. Como confesión, Ophelia es uno de mis nombres favoritos, junto con Alma y Luna. ¿Quién sabe si en un futuro no muy lejano de lo siguiente que estemos hablando sea de Luna? Pero bueno, por otro lado quería que el nombre de mi Ophelia rindiera, además, un pequeño homenaje a uno de mis cuadros favoritos: Ophelia de John Everett Millais. La elección de Ophelia como proyecto tuvo que salirle del corazón. Es un texto que solo admite una implicación emocional.

Directamente de él y, para serle sincero y realista, Ophelia salió y nació directamente de mis entrañas. La parte final de la obra no puede ser más yo: en mis formas y maneras de escribir, en un discurso que llega de lejos y que siempre esta muy presente en mí, en lo que me preocupa y quiero realmente contar sobre el mundo en el que me tocó vivir, la sociedad y la época a la que pertenezco y que permanece silenciada, callada. Con Alma y Ophelia ha dado salida o canalizado una doble obsesión y fascinación. Sin duda alguna, dos obsesiones que siempre estuvieron en mi vida profesional: Persona de Bergman y Hamlet de Shakespeare. Las dos obras que son, una por el lado audiovisual y otra por el lado teatral, muy culpables de mi profesionalización. El comienzo de cada función: escenarios blancos, luces frías que son pizarras limpias para escribir. Quizás una de las cosas que siempre me planteo como dramaturgo, director de actores y director de escena es que veo que el teatro es ese lienzo en blanco sobre el que pintar o esa partitura sobre la que escribir. Por eso me encuentro muy cómodo con esas pizarras limpias, con esas luces frías y esos espacios en blanco, que se pueden ir rellenando de palabras que se mantenían silenciadas. El final de cada función se escribe en el escenario, la pizarra ya no es blanca. De eso en última instancia se trata: de que ese espacio, que es un lienzo blanco, quede lleno de palabras en las que pensar y concienciar. La pulsión por la autodestrucción impregna a las Ophelias. Sí y no. Quizás me lo planteo como la autodestrucción del desacuerdo de no poder cambiar las cosas desde su parcela, ni los acontecimientos, ni lo que les sucede y les rodea. Y ellas se quedaron ya vacías por luchar por algo que no van a poder cambiar, que solas no podrán hacer. No pueden afrontarlo de otra forma. A partir de ahí es desde donde da comienzo esa autodestrucción.


Ophelia

Ophelia

Su Hamlet se comporta como un auténtico niño mimado, egocéntrico, egoísta y absorto en sí mismo, que busca refugio en todas las Ophelias. Su desconcierto aumenta en la obra cuando van quedando al desnudo su inmadurez, su inseguridad. Es tierno, patético y, de alguna extraña manera, querible. Esa era la intención, no puedo ver a Hamlet de otro forma, de otra manera. ¡Pleno en el centro de la diana! Un alunado Carlos Troya da vida al personaje. Y de una manera, al menos para mí, brillante, mágica y con una fuerza descomunal. Ha sido la primera vez que en teatro he trabajado un personaje con un hombre y tenía inicialmente mucho miedo. La verdad, después del primer encuentro, desapareció de golpe. Está siendo un regalo poder trabajar con Carlos. Es un animal de escena. Un actor excepcional, con una fuerza y energia descomunal. Será el capricho de Hamlet y la arbitraria muerte de Polonio la que enloquezca a la primera Ophelia, incapaz de desafiarle. No podría verlo de otra forma, más que de esa y, quizás, sumarle el rechazo del amor verdadero o, al menos, lo que ella conoce como tal. Lo que empieza como un juego de gato (Ophelia) y ratón (Hamlet) se termina transformando en Malet (león) y una Ophelia que podría ser cualquiera, ya que no tendría nada que hacer frente a él. Será la destrucción del mundo que le rodea la que lleve a la violencia a la segunda Ophelia.

Sin duda. Es una Ophelia castigada por lo que sucede en su tiempo, la posguerra, el exterminio judío, la Alemania nazi, la vieja Europa dañada y separada, el inicio del caos del mundo que yo tengo como herencia, nieto de una dictadura, nieto de la Guerra Civil.

