Una bola del mundo, una silla, el escenario del circo, luces y lentejuelas, pónganse cómodos, la representación va a comenzar, estamos en la antesala del cielo, en el descansillo del infierno o en la plataforma del purgatorio y los arquetipos de toda la vida, los paradigmas de siempre, van a retomar, una vez más, su eternas identidades y reeditar su legendario trío para ofrecernos su encarnación de 2017.
Suenan los tambores, restallan las trompetas, con todos ustedes y con todos nosotros, con denominación de origen y sello de autenticidad, los únicos y exclusivos, el trío madre y padre de los tercetos habidos y por haber, los únicos e irrepetibles: Adán, Eva y la Serpiente.
En esta ocasión, cerrado el Jardín del Edén por obras de acondicionamiento, la saña del cambio climático o la demoledora ira divina, el terceto traslada sus bártulos a una habitación aneja a la sala del Juicio (sí, el Final) donde Adán, convertido para la ocasión en sospechoso habitual, repasará con Eva, reciclada en abogada del diablo (nunca mejor dicho), su defensa ante el alto Tribunal, mientras sufren las constantes interrupciones de la Serpiente, que sigue -tan enreda y chisgarabís como hace una eternidad– matando moscas con el rabo o, mejor, la cola.
Carlos de Matteis se encarga -resaltando su lógica granguiñolesca y exaltando su pathos esperpéntico- de ahormar la embestida del afilado y endiablado (de nuevo, nunca mejor dicho) texto de Roberto de Cossa para llevar a buen puerto el vertiginoso interrogatorio al que somete Eva (encarnada por una imparable Marina Skell, la hija que Joel Grey y Liza Minelli hubieran debido tener, convertida en maitresse desbordada y desbordante, en domadora histriónica, procaz y, a la postre, irresistible) a Adán (a quien Juan Gravina dota del desconcierto, picardía y banalidad que necesita el personaje, un pobre hombre que no comprende nada de lo que le pasa y cuando lo hace es peor, en definitiva, cualquiera de nosotros) , mientras, va y viene, de escenario a bambalina, un bullicioso Ángel Suárez que llena de encanto y humor el papel de ofidio correveidile y encantador que fracasa en todas las tentaciones con las que debe, incansable, provocar la expulsión del Paraíso.
Los espectadores lo tenemos fácil, la verdad es que poco podemos hacer, salvo subirnos al tiovivo de réplicas y contrarréplicas a velocidad de pingpong con las que los personajes se embisten y asaltan y disfrutar hasta la última sílaba del este magnífico duelo a tres. La suben entran en un vertiginoso y brillante duelo a tres bandas.
Es, desde luego, una auténtica delicia subir esta escalera al cielo o al infierno, que tanto da.
HACIA EL CIELO... "SIN ENCHUFES"
Texto: Roberto Cossa – Versión libre Carlos De Matteis
Dirección: Carlos De Matteis
Elenco Juan Gravina, Marina Skell y Ángel Suárez/Saül Codina
Diseño de Iluminación: Gemma Rodríguez y Javiera Guillén
Escenografía: Noelia Gaztelumendi
Comunicación: Gemma Bustarviejo
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