Será la enorme desilusión la que empuje al suicidio a la tercera Ophelia. Quizás lo que le termine empujando sea que desde el lugar en el que está nada podrá cambiar. Y, además, ni el momento en el que vive ni cómo está personalmente van a poder hacer que cambie ella. Y con ella su mundo, mi mundo, nuestro mundo. Así que sí, quizás sea la "desilusión" una de las tantas cosas que le conduces a su muerte. Su monólogo de despedida es estremecedor. Muchas gracias. Para mí ese monólogo, esa pieza, era muy importante dentro de la dramaturgia. Y que se vea de este modo, que le digan a uno ésto de algo que escribió es, para mí, toda una locura y un cumplido.

Bajo una aparente frialdad y serenidad las tres Ophelias esconden una enorme emotividad. La interpretación es todo un prodigio de sutileza. Una de las bases de todos mis montajes es ese, trabajar esa sutileza, que los personajes se entremezclen y se transformen para convertirse en uno solo, que puedan estar conectados siendo uno mismo y que los podamos también ver muy diferentes. Tres que son unos, tres que son tres. En este sentido, la contenidas e intensas interpretaciones de Andrea Dueso, Laura de la Isla y Elena Martínez son clave. Trabajar con Andrea por segunda vez fue algo maravilloso. Sin duda me tiene totalmente ya pillado el pulso, como director y dramaturgo. Y ésto, en última instancia, facilita mucho el trabajo. Con Laura y Elena era la primera vez que coincidía y poder trabajar con ellas fue, la verdad, un regalo, porque cuando se trabaja con personas con talento, oficio y con amor a su profesión todo es, siempre, mucho más sencillo. Si volviera hacia atrás y empezáramos otra vez no podría ver o entender Ophelia sin ellas tres.


Ophelia

Ophelia

No es menor el dificilísimo papel de contrapunto de Laura Aparicio. Lo de Laura es increíble. Es el personaje que todo el mundo, al finalizar la obra, termina odiando por su comportamiento y por cómo cuida ese equilibrio entre mantener viva a Ophelia y no tener que cargar con una nueva muerte en su vida. Es algo maravilloso. Cómo lo es, cómo intenta en todo momento ayudar a Ophelia a librarse de todo ese peso, de toda esa carga, hasta llevarle a la duda de si abrir esa puerta y dejarla escapar. Es un papel muy intenso. Como anécdota solo contarte que después de la escena de la comida Laura está, cada representación, detrás de escena llorando por esa batalla que pierde. La verdad es que es maravilloso ver a una actriz sentir de esa manera su trabajo y su personaje.

¿Alma y Ophelia forman un díptico? Hay ecos y correspondencias entre ambas. ¿Las encuentra? ¿ Las provoca?

Los provoco y las hay. Trato de hacerlas visibles. Una, a través de las máscaras de la persona, y otra a través de las vidas pasadas. Pero en definitiva vienen a ser lo mismo… Ojalá pueda seguir creciendo de esa forma y que, finalmente, este proyecto se convierta en una especie de tetralogía basada en la investigación del interior de la mujer, del ser…

Encuentro una correspondencia de Hamlet con el guión de Persona: vemos como niños. Niños atormentados, indefensos, solos. Pero lo más importante es el esfuerzo en sí, ¿verdad? No lo que uno consigue. Exacto. Ese es Hamlet, alguien atormentado e indefenso que, por mucho que se esfuerce, la satisfacción no le llegará con lo que consigue. Y, la verdad, es que es muy difícil ver el mundo en el que vivimos de un modo diferente al de un niño indefenso, solo y atormentado.

Y otra, también en el guión de Persona: resulta difícil analizar los motivos más profundos. Sobre todo, en el caso de una vida interior tan compleja como la de señora Vogler. Sin embargo yo me atrevo a apostar por un infantilismo fuertemente desarrollado. Añadido, claro está, a todo lo demás: imaginación, sensibilidad, quizá incluso auténtica inteligencia. Personalmente, creo que se precisa una dosis enorme de infantilismo para concitar las fuerzas que exige ser artista en una época como la nuestra. Si los actores no tienen ese niño dentro es muy difícil, creo que para mi esta es una base, tanto del actor, como del director o dramaturgo. Si no tienes ese infantilismo es dificil llegar a conseguirlo, al menos en lo que yo quiero escribir y en lo que a mí me hace feliz. Y es desde la parcela en la que me encuentro más comodo, más yo. Me encanta, por otro lado, este paralelismo que está encontrando entre Alma y Ophelia, porque me queda la satisfacción de que uno de los objetivos de mi teatro se cumple.

Alma es hija de una fascinación nada oculta con Persona, la legendaria película de 1965 de Ingmar Bergman. Hija, hija y más que hija. Es la fascinación con el mundo de Bergman y su filmografía. Es mi parte audiovisual y mi formación. Alma es, sin duda, una asignatura pendiente que terminé, de alguna forma, haciéndola realidad en el teatro al intentar acercar al espectador lo que sucede en el interior, en el silencio, en un primer plano que es inexistente en el teatro.

¿No le dio miedo poner en marcha una versión teatral de Persona? Las comparaciones iban a ser inevitables.

Por una parte sí y mucho. Pero, por otro lado, para mí era necesario poder dar mi punto de vista de algo a lo que amo. Y en última instancia, las comparaciones son inevitables y nunca traté de superar algo que para mí es insuperable. Es, sencillamente, mi versión del mundo que amo, de lo que me gusta y de lo que quiero contar como dramaturgo y director. Nunca buscaría tal comparación ni mucho menos superar algo que nunca podrá superarse.


Alma

Alma

Hay un homenaje a Dogville de Lars von Trier en la escenografía. Sí. En la primera versión del montaje, antes de llegar al Lara, era mucho mas evidente, ya que el suelo estaba inclusive marcado, separando las estancias, y creía y veía ese homenaje, y esa intención de poder relacionar a estos dos directores.

Rocío Muñoz Cobo y Andrea Dueso, con unos métodos de interpretación tan opuestos, en roles tan distintos (al menos inicialmente), ponen, por citar una ranchera, "alma, corazón y vida" en sus personajes. Y magia, belleza, honestidad, verdad y trabajo. Mucho, mucho trabajo. Son dos actrices tan diferentes pero tan iguales a la vez que lo sucede en Alma es algo puro y mágico. Son, como usted marca, dos interpretaciones totalmente opuestas. Y es que esa es la intención. Una se construye por las palabras y la otra por el silencio, para luego llegar a no ser tan diferentes en sus personajes.

El proceso de ensayos no tuvo que ser fácil. Nada, nada fácil, fueron unas jornadas de trabajo muy duro, de muchos silencios, de muchas lágrimas y pocas sonrisas. Pero creo que, al tiempo, muy gratificante, a la vez que necesario para los tres. Tanto que nos marcó un antes y un después.

La colaboración y la aportación de Andrea Dueso han sido… Únicas… Alma fue su primera vez en teatro y ver todo el proceso y esa transformación, sobre todo cuando el personaje es tan alejado de uno mismo, fue increíble. Algo mágico y bello. Andrea pone toda la carne en el asador y lleva el peso de la obra a través de la palabra y ahí se mantiene, sin temblarle el pulso. Es para mí un regalo ir viendo como va creciendo en el teatro y que después de Alma llegara Ophelia y, de nuevo, ella otra vez … Ahora mismo no me hago a la idea de una tercera vez sin ella.

Hay una explicación de Alma y de Ophelia para cada espectador. ¿Y la suya? ¿La mía? Buf… sería muy larga esta respuesta.

Entonces, ¿qué son para usted estas dos obras? Lo que veo son sueños cumplidos y explicaría cada una de ellas como la expresión de lo afortunado que soy de que mi entorno, las personas que están en mi vida y que se embarcan en cada uno de mis proyectos, terminan viendo mis obsesiones y mis montajes de la misma forma que fueron concebidos desde el inicio y entendiéndolas de la misma forma que yo las entiendo. Eso es lo que finalmente carga esta pila que me hacer seguir aporreando el teclado, para poder seguir investigando.

Retomo el guión de Persona. Lo voy abriendo al azar y le leo lo que me encuentro. ¿Me lo comenta? Empiezo: Hay inflación de palabras como vacío, soledad, dolor, alienación, dolor, indefensión… Sentir lo que alguna vez sentí, sentirme muy indefenso, con mucho dolor por lo que sucede a mi alrededor y con un gran vacío en las personas…

El alarido inaudito que nuestra fe y nuestra duda lanzan a la oscuridad y al silencio son una de las pruebas más atroces de nuestro desamparo, de lo que, con horror, sabemos pero no expresamos… Cuando como seres estamos en ese lado oscuro del que tanto cuesta salir es cuando realmente nos sentimos desamparados. Y sin saber ni siquiera lo que expresamos. Volver a encontrar la luz es un camino difícil, pero solamente uno, solo "uno" es necesario para salir. ¡Ojo! Que también tenemos que estar en ese lado oscuro para saber lo que nos sucede y pasar "por dentro". Para saber lo que tenemos que cambiar y modificar, para no volver a visitarlo.


Alma

Alma

Y opino que deberías seguir con ese papel, hasta que lo sientas carente de interés, agotado en su representación, y puedas dejarlo al igual que, poco a poco, vas dejando tus otros papeles…

La vida, simplemente la vida… ese papel que todos interpretamos alguna vez sin ser este real…

¿No es mejor permitirse ser estúpido e indolente y charlatán y mentiroso? ¿No crees que podemos ser algo mejores si nos permitimos ser como somos? Sin lugar a dudas, siempre tendríamos que permitirnos ser como realmente somos, y no ocultar nada, ni dejarnos nada dentro por decir o por hacer, pero en esta nuestra sociedad muchas veces es muy difícil, teóricamente imposible.

Con Alma y Ophelia da la sensación que cierra una etapa. Creo que mas que cerrar una etapa quizás mi intención sea poner un punto y seguido. Y si tengo que analizar este tiempo, diría que a nivel profesional fue espectacular, mas allá de que cada vez sea mas difícil poder mantenerse vivo en el off.

¿Lecciones aprendidas? Muchas. Pero la más básica es lo importante de sentirse arropado, tanto por las personas que te rodean y están en tu día a día, como las personas con las que trabajas. El teatro off cada vez es más complicado. Y que la profesión (los "garbanzos" por así decirlo) va ganando cada vez mas adeptos en estos espacios del teatro que a mí me gusta hacer o escribir.

Parafraseando al Quijote, con la realidad del teatro se ha topado amigo Sancho. Con toda la oferta que tenemos en la actualidad, tanto en el off como en los teatros institucionales y, en general, todas las salas, sean off o no, no es tan positiva la experiencia porque, claro, hay mas espacios, peores condiciones y, en consecuencia, trabajo menos afinado que cuando se tiene un respaldo.

¿La solución? Espero que determinados cambios en determinadas instituciones les permitan mirar a quienes estamos por debajo de ellas de otro modo, de otra forma. Y que nuestra manera de hacer las cosas y sacar los proyectos de la nada obtengan otro tipo de recompensa para poder trabajar con mas comodidad y libertad.

¿Y en lo que a usted respecta? Seguiré y continuaré creyendo en lo que hago y cómo lo hago. Y, poco a poco, no dejaré de intentar hacerme ese hueco y procurar que cada vez sea mayor, donde poder seguir contando lo que todavía me queda por contar.

Empieza un tiempo… … que espero siga siendo de crecimiento personal, profesional, de aprendizaje, de lucha, de resistencia y de mantener el orden de las cosas.

Continúa una etapa… … en la que seguir luchando, agradeciendo y amando lo que uno tiene y lo poco que necesita para poder seguir siendo feliz cada día al despertar. La verdad es que no se necesita mucho más, al menos yo.

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